La crononutrición, que es el control estricto de las horas del día en las que se come, ha ido cobrando importancia en diversas investigaciones científicas. Inicialmente se desechó la idea de que el tiempo fuese importante o tuviese algún tipo de influencia en la salud general, o en el metabolismo en particular. Pero ahora se sabe que, lejos de carecer de influencia, la crononutrición es esencial para el metabolismo.
De hecho, el año pasado un estudio confirmó lo que ya anunciaba y recomendaba la cultura popular: cenar temprano ayuda a no engordar y mantener la salud. Dejaba así de ser un dicho popular para convertirse en una evidencia científica. Ahora, un nuevo trabajo publicado en la revista Nutrients ha vuelto a hacer hincapié en el impacto del horario de las comidas: desayunar pronto también ayuda a no engordar.
Se sabe, según los investigadores, que los patrones alimentarios humanos son muy diversos y que el horario de las comidas tiene una gran influencia sociocultural y hereditaria. Actualmente se sabe que el momento de la ingesta alimentaria, es decir, el ámbito de estudio de la crononutrición, tiene una gran influencia en el equilibrio energético y el metabolismo: las comidas nocturnas se asocian típicamente con un exceso de ingesta energética y un mayor IMC, en comparación a los que priman las comidas matinales o más tempranas.
De hecho, algunos trabajos ya han sugerido que comer más por la mañana en comparación a comer más por la noche favorece la pérdida de peso, independientemente de la ingesta calórica total del día.
La importancia del cronotipo
También se sabe que existe una clara variabilidad individual. Cada persona tiene unas preferencias determinadas, ya sea a nivel de horario de sueño, actividad física o alimentación. Es lo que se conoce como cronotipo.
En el caso del cronotipo matutino, se trata de individuos con una menor susceptibilidad al hambre o a los impulsos. En el caso del cronotipo tardío, se trata de individuos con un IMC más elevado, conductas compulsivas, y tendencia a la ingesta calórica a horas más tardías, donde prima la comida rápida y el alcohol y existe una significativa falta de frutas y verduras.
Algunos trabajos ya habrían sugerido que estas variaciones en los horarios de las comidas tendrían cierta influencia en el apetito. Sin embargo, la mayoría de la evidencia disponible se basa en encuestas autoinformadas de sus participantes, con tendencia a errores en el recuerdo de los alimentos.
En el caso del nuevo trabajo, se realizó un ensayo clínico controlado con el objetivo de vislumbrar si el horario de las comidas y el cronotipo de los individuos tienen un efecto real en el apetito y la forma de responder a los alimentos.
El estudio
Para responder a esta duda, el equipo internacional de investigadores de Reino Unido, Arabia Saudí y Dinamarca analizaron a 44 individuos. Todos ellos se sometieron al cuestionario Morningness-Eveningness (MEQ) donde se evaluó su preferencia de comidas, y se les clasificó según su cronotipo.
Todos ellos tenían entre 18 y 25 años, no eran vegetarianos, no solían desayunar, no hacían una dieta determinada, y no habían sido diagnosticados de ningún trastorno de la conducta alimentaria. Además, tras clasificarlos en cronotipo matutino o tardío, también se les midió su altura, peso y circunferencia abdominal y de cadera, además de calcular su IMC con impedancia bioeléctrica.
Todos los participantes asistieron al laboratorio en dos ocasiones, separadas por varios días, tras haber ayunado durante al menos 3 horas, absteniendose de realizar ejercicio, tomar alcohol durante las últimas 24 horas o tomar café durante las 12 horas anteriores al experimento. En ambas ocasiones todos los individuos asistieron al laboratorio para una prueba temprana (entre las 8 y las 10 de la mañana) y una prueba tardía (entre las 16:00 y las 18:00 de la tarde). En ambos casos se les ofreció una comida de prueba con un nivel calórico fijo, adecuado al horario.
Posteriormente, tras finalizar ambas comidas, los participantes debían evaluar su apetito (hambre, saciedad, deseo de comer...) y también la sensación que les provocó dichas comidas (dulzor, sabor, placer añadido...). Según las conclusiones del estudio, las comidas matutinas implicaban un menor apetito en todos los grupos, independientemente de su cronotipo.
Las conclusiones
Sin embargo, los participantes clasificados como cronotipo matutino tendían a ver la comida como "más abundante" en comparación al cronotipo tardío, sobre todo en el horario de prueba matinal, lo cual indicaría que tanto las horas de las comidas como el cronotipo tendrían influencia en la ingesta total.
Además, el horario matinal también se asociaba con una mayor sensación de llenado y un menor gusto y deseo por los alimentos ricos en grasa, sobre todo en el caso del cronotipo matutino; de hecho, el cronotipo tardío tenía más tendencia a la búsqueda de alimentos ricos en grasas.
Por ello los investigadores sugieren que comer más pronto tendría una influencia significativa en el control del peso, aunque el cronotipo o preferencias de horarios de comidas por parte de cada persona también deberían tenerse en cuenta.