El yogur líquido es otro de esos inventos de la industria láctea cuyas propiedades han sido elevadas por encima de sus posibilidades gracias a unas potentes campañas de marketing. Cuando uno piensa en esta variedad suele imaginarse un envase en el que aparecen frutas como la fresa, el limón o el plátano. En realidad, si atendemos a la etiqueta de cualquiera de estas botellas, podemos ver que la fruta no la han visto ni en pintura, y que, al contrario de lo que nos quieren hacer creer, no son tan saludables como parecen.
Así lo denuncian el dietista-nutricionista Julio Basulto y el pediatra Carlos Casabona en el libro Beber sin sed. Guía para elegir lo que bebes (Paidós, 2020). "En los envases revisados de una marca que lleva estampados unos trozos de plátano y una fresa, el porcentaje de fruta es de 0,8% y 1,3% respectivamente. En otra presentación con arándanos volando por el cartón y preciosas frambuesas, la composición no deja lugar a dudas, llamándonos, subrepticiamente, inocentes: leche rehidratada, leche deshidratada, leche semidesnatada, azúcar, zumo de granada (1%) y pulpa de arándanos a partir de concentrados [...]", escriben los expertos. "¿Crees que las vitaminas y los minerales que aporta son necesarios, o más bien es para que no se te abran los ojos como platos cuando leas que el contenido de fruta no supera el 2% y que lleva dos tipos de azúcares añadidos?", añaden.