Limitar el consumo diario a las 2.000 kilocalorías que corresponderían a un adulto no es tarea fácil en un entorno obesogénico: incluso manteniendo hábitos saludables, lo más frecuente es que nos pasemos sin darnos cuenta al comer fuera o al adquirir productos procesados en el supermercado.
Tomar menos todavía se antoja como un reto inasumible, lo que no deja de ser un problema: una restricción calórica significativa se relaciona con beneficios para la salud como pueden ser una reducción del riesgo de cáncer, de enfermedades cardiovasculares, de enfermedades neurodegenerativas como el Alzhéimer y, en general, con una mayor longevidad y un mejor estado de salud general.
Un nuevo estudio dirigido por dos investigadores del Centro de Investigación Scripps de EEUU, Bruno Conti y Gary Siuzdak, ha conseguido resaltar un factor crucial en la relación entre la mejora de los marcadores saludables en el organismo y el control dietético de las calorías: la temperatura. En base a sus conclusiones, publicadas en Science Signaling, plantean que este mecanismo podría estimularse con un fármaco que imitase los efectos del frío sobre el organismo.
Conti ha dedicado años de investigación el fenómeno de la restricción calórica en relación a la mejora de la salud, con la vista puesta en aplicarlo a medicinas que simulen los efectos que se producen de forma natural cuando un individuo come menos. Y una de las observaciones recurrentes es que, para los mamíferos como los humanos, uno de los primeros efectos de la restricción calórica es la caída de la temperatura corporal.
Es una respuesta evolutiva, explica el investigador, para ayudarnos a conservar la energía necesaria para que el individuo, en una situación biológica de vida o muerte, fuera capaz de resistir hasta encontrar la siguiente fuente de alimento. La mitad de lo que comemos, estima, se "quema" para mantener nuestra temperatura corporal; sin embargo, debido a hábitos como el sedentarismo y a las comidas hipercalóricas, los humanos modernos tendemos a sobrepasar nuestras necesidades energéticas.
El trabajo previo de Conti advirtió que la reducción de temperatura es capaz de incrementar la longevidad independientemente de la restricción calórica, ya que estos dos efectos involucran la activación de determinados procesos celulares paralelos pero desconocidos en gran medida. Por otro lado, trata de evitar el enfriamento por la menor ingesta de calorías puede tener efectos contraproducentes.
Así, un estudio con ratones comprobó que si su temperatura corporal se mantenía estable pese a recibir una dieta hipocalórica, los marcadores de efectos preventivos contra el cáncer se difuminaban. "No es fácil discernir qué hay detrás de los beneficios de la restricción calórica. ¿Es el recorte de calorías en sí, la reducción de la temperatura corporal o es una combinación de ambos factores?", plantea.
Para tratar de arrojar luz, los investigadores diseñaron un experimento para evaluar ambos procesos por separado. Se seleccionó a un grupo de ratones con una dieta hipocalórica a los que se mantuvo a 22 ºC, y otro que permaneció a 30 ºC ambientales. A este último grupo se le había provocado un estado de la denominada como 'termoneutralidad', que implica que el animal no tiene facilidad para reducir su temperatura corporal.
A continuación se evaluaron los metabolitos, los compuestos químicos producidos por el metabolismo de cada ratón, mediante una tecnología que bautizaron como 'metabolómica'. Esto les permitió detectar las moléculas en el flujo sanguíneo y el cerebro que se vieron modificadas por la reducción o bien de nutrientes o del calor interno.
"Los datos indicaban que la temperatura tiene un efecto similar o mayor que los nutrientes sobre el metabolismo cuando se produce la restricción calórica", explica Conti. Una vez identificados los metabolitos relacionados más cercanamente con la activación del enfriamiento del organismo, los investigadores probaron a administrárselos a otro grupo de ratones como si fueran un fármaco, obteniendo efectos similares.
Estos "mimetizadores de la temperatura", concluyen, podrían desarrollarse para activar los efectos de la pérdida de temperatura corporal sin tener que enfriar forzosamente el organismo del sujeto ni inducirle una estricta restricción calórica.