Entre las enfermedades cardiovasculares, principal causa de muerte en todo el mundo, el infarto de corazón es una de las afecciones más comunes y temidas. Muchos factores aumentan las probabilidades de sufrir uno: la edad, el sexo, los antecedentes familiares, el tabaquismo, la mala alimentación, la falta de actividad física, el consumo de alcohol, el aumento de la presión arterial, enfermedades como la diabetes y la obesidad, el estrés, la mala higiene dental…
Algunos de estos factores no son modificables, como la edad, el sexo o la genética, pero la gran mayoría pueden reducirse llevando hábitos de vida saludables. Otra medida fundamental de prevención es controlarlos con las pruebas habituales: la toma de la presión arterial y la medida del colesterol en sangre.
Usted mismo puede calcular su riesgo cardiovascular con una calculadora, basada en una Guía de Práctica Clínica sobre el manejo de los lípidos como factor de riesgo cardiovascular.
[El mal silencioso que sufre uno de cada dos españoles y causa el 85% de muertes por enfermedad]
Los lípidos, en el punto de mira
Pero ¿qué es el famoso colesterol? Hablamos de un lípido ceroso y parecido a la grasa que se encuentra en todas las células del cuerpo. Es necesario para producir hormonas, vitamina D y sustancias que ayudan a digerir los alimentos.
Sin embargo, cuando circula en cantidades más altas de lo normal, se puede depositar en las paredes arteriales y aumentar las papeletas de que padezcamos dolencias como la enfermedad coronaria, el accidente cerebrovascular, la enfermedad arterial periférica y la aterosclerosis.
Se llama prueba de colesterol al análisis de sangre que mide no solo la cantidad de colesterol, sino también de otros lípidos en la sangre. En concreto, registra los niveles de los siguientes compuestos:
-
Lipoproteína de baja densidad (LDL). Más conocida como colesterol “malo”, constituye la principal causa de obstrucciones en las arterias.
-
Lipoproteína de alta densidad (HDL). Es el llamado colesterol “bueno” y ayuda a eliminar el LDL.
-
Colesterol total (CT). Suma la cantidad de colesterol LDL y colesterol HDL.
-
Triglicéridos (TG). Este tipo de lípidos también se encuentra en la sangre y pueden incrementar el riesgo de enfermedad cardíaca, especialmente en mujeres.
-
Lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL). Otra sustancia nociva cuando se presenta en niveles elevados.
Como decíamos, el colesterol alto –en particular el LDL o “malo”– es un factor de riesgo cardiovascular muy importante. Por eso se ha utilizado durante mucho tiempo como un indicador analítico clave para evaluarlo, pero podría ser destronado: últimamente, la apolipoproteína B-100 (apoB) se ha propuesto como una alternativa más precisa y efectiva. Veamos por qué ha llamado la atención de los científicos.
Ventajas de la apoB
Las grasas y el colesterol no pueden viajar por el torrente sanguíneo por sí mismos. Necesitan la ayuda de unas proteínas transportadoras llamadas apolipoproteínas, y la apoB es la que se encuentra en la superficie del LDL. También es el principal componente proteico de lipoproteínas como los quilomicrones, las ya citadas lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL), las lipoproteínas de densidad intermedia (IDL) y la lipoproteína (a) o Lp(a), importantes marcadores de riesgo cardiaco.
Varios estudios han demostrado el potencial de la apoB en los futuros análisis de sangre. Jeffrey L. Anderson, del Instituto Intermountain Medical Center Heart, lo zanjó así en las sesiones científicas anuales del American College of Cardiology: “La medición de la apoB identifica a más personas con riesgo cardiovascular que el registro del colesterol LDL”.
¿Y esto a qué se debe? El colesterol LDL de las analíticas es un valor estimado que se calcula indirectamente, a partir del colesterol total y el HDL. La medición de la apoB, en cambio, permite identificar la cantidad de partículas de LDL y su tamaño o contenido en colesterol.
Esto es importante porque existen dos tipos de partículas de LDL. Las primeras, conocidas como “grandes” y “menos densas”, tienen una gran cantidad de colesterol adherido, pero un menor potencial de obstruir las arterias. En cambio, las llamadas “pequeñas” y “densas” llevan menos colesterol y son significativamente más proclives a formar placas al penetrar más eficazmente en el endotelio vascular.
Análisis más afinados
Así, nuestra analítica convencional podría arrojar niveles normales o bajos de colesterol LDL sin que esto impidiera que albergáramos altas cantidades de apoB. Es decir, muchas partículas de colesterol LDL de tamaño muy pequeño y más peligrosas.
¿Y cuál es el nivel de apoB recomendado? La guía clínica sobre el manejo del colesterol en sangre del American College of Cardiology recomienda que sea siempre inferior a 130 miligramos por decilitro (mg/dL) en adultos, aunque este valor podría reducirse si el paciente presenta otras enfermedades concomitantes.
En resumen, la medición de la apoB puede ser una alternativa más precisa y efectiva a la medición del colesterol LDL para evaluar el riesgo cardiovascular. Aunque se necesita más investigación para determinar si este parámetro debe ser utilizado de manera rutinaria en la práctica clínica, es una opción muy prometedora.
*
Senior Lecturer in Pharmaceutical Sciences, Universidad San Jorge.** Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.