Que las fiestas navideñas en nuestro país han cambiado en muchos aspectos es una realidad. El ejemplo más claro es la progresiva sustitución de los Reyes Magos por Papá Noel, importado de otras tradiciones. Sin embargo, hay un elemento que permanece desde hace muchos años: el turrón. Es cierto, no obstante, que, como todo, ha evolucionado y han aparecido nuevas variedades, más allá de los dos grandes clásicos: el turrón blando (o de Jijona) y el duro (o de Alicante).
Hoy, en cualquier tienda o supermercado, la infinita variedad es más que evidente. Junto a los dos anteriores podemos encontrar turrones de chocolate, de coco, de yema, de praliné, de arroz con leche, de nata y nuez o, incluso, de licores varios. Lo que muchos no saben es que la ley marca qué es lo que debemos entender por turrón (y sus variedades). En concreto, el Real Decreto 1787/1982 nos ofrece la definición de turrón, turrones diversos y turrones con féculas.
Aunque existen importantes diferencias, a tenor de las definiciones legales, no hay que perder de vista que también son similares en algunos aspectos. Por ejemplo, en principio todos ellos tienen en común dos ingredientes: el azúcar (o algún endulzante sustituto como miel o edulcorantes) y la almendra (que puede ser sustituido, en ocasiones, por otros frutos secos).
Por eso, ante esta creciente variedad, mucha gente se pregunta cómo elegir el que sea más saludable. La revista Consumer ha analizado y comparado diferentes variedades y marcas de los conocidos como turrones “variados”. La conclusión es que, si bien ninguno entra dentro de la categoría de alimento de consumo frecuente, algunos son más recomendables que otros. Entre los peores, encontramos los de chocolate; entre los menos perjudiciales, en cambio, los de yema.
Más frutos secos, menos azúcar
Si bajamos al detalle para tratar de encontrar las claves que hacen que un turrón sea más o menos saludable, no podemos dejar de mencionar dos ingredientes: los frutos secos y el azúcar. Y cada uno de ellos por motivos diametralmente opuestos.
Por un lado, los frutos secos, en especial la almendra, son, con toda seguridad, los ingredientes más nobles y sanos que podemos encontrar en el turrón. De hecho, es tal su importancia que su categoría, es decir, la calidad, se establece en función de la proporción que contiene. A mayor contenido en fruto seco mayor calidad del turrón, de modo que la legislación marca los mínimos para que un turrón sea incluido en una u otra categoría:
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Calidad Suprema (64% en turrones blandos; 60% en turrones duros).
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Calidad Extra (50% en turrones blandos; 46% en turrones duros).
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Calidad Standard (44% en turrones blandos; 40% en turrones duros).
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Calidad Popular (30% en turrones blandos; 34% en turrones duros).
Por otro lado, tenemos el azúcar. Como es bien sabido, el azúcar es uno de los peores enemigos de una buena salud. Basta recordar que desde la OMS se recomienda a los adultos reducir el consumo de azúcar al 5% de la ingesta calórica diaria, lo que equivale, en adultos sanos, a unos 25 gramos al día.
Sin embargo, y visto lo anterior, en el mejor de los casos, solo el 64% del turrón es fruto seco, de lo que se deriva que el 36% restante está compuesto por otros ingredientes que, mayoritariamente, son azúcar (o, en su caso, miel), jarabes de glucosa y fructosa y aceites vegetales que, por lo general, son de baja calidad.
Conforme cae la calidad del turrón -y, en consecuencia, la proporción de almendra o frutos secos- mayor es la proporción de azúcares, hasta el punto de que en algunos de ellos se convierte en el ingrediente principal.
Esto significa que, en los peores casos, hasta alrededor del 70% de la tableta de turrón puede ser azúcar. Dicho de una forma más clara: en una tableta de 250 gramos, la cantidad de azúcar puede variar entre 175 y 90 gramos. Sin duda, una cantidad excesiva, incluso aunque comamos un trozo no demasiado grande.
¿Y los turrones diversos?
Además de los turrones clásicos, existen muchas otras variedades, encuadrados en la categoría de “turrones diversos”. Aquí encontramos los de chocolate, praliné o yema, entre otros, que tienen sus propias características. Por ejemplo, en los ingredientes, la cantidad de azúcar o el tipo de grasas.
Una de las principales diferencias con los anteriores es que la proporción de materias básicas -es decir, almendra (u otro fruto seco), coco, yema o cacao- exigidos para alcanzar la categoría Suprema es solo del 45%. En consecuencia, la cantidad de azúcares se dispara, en muchos casos hasta por encima del 50%. El motivo es que este ingrediente no solo sirve para endulzar, sino que es necesario para darles el sabor y la textura buscada, así como para alargar su vida útil sin necesidad de conservantes.
Las grasas son otro elemento fundamental. No tanto por su cantidad, sino por la calidad, lo que se relaciona con los ingredientes básicos con los que se confeccionan. Así, en algunas variedades, en especial, la de chocolate y praliné, el uso de manteca de cacao es predominante.
Esto genera una diferencia muy importante con turrones en los que la materia grasa proviene, sobre todo, de los frutos secos, como la almendra. Desde una perspectiva nutricional, la manteca de cacao es mucho menos saludable por su menor contenido de ácidos grasos insaturados, como oleico y linoleico, y la mayor presencia de los ácidos grasos saturados de cadena larga, como esteárico y palmítico.
Sin azúcares añadidos
Una alternativa cada vez más presente, tanto en las variedades tradicionales como en las más innovadoras es el turrón sin azúcares añadidos. En tales casos, nos quitamos de encima uno de los elementos más perjudiciales: el azúcar.
De esta forma, si bien es cierto que tampoco se puede considerar un dulce saludable, el perfil de la grasa que contenga determinará hasta qué punto es perjudicial. Son menos desaconsejables aquellos que contengan una menor cantidad de grasas saturadas, lo que equivale a decir que cuanta más presencia de almendra, mejor.
La importancia de la etiqueta
En definitiva, dar preferencias a las variedades de turrón con menos azúcares y en las que los frutos secos -en especial la almendra- sean los principales protagonistas, frente a otros ingredientes que contengan grasas más perjudiciales, permitirá que el consumo ocasional de turrón durante las fiestas no sea dañino.
Una buena estrategia para escoger es fijarnos en los ingredientes y los valores nutricionales, lo que nos permitirá diferenciar entre productos que por empaquetado nos parezcan prácticamente iguales. Además, la etiqueta Nutri-Score también puede ayudarnos en esta, en ocasiones, difícil tarea. Aquellos que contengan una mayor proporción de azúcar y grasas saturadas poseen la etiqueta Nutri-Score E.
En cambio, los menos perjudiciales, es decir, los turrones sin azúcares añadidos y que aportan pocas grasas saturadas por su contenido en almendras, pueden calificarse con la etiqueta Nutri-score A. Y un único turrón del análisis de Consumer obtiene la 'luz verde': el 'yema tostada sin azúcar', que se encuentra de marca blanca en Eroski o comercializado por Turrones Vicens.