Uno de los efectos secundarios más comunes e inquietantes de la Covid-19 es la pérdida del sentido del olfato. Se trata de la anosmia y la ageusia (la pérdida de la capacidad para captar olores y sabores). El estudio de seroprevalencia español la diagnosticó en el 43% de los pacientes, y ha sido considerada como uno de los síntoma más decisivos y específicos de la enfermedad, hasta el punto de servir de detector en los puntos álgidos de la pandemia.
Los fenómenos ligados a los trastornos del olfato pueden incluir "cascomias, referidas a olores desagradables que se sienten frente a según que alimentos, personas o espacios físicos, que antes no se percibían en negativo, o las fantosmias, las alucinaciones olfativas, que nos hace percibir olores donde no los hay", explicaba Xavier Lao, otorrinolaringólogo y jefe de la nueva Unidad del Olfato del Hospital Universitario Mutua Terrassa (HUMT).
Una nueva investigación de la Universidad de Cincinnati, en Estados Unidos, ha detectado algunos mecanismos de adaptación comunes que ayudaron a los pacientes de Covid-19 a lidiar con la disminución del sentido del olfato, que afecta gravemente al sentido del gusto, según publican en la revista International Forum of Allergies & Rhinology. Volver a entrenar los sentidos afectados por la infección y estimular otros que acompañar al disfrute gastronómico son claves para recuperarse.
La combinación de la pérdida del olfato y el gusto -los sentidos quimiosensoriales- debida a la Covid-19 está asociada a la depresión, la ansiedad y el deterioro de la calidad de vida. "Una y otra vez escuchaba a la gente hablar de 'no puedo saborear nada, pero estoy comiendo una tonelada de alimentos crujientes o echo de menos hacer x, y o z', así que dije que tenemos que registrar lo que la gente está haciendo", explica Katie Phillips, profesora adjunta del Departamento de Otorrinolaringología, Cirugía de Cabeza y Cuello de la Facultad de Medicina de la UC.
"Es algo en lo que me centro ahora cuando veo a pacientes que han perdido el sentido del olfato debido a la Covid-19. Les digo que tienen que encontrar una forma de compensar, ya que no tenemos un fármaco mágico que pueda hacer que su sentido del olfato vuelva por completo cuando ha estado fuera durante algún tiempo".
"Parecía que a los pacientes que entrevistamos les gustaban las cosas frías. Les gustaban las bebidas carbonatadas y también la textura", prosigue. "A algunos les gustaban las cosas blandas, a otros les gustaban las cosas crujientes en ese sentido. Parecía que la textura era un componente realmente importante".
Phillips y su equipo documentaron las respuestas de los pacientes en el estudio. Muchos expresaban cosas como: "puedo obligarme a comerlo, pero no es agradable como antes"; "es muy, muy, muy incómodo, molesto, ya no puedo realmente disfrutar o decir que amo la comida" o "tengo cinco hijos y dos nietos y cocino mucho pero ahora es como si no quisiera cocinar. Mi forma de cocinar ha cambiado porque no puedo oler ni saborear la comida".
Phillips dice que algunas de las respuestas destacaron el impacto emocional en las personas que perdieron el sentido del olfato a causa del Covid-19. "Creo que el otro componente importante para todo este tema es el impacto real en la salud mental que tiene en los pacientes cuando no pueden saborear ni oler", señala. "
Phillips afirma que la gente se enfrentó a la pérdida del sentido del olfato empleando diversas estrategias. Algunos fueron a una tienda de velas o a una cafetería para experimentar los olores fuertes. Ella lo describe como un montón de ensayo y error. "Creo que sacar el conocimiento es la clave", apunta. "Esto es algo que repito a mis pacientes. Se trata más bien de cómo la gente en esa situación puede compensar. No creo que sea un mecanismo de tratamiento para la pérdida del gusto y el olfato. Se trata más bien de cómo afrontar esta pérdida", apostilla.