La hipertensión es uno de los problemas de salud más extendidos del mundo, y uno de los principales factores de riesgo cardiovascular. Aunque la principal vía de tratamiento es farmacológica, existen cambios conductuales en la alimentación y los hábitos de vida que pueden tener un efecto terapéutico comparable a la hora de reducir la presión arterial. En una edición especial con la que concluye el año, la revista Nutrients aborda los nuevos enfoques dietéticos recomendables para los problemas de tensión.
En base a estudios observacionales realizados con participantes franceses, el primero de los enfoques recomendados es una vieja conocida dentro de las dietas de nueva generación: la dieta DASH (Dietary Approach to Stop Hypertension), que ha demostrado la capacidad de reducir la presión arterial elevada tanto sistólica como diastólica. La clave está en la combinación de factores dietéticos seleccionados precisamente por sus efectos hipotensores: es baja en sodio, rica en potasio y fibra, y muy limitada en cuando al consumo de carne y grasas saturadas.
Según el estudio de cohorte galo, NutriNet-Santé, los participantes que fueron los menos fieles a estos factores mostraban una presión sitólica superior en 1,8 mmHg a los que se adhirieron más estrictamente a la DASH. La diastólica también era 0,6 mmHg más elevada. Sin embargo, también se detectaron otros factores capaces de reducir la incidencia de la hipertensión a la mitad y no directamente relacionados con la forma de comer, tales como el mantenimiento de un peso saludable, la práctica regular de ejercicio físico y la reducción del consumo de alcohol.
En concreto, otra encuesta de salud francesa, ESTEBAN, identificó una asociación entre la presión sanguínea y el alcohol en hombres, no en mujeres. Para salvar las limitaciones de los estudios observacionales, los editores hacen también referencia a ensayos clínicos. Es el caso del llevado a cabo en Irlanda con 97 personas que tomaron durante cinco semanas pan bajo en sal (0,3 g de sal por 100 g) o pan convencional (con un 1,2% de sal por producto). Los participantes que tomaron panes menos salados logaron reducir su presión sistólica hasta en 3,3 mmHg.
Otros nutrientes especialmente interesantes en la lucha contra la hipertensión son los polifenoles del aceite de oliva virgen extra. Y aunque hablemos de la joya de la dieta mediterránea, los editores se han ido a las antípodas para comprobar sus efectos: recurren al estudio australiano OLIVAUS, en el que se proporcionaron a los participantes 60 mL diarios de aceite o bien rico en polifenoles (360 mg/kg) o bien bajo (86 mg/kg) durante tres semanas. Únicamente el grupo expuesto a la mayor cantidad de estos antioxidantes naturales logró reducir la presión arterial sistólica periférica y central, en medidas de 2,5 y 2,7 mmHg respectivamente.
Otro curioso alimento identificado como beneficioso contra la presión sanguínea elevada es el zumo de remolacha, que ha ganado popularidad entre los deportistas como vasodilatador debido a su contenido natural en nitratos. Un consumo de este jugo durante dos semanas en adultos sanos pero de edad avanzada ha demostrado la capacidad de reducir la hipertensión tanto sistólica como diastólica en 6 y 4 mmHg respectivamente en comparación con el grupo que no lo tomó.
Los ensayos clínicos recogidos en la edición especial evidencian por tanto que la reducción de la sal, o del sodio, supone una estrategia terapéutica para abordar la hipertensión y otros problemas cardíacos relacionados, como la aterosclerosis o rigidez de las arterias. La ingesta de nutrientes bioactivos, como los polifenoles del aceite de oliva y el nitrato de la remolacha, también son efectivos, pero no se limitan a estos alimentos. El consumo de suplementos de vitamina D, por otra parte, no se ha demostrado efectivo salvo en casos muy acentuados.
<p">Los compuestos alimenticios que pueden ayudar a modular la tensión arterial según las revisiones incluidas en la edición especial abarcan el licopeno, un carotenoide presente en frutas y verduras de color rojo; los ácidos grasos omega-3, que se encuentran en el pescado y algunos frutos secos; las catequinas, presentes en bebidas como el té; y la fibra alimentaria, que se encuentra en las comidas de origen vegetal.
"La terapia detética ha demostrado repetidamente su eficacia a la hora de controlar la presión sanguínea mediante patrones alimentarios, como la dieta DASH o la mediterránea, o mediante nutrientes bioactivos que incluyen nutrientes vasoactivos", concluyen los editores.