En los últimos años, numerosos estudios han indagado sobre los efectos de las conocidas como sustancias disruptoras endocrinas. Se trata de las sustancias -o combinaciones de compuestos- que pueden alterar el funcionamiento de las hormonas naturales del organismo humano.
Entre dichas sustancias destacan especialmente los perfluoroalquilados y polifluoroalquilados -los PFAS- y los ftalatos. A pesar de toda la evidencia disponible, aún queda mucho por saber sobre los perjuicios de estas sustancias. Y los hallazgos del último estudio publicado en el Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism añaden una nueva dimensión: estos disruptores endocrinos pueden alterar la densidad ósea ya desde la adolescencia.
Los PFAs, por una parte, son sustancias químicas sintéticas que se encuentran en utensilios de cocina antiadherentes, ropa y envases alimentarios. Cada vez están más presentes en el agua de consumo cotidiano. Los ftalatos, por otra parte, son sustancias que se encuentran en productos de cuidado personal, en las cadenas industriales de procesado alimentario e incluso en los juguetes.
Como explica la Dra. Abby F. Fleisch, del Maine Medical Center Research Institute and Maine Medical Center en Portland (Maine), y responsable principal del nuevo estudio, la adolescencia es un momento clave en el desarrollo óseo. Y casi todos los menores de los países occidentales están expuestos a PFAS y ftalatos en ese momento, aunque hay pocos estudios que hayan analizado un posible perjuicio por parte de estas sustancias químicas sobre la salud ósea.
Así pues, Fleisch y sus colegas se marcaron como objetivo encontrar una posible asociación entre PFAS y ftalatos, y una posible menor densidad ósea. Para ello, analizaron muestras de orina y sangre de 453 niños y 395 niñas que participaban en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (NHANES) de los Estados Unidos. Lo que hallaron fue una asociación: a mayores niveles de PFAS y ftalatos, menor densidad mineral ósea en adolescentes varones. No hubo ninguna relación en chicas.
La hipótesis que barajan los investigadores es que los niños suelen usar más productos resistentes al agua o a las manchas. Y precisamente dichos productos suelen contener PFAS para lograr tal resistencia. Algunos contienen perfluoroalquilo y polifluoroalquilo, sustancias potencialmente dañinas que las empresas no están obligadas a declarar de forma específica en el etiquetado de sus productos. Sin embago, se sabe que algunos artículos etiquetados como "verdes" o "no tóxicos" contienen PFAS, algo contraintuitivo.
Ya en estudios previos se habría sugerido que la exposición a PFAS a través de la inhalación o la ingesión se relacionaría con problemas para la salud. Estos incluyen una menor eficacia de las vacunas en los niños, aumento de riesgo de cáncer y aumento de colesterol sanguíneo, según los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos. Sin embargo, pocos trabajos han indagado sobre los perjuicios de los PFAS en la infancia y la adolescencia, a pesar de que son etapas de gran exposición a estas sustancias.
Según los datos del estudio, 54 de los 93 artículos analizados durante el trabajo contenían flúor, un indicador de PFAS. Y dentro de estos productos fluorados, al menos 18 tenían niveles medibles de un tipo de PFAS. Igualmente, 19 de estos artículos contenían compuestos precursores de ácidos perfluoroalquilos altamente estables cuando se oxidan en el medio ambiente o en el cuerpo humano.
Tanto los PFAS como sus precursores solo se encontraron en artículos específicamente etiquetados como resistentes al agua, antimanchas, impermeables o "a prueba de fugas". Además, algunos de estos productos asociaban certificados ecológicos y afirmaban no ser tóxicos.
Para los investigadores este último detalle no es sorprendente, dado que muchos procesos de certificación no incluyen una verificación de PFAS o tienen limites aceptables más altos que los niveles detectados en el estudio.
Como conclusión, los investigadores explican que los productos comercializados para jóvenes que sean resisentes al agua representaría un uso no esencial de los PFAS, y sugieren que deberían eliminarse estas sustancias con el objetivo de proteger la salud de los niños.