Aunque la mayoría de los estudios científicos suelen analizar el consumo de alcohol según la media semanal de bebidas ingeridas, la realidad es que gran parte de este suele producirse en forma de "atracones" durante el fin de semana. Esto es algo que no sólo ocurre con los adultos, sino también en los adolescentes.
Actualmente, el consumo excesivo de alcohol durante el fin de semana es el patrón más común, costoso y mortal en EEUU. Se sabe que este hábito es dañino a lo largo de la semana, y peor si cabe en fin de semana, al menos en la edad adulta. Ahora, un nuevo trabajo de investigación ha querido analizar qué pasa en la etapa adolescente.
Los "atracones" de alcohol se definen como el consumo de cinco o más porciones de alcohol a lo largo de 2 horas en hombres, o cuatro o más porciones de alcohol en el caso de las mujeres. Esta ingesta de alcohol excesiva y rápida se ha asociado con múltiples problemas de salud en adultos, como un aumento de la violencia, accidentes, deterioro de la memoria, mayor riesgo de enfermedad cardiovascular o cáncer, e incluso mayor riesgo de muerte.
Sin embargo, en adolescentes no se han estudiado tan a fondo las consecuencias de este consumo, especialmente en lo que se refiere a las consecuencias para un cerebro que, en este segmento de edad, está todavía en formación.
Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Buffalo (UB), cuyo trabajo se ha publicado recientemente en la revista Metabolic Brain Disease, ha querido indagar sobre el asunto. En este caso, analizando los efectos del consumo abusivo de alcohol sobre el cerebro de ratas adolescentes y extrapolando las conclusiones a humanos.
Efectos en el cerebro
Ya en estudios previos se habría sugerido que la exposición al alcohol durante la adolescencia conllevaría diversos riesgos para la salud, como adicciones, depresión y traumatismos cerebrales en la edad adulta. Panayotis K. Thanos, autor principal del estudio e investigador principal en el Departamento de Farmacología y Toxicología de la Facultad de Medicina y Ciencias Biomédicas Jacobs de la UB, ha estudiado en concreto los efectos en la función y conectividad cerebral en estos animales.
En concreto, analizaron el uso de la glucosa a nivel cerebral: se realizó un mapeo cerebral de la glucosa, con el objetivo de poder seguir el buen o mal funcionamiento del cerebro tras producirse estos excesos contundentes de alcohol, y sobre todo saber a qué parte del cerebro afectarían más dichos excesos.
Esto cobra bastante sentido si recordamos que, a pesar de que el cerebro apenas representa el 2% del peso corporal total de un individuo, consume alrededor del 20% de la glucosa de todo el cuerpo. Por tanto, el metabolismo de la glucosa cerebral es fundamental para llevar a cabo procesos fisiológicos normales, y cualquier mal funcionamiento de dicho metabolismo puede ser fatal.
Así pues, para poder realizar este mapeo cerebral, los investigadores realizaron tomografías por emisión de positrones (PET) a las ratas, a las cuales se les proporcionó una solución para beber alcohol y agua, simulando un atracón de alcohol. Según sus resultados, cualquier consumo de alcohol daba lugar a una disminución del metabolismo de la glucosa en la corteza somatosensorial primaria y la corteza visual, las cuales son clave para procesar la información sensorial y visual y para ejecutar funciones motoras.
La clave: la glucosa
Esto, traducido a la práctica, explicaría las típicas consecuencias conductuales que se producen tras el consumo de alcohol: problemas de visión, disminución de las habilidades motoras y de la coordinación, confusión y otras consecuencias incluso peores.
Según los mismos investigadores estos datos también proporcionarán un mapa del circuito de respuesta funcional cerebral frente a los atracones de alcohol, allanando así el camino a futuras investigaciones donde se intenten vislumbrar los efectos crónicos de los atracones de alcohol a largo plazo.
Además, este estudio también reveló algunos datos interesantes sobre el consumo bajo o moderado de alcohol en el cerebro adolescente: cualquier dosis, tanto bajas como moderadas, daban lugar a una alteración del metabolismo de la glucosa similar a un consumo excesivo de alcohol. Y esto también podría traducirse en el cerebro humano adolescente, según los investigadores, aunque por razones obvias no es posible reproducir este estudio en adolescentes humanos.