La pasta es uno de los alimentos más demonizados en la dietética moderna, sobre todo por su alto contenido en hidratos de carbono de absorción alta, lo que dotan al alimento de un elevado índice glucémico.
La ciencia ha demostrado que una opción saludable frente a la tradicional pasta blanca es la versión integral de este producto, pero la industria alimentaria se aprovecha de la tradicional laxitud que rodea al etiquetado de los alimentos, que permite utilizar la palabra "integral" como reclamo aunque no se pueda calificar exactamente como tal.
Como explica la farmacéutica Marián Boticaria García en su libro El jamón de york no existe (Esfera de los libros, 2019), el único ingrediente que debe llevar una pasta para ser realmente integral es sémola integral de algún cereal.
Sin embargo, cuando uno se enfrenta al cada vez más numeroso estante de pastas en cualquier supermercado, es fácil que los ojos se disparen hacia una opción que puede parecer un punto intermedio entre la pasta blanca y la integral, que tiene fama de tener un sabor peor.
Se trata de la pasta de colores, que se vende como un alimento rico en verduras y mejor, por lo tanto, que sus homólogas blanquecinas. Pero la realidad es que, como resalta García, "estas espirales/ lacitos/ coditos que vienen en envases donde pone específicamente "para ensalada" y llevan dibujados tomates y espinacas en un tamaño considerable" tienen un contenido muy limitado de verdura. Según dos ejemplos que subraya la farmacéutica, en concreto, un 2,5% de espinacas y un 5% de tomate -el primero- y un 0,7% de espinacas en polvo y un 0,5% de tomate en polvo -en el otro-.
La alternativa realmente saludable
Sin embargo, y como también explica García en su libro, sí existe una pasta de colores que supone "una alternativa muy decente" a la pasta tradicional e incluso a la integral.
Se trata de las pastas verdes a base de harina de guisantes o las pastas rojas con harina de lenteja.
El contenido nutricional de estos productos es muy adecuado. "Tienen en torno a un 3% de azúcares, entre un 7-10% de fibra y 25% de proteínas", se puede leer en El jamón de york no existe.
Tienen, así, el doble de proteínas que una pasta integral. Dicho esto, parece absurda la duda. ¿Por qué no correr en busca de la pasta roja o verde que es realmente saludable? También lo explica la farmacéutica y es una razón muy simple: el precio. Estos productos pueden costar hasta seis veces más que una pasta integral normal y, además, no se encuentran en muchos supermercados ni en tiendas de conveniencia.