Durante los últimos años, la proteína animal, y concretamente la carne magra, no disfruta de demasiada buena publicidad. Cada vez son más los estudios que abogan por reducir el consumo de carne en general, sobre todo cuando se trata de carne roja, sustituyéndola o bien por carne de ave (carne blanca, sin confudirla con la carne de cerdo como han llegado a hacer algunos), o bien directamente por alternativas vegetales ricas en proteínas, como podría ser el caso de las legumbres, o incluso la novedosa proteína de hongos.
En general, los últimos trabajos sugieren que la proteína vegetal es más saludable y medioambientalmente más sostenible que la proteína animal, algo que conllevaría reducir el consumo de carne en general. Sin embargo, eso no quiere decir que el consumo de carne magra sea perjudicial. Al menos, así lo sugiere un nuevo trabajo a cargo de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Indiana-Bloomington: consumir carne magra, dentro de una dieta saludable, no perjudica la salud cardiovascular.
Y es que, según este nuevo estudio, el consumo de carne magra no tiene por qué aumentar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares o diabetes tipo 2, como han llegado a afirmar otros trabajos anteriores. En definitiva, la carne magra, siempre que se consuma dentro de una dieta saludable en general, no afecta negativamente por sí misma.
Para demostrarlo, los investigadores, dirigidos por el profesor de Ciencias Aplicadas de la Salud Kevin C. Maki, llevaron a cabo un estudio con 33 individuos (26 mujeres y 7 hombres) con riesgo de sufrir una diabetes tipo 2 a largo plazo. Todos ellos siguieron una dieta saludable, según las directrices dietéticas de los Estados Unidos de 2015. En este caso, la única diferencia era la carne magra (de ternera, en concreto).
En este caso, el estudio comparó los patrones de alimentación saludable al estilo estadounidense, donde la media de carne roja consumida suele rondar apenas los 35 gramos diarios, con un patrón alimentario similar donde se añadían hasta 150 g de carne de ternera por día.
Los participantes completaron un ensayo clínico cruzado aleatorio, es decir, todos ellos fueron asignados al azar a uno de los grupos para seguir un patrón alimentario durante 4 semanas. Posteriormente, realizaron un periodo de lavado de 2 semanas (llevando a cabo una dieta libre por su cuenta), y luego volvieron a llevar a cabo una dieta controlada durante otras 4 semanas. Al final del estudio, todos los participantes habían llevado a cabo ambos tipos de dietas durante el estudio.
Durante uno de los periodos, uno de los grupos consumió una dieta saludable habitual, mientras que el otro añadió 150 gramos diarios de carne de ternera, a cambio de reducir carbohidratos refinados. A parte de dicha modificación, la dieta de los participantes era muy similar. Y, posteriormente, tras el periodo de lavado, los participantes hacían el otro tipo de dieta.
Según comenta Maki, en la mayoría de indicadores de salud cardiometabólica, como la sensibilidad a la insulina o los niveles de colesterol LDL o "colestrol malo", no hubo diferencia entre las dietas. La única diferencia significativa, puntualiza, es que sí hubo un mayor porcentaje de colestrol LDL más grande y menos denso; según explica, este hallazgo es mportante, dado que las partículas LDL más grandes y menos densas son menos propensas a promover la arteriosclerosis.
Asimismo, por otra parte, Maki y sus colegas hacen hincapié en el hecho de que la carne roja, por sí misma, no tiene por qué ser perjudicial siempre y cuando se consuma dentro de un patrón saludable general. De hecho, la carne es un alimento denso en nutrientes como las mencionadas proteínas animales, el hierro o el zinc. Sin embargo, no son pocos los trabajos que la han relacionado con el aumento de riesgo de diabetes tipo 2 o las enfermedades cardiovasculares.
En este trabajo, paradójicamente, no han encontrado tal relación. Pero, como bien destacan los investigadores, hay un punto clave a tener en cuenta: aunque se aumento la ingesta de la carne roja, también se reemplazó por carbohidratos refinados. Aún así, los mismos autores sostienen que el objetivo de su investigación no es alentar al consumo de la carne roja, sino más bien demostrar que no es responsable de determinados perjuicios en la salud.