Las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de mortalidad en España. Los datos que ofrece el Instituto Nacional de Estadística (INE) al respecto señalan que este tipo de dolencias suponen un 26% de los fallecimientos anuales que se dan en nuestro país, una prevalencia que obliga a reflexionar sobre los enfoques en torno al tratamiento, la prevención y los cuidados en este conjunto de dolencias.
Está claro que la Medicina ostenta el rol protagonista en todo este esquema. Gracias a la investigación, cada año se consiguen mejorar estas cifras y obtener una mejor calidad de vida para los pacientes. Es una buena noticia pero, no obstante, la población también tiene mucho que decir en cuanto a su propia salud. Y es que una de las cosas que más ayudan a paliar los efectos y, sobre todo, anticiparse a los problemas cardiovasculares y circulatorios es, precisamente, la prevención.
Mejorar el estilo de vida es clave para ello, más aún si se comienza a desarrollar estos hábitos a edades relativamente tempranas. Cuidar la alimentación, evitar el sedentarismo, reducir o eliminar el consumo de tabaco o de alcohol son algunos de los consejos más obvios e intuitivos. Además, atender a los nutrientes que incorporamos en nuestra dieta también tiene una gran importancia. No hace falta ser nutricionista ni tener conocimientos muy extensos en la materia pero lo cierto es que buena parte de la gente no sabe que hay elementos que pueden ayudar mucho a largo plazo, según la evidencia científica, y no sabe cómo incorporarlos en su día a día.
Esto ocurre especialmente en el caso del Omega 3, un ácido graso esencial para nuestra salud porque aporta innumerables beneficios para el corazón y el sistema circulatorio al ayudar a controlar el colesterol, a regular la coagulación de la sangre y reducir el endurecimiento de las arterias.
Sin embargo, pese a los efectos positivos que reporta, el consumo de este nutriente en España está muy por debajo de lo que aconsejan las principales autoridades sanitarias, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o a Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que señalan la cantidad ideal de 250mg/día. En nuestro país, más del 60% de personas consumen muy por debajo de esta cifra, especialmente en las edades más tempranas que es, además, cuando resulta más importante sentar las bases de estas estrategias preventivas.
Una analítica que mira al futuro
La ciencia, como decimos, ayuda a encarar la manera de enfrentarse a enfermedades actuales y futuras. Por eso, la mirada al Omega 3 como un nutriente clave en este caso responde a diferentes estudios recientes que concluyen la correlación entre un índice bajo de este nutriente en la sangre y el riesgo cardiovascular de la persona. Esto supone un avance muy importante en este contexto porque introduce un nuevo elemento que puede ser muy útil para la población: medir sus índices de Omega 3 mediante una analítica y, por tanto, ‘monitorizar’ en directo sus necesidades en este sentido.
El análisis focaliza su atención en la cantidad de dos de los tres ácidos grasos que definen al Omega 3 -el EPA y el DHA (ácido eicosapentaenoico y ácido docosahexaenoico, respectivamente)- que transporta el flujo sanguíneo, concretamente los que se encuentran en la membrana de los eritrocitos, comúnmente conocidos como glóbulos rojos. La prueba es capaz de discriminar y medir la cantidad de ácidos grasos que se encuentran en estas células y que son Omega 3. Y ese porcentaje es relevante porque los estudios que han abordado el tema sitúan en el 8% una línea roja en cuanto a protección. Por encima de ese número se considera que la persona tiene una mayor cardioprotección, mientras que por debajo, especialmente si es inferior al 4%, ocurre justo lo contrario.
Esta herramienta es clave, por tanto, para que la persona pueda tomar mayor conciencia de la importancia de tener un papel activo en cuanto a la prevención. La salud está en juego y por eso, además de abogar por un estilo de vida saludable y una dieta equilibrada, consumir productos que aporten el Omega 3 necesario es muy importante. De hecho, se hace imprescindible dado que una de las características de estos nutrientes es que nuestro organismo tiene una capacidad muy limitada para sintetizar EPA y DHA, por lo que tenemos que recurrir necesariamente a una fuente externa para alcanzar esa cifra.
Leche enriquecida como vehículo para ingerir Omega 3
Hay alimentos que ayudan a ello. Encontramos ácidos grasos Omega 3 en el marisco y en el pescado azul como el salmón o el atún, que son la principal fuente que tenemos para asimilar estos nutrientes. Pero nuevamente en este punto reaparece la cuestión del (mejorable) estilo de vida al que nos empuja la rutina diaria. La falta de tiempo o de recursos, en algunos casos, provocan que poca gente disfrute de menús tan diversificados como sería lo ideal. Como ejemplo, la ingesta de estos pescados azules también es muy inferior a lo que dictan las recomendaciones.
Pero incluso con estas dificultades es posible obtener un extra de Omega 3 de forma sana, sin esfuerzo y sencilla: a través de la leche enriquecida con Omega 3, una opción útil y cómoda para alcanzar la cantidad diaria recomendada (CDR).
Se estima que un solo vaso de leche Puleva Omega 3 aporta el 50% de la CDR, por lo que se trata de un vehículo clave para complementar la alimentación y aportar al organismo estos nutrientes tan útiles y que pueden ayudarnos a incrementar nuestra esperanza de vida. Al menos, uno de los principales estudios en la materia (Harris WS, Von Schacky C. The Omega-3 Index: a new risk factor for death from coronary heart disease?), así lo afirma: “El índice Omega 3 puede representar un nuevo factor de riesgo de muerte por cardiopatía coronaria, fisiológicamente relevante, fácilmente modificable, independiente y graduado que podría tener una utilidad clínica significativa”, concluye.