Estas son las ocho comidas que 'rejuvenecen' el cerebro y alejan el peligro de demencia
Un nuevo estudio identifica los tres tipos de antioxidantes relacionados con la protección contra la demencia, y los alimentos que los proporcionan.
7 mayo, 2022 04:21Noticias relacionadas
Los antioxidantes llevan décadas protagonizando los estudios sobre nutrición y salud. Estas sustancias propias de una dieta equilibrada, rica en frutas y verduras, pueden colaborar en la reducción del riesgo cardio y cerebrovascular, además de reducir el riesgo de sufrir enfermedades metabólicas entre muchos otros beneficios.
Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Neurology, la revista de la Academia Estadounidense de Neurología, ha ido un poco más allá. El nuevo trabajo identifica que poseer niveles más altos de determinados antioxidantes se relacionaría con un riesgo menor de sufrir demencia con el paso de los años.
Así lo afirman los investigadores responsables del estudio, dirigidos por la Dra. May A. Beydoun, autora principal del estudio, del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento en los Institutos Nacionales de Salud de Baltimore (Maryland). Antioxidantes como la luteína, zeaxantina y beta-criptoxantina, en niveles elevados en sangre, ayudarían a reducir el riesgo de demencia décadas más tarde.
Como recuerda Beydoun, ampliar la longevidad del funcionamiento cognitivo de la población supone un importante desafío para la salud pública. Y los antioxidantes podrín ayudar en esta cruzada, protegiendo al cerebro del estrés oxidativo que se ha relacionado con el daño celular.
Además, cabe recordar que es relativamente fácil y asequible conseguir los mencionados antioxidantes: la luteína y la zeaxantina se encuentran en verduras de hoja verde como la col rizada, espinacas, brócoli y guisantes. Por su parte, la beta-criptoxantina se encuentra en frutas como naranjas, papaya, mandarinas y caquis.
Durante el estudio, los investigadores analizaron datos de 7.283 personas menores de 45 años al inicio del estudio. Se les realizó una exploración física, una entrevista y un análisis de sangre donde se midieron los niveles de antioxidantes. Posteriormente, se les siguió durante una media de 16 años con el objetivo de ver quienes desarrollaban demencia a largo plazo.
Se dividió a los participantes en tres grupos, según sus niveles de antioxidantes en sangre, logrando algunas conclusiones significativas:
- Los participantes con mayores niveles de luteína y zeaxantina tenían menos probabilidades de desarrollar demencia que los participantes con niveles más bajos. Por cada aumento de una desviación estándar de los niveles de ambos antioxidantes, es decir, de 15.4 mm/L, se producía una disminución de un 7% del riesgo de demencia.
- Respecto a la beta-criptoxantina, por cada aumento de 8.6 mm/L de esta sustancia en sangre, el riesgo de demencia se reducía en un 14%.
Cabe destacar que estos efectos beneficiosos se redujeron cuando se tuvieron en cuenta otros factores como educación, nivel socioeconómico y actividad física. Es posible, puntualizan los investigadores, que dichos factores también ayuden a explicar la relación entre antioxidantes y demencia.
De hecho, anteriores estudios ya han hecho hincapié en la importancia del estilo de vida en general y no en fijarse en un único factor. La recomendación pasa por llevar a cabo una dieta sana y equilibrada, densa en nutrientes y sin un exceso calórico asociado. También por evitar el exceso de grasas y carbohidratos procesados, basar la alimentación en la proteína completa y de calidad, y enriquecerla con frutas y verduras de diversa índole.
Igualmente, siempre se destaca la necesidad de evitar sustancias tóxicas como el tabaco y el alcohol, y potenciar la práctica de ejercicio físico tanto aeróbico como anaeróbico o de fuerza. Todos estos factores son importantes para reducir el riesgo cerebro y cardiovascular, algo a tener en cuenta junto a los mencionados niveles de antioxidantes analizados en el estudio.
Finalmente, como limitaciones, los investigadores también explican que estos niveles de antioxidantes se basaron en una única medición de los niveles en sangre y que es posible que no se correspondan con los niveles a lo largo de toda la vida. No hubo mediciones subsiguientes.