La sal forma junto al azúcar añadido y las grasas la 'troika' de aditivos alimentarios más denostados por sus efectos perjudiciales para la salud. Con un consumo aproximado de 5.060 mg diarios de sodio, los españoles superamos el límite que marca la Organización Mundial de la Salud (OMS), que insta a que no se superen los 5.000 mg (o 5 gramos). Esto, que se traduce en un mayor riesgo cardiovascular, metabólico y de obesidad, se produce especialmente por el consumo de comidas y bebidas procesadas según la Fundación Española de Nutrición (FEN).
Una de las patologías más comunes que puede potenciar la sal es la hipertensión arterial. Se trata de una enfermedad crónica caracterizada por un incremento continuo de las cifras de la presión sanguínea por encima de los límites recomendados, lo que produce un aumento del riesgo de accidente cardiovascular. Existen enfoques alimentarios para abordar estos problemas, como son la cardiosaludable dieta DASH o el uso de especias sustitutivas para dar sabor a los platos. Por otro lado, diversas organizaciones sostienen que los saleros deberían llevar mensajes de advertencia similares a los de las cajetillas de tabaco.
Según la Asociación Americana del Corazón, reducir la ingesta de sodio en un 30% podría ayudar a disminuir la presión arterial y a evitar otros 40 millones de muertes en todo el mundo. La hipertensión sensible a la sal se da en aproximadamente la mitad de los pacientes en EEUU, donde uno de cada dos adultos ya sufre de por sí de tensión arterial elevada. Entre los males asociados a esta situación se encuentra la aterosclerosis o endurecimiento de las paredes arteriales, lo que a su vez se relaciona con ataques al corazón, infartos y secuelas de daño crónico a los riñones.
Un nuevo estudio llevado a cabo por la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston (EEUU) ha descubierto que un tipo de medicamentos usada para relajar los músculos o los vasos sanguíneos, denominados 'alfabloqueadores' de forma genérica, pueden suponer un nuevo enfoque para tratar a los pacientes hipertensos y sensibles a la sal. En concreto, el antagonista de los receptores α1 adrenérgicos reduciría la actividad de un mecanismo del riñon que reabsorbe la sal para reducir la presión arterial.
Para llegar a esa conclusión, los investigadores usaron un modelo experimental al que se le proporcionó una dieta rica en sal para reproducir lo que supondría alimentarse según el patrón de la 'dieta occidental', predominante en el mundo industrializado. Tras producirse una elevación de la presión sanguínea, un parte de los modelos fueron tratados con un alfabloqueante del receptor α1adrenérgico que logró bajarles la tensión a base de atenuar la actividad del riñón a la hora de absorber sal.
"Nuestros datos sugieren que bloquear estos receptores renales puede suponer una formar de tratamiento para los pacientes que sufren de hipertensión reactiva a la sal", explica el Dr. Richard Wainford, profesor asociado de Farmacología y Terapias Experimentales de la Escuela de Medicina, y uno de los autores. Según el especialista, este trabajo subraya la importancia de abordar la enfermedad hipertensa desde una perspectiva integral.
En este caso, se trata de examinar la interacción entre diferentes sistemas de órganos en lugar de trabajar de forma aislada, siendo el primero el sistema nervioso simpático y el segundo, el renal. "Esperamos que estos estudios que revelan un nuevo mecanismo ligado a la sensibilidad a la sal de la presión arterial permitan desarrollar nuevos enfoques terapéuticos para tratar la hipertensión", concluye Wainford.