Este año se ha hecho de rogar, pero el frío ya está afectando a toda España, incluidas las zonas en las que hace no más de un mes se podía pasear en manga corta por la playa y sin inmutarnos. Junto con el frío llega la temporada de resfriados, los labios agrietados y un sinfín de efectos que todo el mundo conoce, aunque muchas veces desconozcamos las verdaderas razones.
Fríos y resfriados, una pareja misteriosa
Después del "ponte una rebequita, que refresca", a menudo suele venir el "si no te abrigas cogerás una pulmonía". Estas son dos de las frases más clásicas que pronuncian nuestras madres, pero también las más discutidas, ya que hay quien considera que en realidad el frío no tiene relación directa con los constipados, mientras que otros esgrimen varias hipótesis científicas que sí apoyarían dicha vinculación.
Por un lado, sí que es cierto que hay muchos factores que hacen más probable contraer un resfriado en invierno, sin tener que pasar frío para ello. Por ejemplo, las inclemencias meteorológicas llevan a que la gente pase más tiempo en sitios cerrados y mal ventilados, aumentando con ello las posibilidades de contagio.
Sin embargo, existen varios estudios que analizan de qué modo el frío aumenta la propensión a la enfermedad. Por ejemplo, un estudio de 2007 llevado a cabo por investigadores del Hospital Monte Sinaí de Nueva York establece tres posibles causas por las que el virus Influenza, causante de la gripe, sobrevive con más facilidad durante el invierno.
Para empezar, el aire frío seca las mucosas de la nariz y hace más rígidos los cilios de las cavidades nasales, dificultando que ambas estructuras limpien la entrada de agentes patógenos. El segundo mecanismo está relacionado con la baja humedad relativa que reina los ambientes invernales. Al parecer, la estabilidad viral es máxima en ambientes muy secos, disminuyendo notablemente a medida que aumenta la humedad, por lo que el virus sobreviviría mejor durante el invierno.
La baja humedad relativa también hace más probable el contagio, ya que en ambientes húmedos las partículas de virus exhaladas se estabilizan y quedan bloqueadas en el aire, mientras que en ambientes secos se evapora rápidamente el agua que las rodea y fluyen con más facilidad entre vías respiratorias.
Pero el Influenza no es el único virus temido durante el invierno, ya que también es muy frecuente contraer el Rhinovirus, responsable del resfriado común. Y este precisamente fue en 2014 el objetivo de un estudio publicado en PNAS, en el que se establece que dicho virus se reproduce con más facilidad en el ambiente nasal, ligeramente más frío que el de los pulmones.
Tiempo de protectores labiales
Otro dato indiscutible del invierno es la propensión de los labios a agrietarse por los efectos del frío. ¿Pero a qué se debe este fenómeno? De nuevo la responsable es la baja humedad relativa del aire invernal, ya que al toparse con los labios se lleva más humedad de la que deja sobre ellos.
Esto ocurre también en el resto de la piel expuesta al aire, pero los labios contienen menos glándulas sebáceas, por lo que están menos lubricados en ese aspecto. Para colmo, ante las primeras señales de desecación tendemos a lamernos los labios, en busca de reponer el agua perdida, pero la saliva se evapora rápidamente, produciendo el efecto contrario.
El hielo también quema
No sólo el sol puede producir quemaduras. De hecho, el hielo puede producir quemaduras igualmente dolorosas. El ejemplo más claro está en los tratamientos que se realizan con nitrógeno líquido, que se encuentra a muy baja temperatura.
Esto se debe a que se produce una gran transferencia de calor desde la piel hasta el hielo, dando lugar a una bajada notable de temperatura en los fluidos de las células. Como consecuencia, se producen cristales que pueden desgarrar las membranas celulares, causando mucho dolor.
Frío para adelgazar
Otro dato curioso del frío es su capacidad para conseguir que quememos calorías y, por lo tanto, podamos perder peso. Esto tiene que ver con las células constituyentes del tejido graso, conocidas como adipocitos. Existen dos tipos: los adipocitos blancos y los marrones, encargados del almacenaje y la liberación de energía respectivamente.
Son precisamente estos últimos los culpables de este curioso efecto del frío, ya que ante una bajada brusca de la temperatura el organismo desencadena un mecanismo de defensa consistente en la quema de grasa marrón, con el fin de generar calor.
De hecho, ésta es también la causa por la que tiritamos cuando tenemos frío, ya que estos movimientos espasmódicos queman una cantidad de energía suficiente para estabilizar la temperatura corporal.