La pasta es uno de los platos que levanta pasiones en todo el mundo: es deliciosa y muy fácil de preparar. Sin embargo, mientras que la pasta blanca es muy popular, a la integral le faltan todavía adeptos. La pasta blanca es aquella que está elaborada con harinas refinadas y en España es la más abundante en el supermercado porque la preferimos frente a las demás. Sin embargo, pasarnos a la pasta integral es mejor para nuestra salud e, incluso, puede brindarnos beneficios.
Los españoles solemos asociar la palabra integral con productos saludables y, por qué no, dietéticos, y esto lo sabe muy bien la industria alimentaria. Desde el verano del 2019, en España está prohibido decir que un pan es integral cuando no se ha elaborado con un 100% de harinas integrales. Esta norma llegó porque durante años se han comercializado panes de un color más oscuro o con un pequeño porcentaje de harina integral como totalmente integrales. De todas formas, este problema continúa con otros productos. Además, la pasta integral suele venderse algo más cara que la pasta blanca.
Uno de estos productos es, por supuesto, la pasta: todavía es fácil encontrar envases en los que se promociona una pasta como integral y, sin embargo, al consultar sus ingredientes resulta no serlo. Así lo ha denunciado la farmacéutica y experta en seguridad alimentaria, Gemma del Caño, en su cuenta de Twitter. En estos productos pueden observarse dos ingredientes: sémola de trigo duro y salvado de trigo duro. Esto no es suficiente para que se pueda considerar como una pasta integral.
Integral, pero no mucho
La sémola es un tipo de harina más gruesa con la que se elabora la pasta y, en la mayoría de casos, procede del trigo. El salvado es una capa de los cereales que aporta fibra y minerales y es el componente que se retira para elaborar harinas refinadas. Es decir, cuando un pan o una pasta está elaborada con harinas que contienen su propio salvado se dice que son integrales: tienen un menor índice glucémico por la presencia de fibra y esto repercute en un menor riesgo de obesidad y sus enfermedades asociadas.
Ahora bien, esta pasta contiene sémola blanca de trigo y aparte se le ha añadido el salvado y, por tanto, no contiene harinas integrales como tal. Del Caño sostiene que este etiquetado confunde a los consumidores porque, en realidad, no es un producto integral. En la misma publicación que ha colgado en Twitter, la experta ha colgado una fotografía de un producto que realmente es integral. Esto puede comprobarse en su lista de ingredientes donde consta solamente uno: sémola integral de trigo duro.
En resumen, para dar con una pasta que realmente sea integral la única pista con la que contamos es su listado de ingredientes. Si en el listado no se especifica que la harina o la sémola con la que se ha elaborado es integral, es porque se ha preparado con harinas refinadas. En este sentido, el único ingrediente que debe constar en ella es la harina o la sémola integral; si sólo un porcentaje de esta harina es de grano completo, no debería considerarse integral.
Engorda igual
Sobre los productos integrales existen muchos mitos y uno de ellos es que engordan menos. Esto no es cierto y es que, tanto la pasta blanca como la integral, tienen un número muy alto de kilocalorías —como todos los alimentos derivados de los cereales— y, además, son valores muy similares entre sí. Eso sí, los cereales integrales son definitivamente mejores y, aunque engorden, se relacionan en menor medida con la obesidad, pero ¿cómo es esto posible?
Al estar elaboradas con harinas integrales, la pasta de este tipo tiene una mayor proporción de fibra. Este componente tiene muchos efectos beneficiosos para la salud —entre ellos la mejora de la salud intestinal y la reducción del colesterol y el azúcar en sangre— y uno de ellos es que provoca sensación de saciedad. Es decir, la pasta integral nos quita el hambre en mayor medida que la pasta blanca. Gracias a esta cualidad, evitamos comer más cantidad u otros alimentos y nos ahorramos una buena cantidad de kilocalorías.
Además, los alimentos elaborados con harinas integrales tienen un índice glucémico menor. Los alimentos que producen curvas de glucosa en sangre menos pronunciadas se asocian en menor medida con la obesidad. Esto se debe a que no provocan tanta sensación de hambre como los que tienen un índice glucémico alto. Los alimentos con menor índice glucémico también se relacionan con un menor riesgo de desarrollar diabetes y, por todo ello, son una mejor opción que los que se elaboran con harinas refinadas.