Para todos aquellos que dejaron algo atrás ya la veintena (y la treintena también), pensar en las meriendas es recordar bocatas de chorizo, mortadela, chocolate e incluso de estos ingredientes combinados, como el chorizo con el chocolate. Hay supermercados en España, de hecho, que hasta venden tabletas con esta combinación. Sin embargo, desde el punto de vista de la salud, no era la mejor opción que podía merendar un chaval, pese a lo rico que estuviera.
Los peligros asociados al consumo de carne procesada, particularmente el chorizo, y su combinación con pan blanco en bocadillos, presentan preocupaciones significativas para la salud, aunque se tomaran como algo habitual antaño. Las investigaciones científicas más recientes han abordado estos riesgos desde varias perspectivas, enfocándose tanto en los componentes individuales como en sus efectos combinados.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó en 2015 las carnes procesadas, incluido el chorizo, como carcinógenos del grupo 1, lo que significa que hay suficiente evidencia para afirmar que su consumo está asociado con un aumento en el riesgo de cáncer colorrectal. Este hallazgo, publicado en la prestigiosa revista The Lancet Oncology, se basó en la evaluación de más de 800 estudios que analizaban el vínculo entre varias formas de carne y el cáncer. El proceso de elaboración del chorizo además implica la adición de nitratos y nitritos como conservantes. Estos químicos pueden transformarse en nitrosaminas, que son compuestos potencialmente cancerígenos.
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Estudios como el publicado en Food Chemistry han demostrado también que estas sustancias pueden formarse durante la cocción a altas temperaturas, lo que aumenta los riesgos para la salud. Además de los riesgos de cáncer, el consumo regular de carnes procesadas como la que se presentaba en estas meriendas se ha asociado con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Un estudio de la Universidad de Harvard encontró que el consumo excesivo de estas carnes puede incrementar el riesgo de enfermedad cardíaca coronaria debido a su alto contenido de grasas saturadas y sal.
Mayor riesgo de obesidad
Por si fuera poco, la relación entre el consumo de carne procesada y la diabetes tipo 2 también ha sido objeto de estudio. Un análisis de varias investigaciones, publicado en American Journal of Clinical Nutrition, sugiere que el consumo frecuente de carnes procesadas está asociado con un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, debido en parte a los conservantes y aditivos utilizados en su procesamiento.
"La carne procesada y los alimentos hechos con harina refinada, por separado, alteran la microbiota, por lo que juntos pueden tener un efecto combinado en el organismo", señala Concepción Martínez, dietista-nutricionista especializada en obesidad y dietas deportivas.
En cuanto al pan blanco, utilizado comúnmente en bocadillos de chorizo, también existen preocupaciones. El pan elaborado con harina refinada carece de los nutrientes esenciales presentes en los granos enteros. Un estudio publicado en The American Journal of Clinical Nutrition indica que el consumo elevado de productos de granos refinados está asociado con un mayor riesgo de obesidad y síndrome metabólico.
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Este preparado también posee un alto índice glucémico, lo que significa que puede provocar picos rápidos en los niveles de azúcar en sangre. Esto, combinado con los efectos inflamatorios de las carnes procesadas como el chorizo, puede aumentar el riesgo de resistencia a la insulina y diabetes, según este estudio.
La combinación de pan blanco y chorizo también puede afectar negativamente la salud digestiva. Según han mostrado algunos estudios, la falta de fibra en el pan blanco, junto con ciertos compuestos en el chorizo, puede conducir a una digestión más lenta y a problemas como el estreñimiento.
El consumo de carnes procesadas también se ha asociado con niveles elevados de marcadores inflamatorios y estrés oxidativo en el cuerpo. Un estudio publicado en la revista The British Journal of Nutrition encontró que estos alimentos pueden contribuir a un estado inflamatorio crónico, que está vinculado a varias enfermedades crónicas.