Desde hace años se sabe que el exceso de colesterol, grasas y azúcar a nivel sanguíneo aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiometabólicas, y el riesgo de muerte en general. Así mismo, algunos estudios ya habrían sugerido que tanto el exceso de colesterol como de grasas aumentaría el riesgo de sufrir infecciones, dado que contribuiría a reducir el potencial del sistema inmune.
Ahora, un nuevo estudio publicado en el Journal of Immunology habría ido un paso más allá: poseer niveles elevados de colesterol, y consumir demasiado colesterol dietético, empeorarían los síntomas de las infecciones.
El trabajo, llevado a cabo por los investigadores de la Universidad de Illinois, sería el primero en relacionar el colesterol dietético con un empeoramiento de infecciones en general, y de la infección por influenza (o gripe) en particular, la cual fue objeto de estudio en ratones en este caso.
En estudios previos ya se habría sugerido cierta relación, dado que un exceso de colesterol debilitaria el sistema inmune y potenciaría otras patologías que también reducirían la respuesta inmunitaria: un claro ejemplo es la relación entre la obesidad y un mayor riesgo de sufrir enfermedad grave por COVID19 o influenza. Sin embargo, pocos estudios habrían analizado la contribución del colesterol a la gravedad de estas infecciones, y ninguno ha tenido en cuenta el efecto del colesterol dietético.
Si bien es cierto que el colesterol es esencial para el organismo, dado que es parte de las membranas celulares y colabora en la producción de hormonas y vitamina D, hay que catalogarlo como una sustancia dañina. Sin embargo, el propio organismo es capaz de fabricarlo, y se requiere muy poco a través de la dieta. De hecho, en personas sanas, este colesterol dietético no tiene por qué afectar a los niveles de colesterol circulante ni aumentar el riesgo cardiovascular como tal.
Ahora bien, según este nuevo trabajo a cargo de Allison Louie y sus colegas de Illinois, este colesterol dietético si tendría participación en las enfermedades infecciosas, al menos en ratones. Para comprobarlo, alimentaron a ratones con una comida estándar o bien con una comida idéntica pero enriquecida con un 2% de colesterol durante cinco semanas.
Posteriormente, infectaron a los ratones con con un virus de la influenza A humano modificado y adaptado a ratones, y rastrearon la progresión de la enfermedad, teniendo en cuenta pérdida de peso, consumo alimentario y comportamiento de la enfermedad. También se analizaron los niveles de colesterol en sangre, las respuestas inmunes y la carga viral pulmonar en diferentes momentos de la infección.
Según sus resultados, los ratones alimentados con colesterol sufrieron más perjuicios por la enfermedad, además de mostrar una mayor pérdida de peso y un agravamiento de la enfermedad como tal. Sin embargo, no se detectó una mayor carga viral a nivel pulmonar.
Los investigadores sugieren que los ratones alimentados con una dieta alta en colesterol enfermaron más porque su sistema inmune no funcionó correctamente. La grasa tendría un efecto inmunosupresor que alteraría el curso de la infección; sin embargo no fue eso lo que encontraron los investigadores: el colesterol aumentó la cantidad de células inmunes productoras de citoquinas a nivel pulmonar. En otras palabras, el colesterol aumentaría el riesgo de producir una "tormenta de citoquinas", asociada a enfermedades graves, lo cual implica que el mismo sistema inmune produce una inflamación excesiva que perjudica al organismo en lugar de solucionar la enfermedad.
Como explican los mismos investigadores, se trata de un arma de doble filo: el sistema inmune intenta producir una respuesta efectiva, pero provoca una inflamación excesiva que llega a ser perjudicial en lugar de beneficiosa.
Además, estos efectos del colesterol dietético seguirían a largo plazo en ratones. Aún cuando se les retiró el colesterol de la dieta y se les exponía a la influenza tras varias semanas con una dieta estándar, los ratones eran más proclives a sufrir enfermedades más graves que los que nunca habían consumido dietas altas en colesterol.
Para finalizar, los investigadores descubrieron que algunos de los cambios inflamatorios provocados por el mismo sistema inmune ya serían detectables a nivel pulmonar incluso antes de la exposición a la influenza: el mismo consumo de colesterol alteraría la respuesta inmunitaria basal sin una infección de por medio. Por tanto no significaría que el virus afectaría más a los ratones, sino que su sistema inmune malfuncionante causaría todos los estragos descritos.