Los grandes placeres del verano no tienen por qué implicar el gasto de mucho dinero. Casi todos tienen que ver con poder aprovechar todo el día al aire libre. Tumbarse al sol sobre una toalla, leer bajo la sombra de un árbol o ver una película en un cine de verano. En esta estación muchos planes están relacionados con descansar y, en consecuencia, podemos descuidar nuestra forma física al no estimular nuestros músculos ni quemar tantas calorías como hacemos durante la rutina habitual de trabajo.
Sin embargo, el verano también puede vivirse de una manera activa. Si bien es cierto que no es recomendable realizar esfuerzo físico en las horas de más calor -cuando los rayos solares inciden con más fuerza-, pueden aprovecharse varios entornos naturales para hacer deporte. En este caso, las cremas de protección solar deben convertirse en un producto indispensable para repeler la radiación UVA, que puede provocar quemaduras en la piel, y la UVB, que penetra más allá de la superficie y puede alterar la química de las células.
Uno de los entornos favoritos de los veraneantes para realizar actividades físicas es la playa. En este lugar se pueden realizar ejercicios tanto en el agua como en tierra firme y, además, cualquiera puede disfrutar de ella. Nadar en el mar o correr sobre la arena blanda son actividades que estimulan de manera especial la musculatura de las extremidades, pero están contraindicadas a deportistas principiantes y, aquí viene la sorpresa, a las muchas personas que sufren de la espalda. Y eso que caminar por la playa es una actividad accesible para todos y que cuenta con muchos seguidores.
Beneficios y riesgos
Esta actividad tiene ciertos beneficios: el ambiente de la playa influye en la disminución del estrés y de la ansiedad, la arena actúa como un exfoliante natural en los pies y, al tratarse de un suelo más blando que el pavimento o los adoquines, el impacto de la pisada en las articulaciones es menor. La Sociedad Española de Biomecánica y Ortopodología (Sebior) explica en su página web, además, que cuando la piel entra en contacto con la arena "estimula el riego sanguíneo y mejora el flujo, lo que previene la formación de varices o la sensación de pies hinchados". Sin embargo, esta actividad también cuenta con posibles riesgos.
"No es lo mismo caminar por la parte de arena seca que por la arena mojada. Andar sobre la arena seca supone a una persona sana un mayor esfuerzo y, de esta manera, hace más ejercicio. La parte mojada es como otro terreno duro y, por tanto, es más fácil caminar por ella", explica Carlos León, jefe de sección del servicio de Traumatología y Cirugía Ortopédica jubilado del Hospital Clínico San Carlos. "De todas formas, ambas superficies suelen ser irregulares. La arena seca presenta desniveles y la mojada, una cierta inclinación".
Por esta razón, las personas pueden sufrir afecciones en los tobillos, las rodillas y la cadera cuando caminan sobre estos terrenos. "Debemos pensar que, cuando caminamos, el peso total del cuerpo se carga sobre un tobillo. Es decir, una media de 70 kilogramos sobre unos 4 centímetros cuadrados. El pie debe adoptar diferentes posturas para que el cuerpo se estabilice". Con estos movimientos se pueden producir esguinces y sobrecargas musculares.
La jefa del Servicio de Rehabilitación del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, Olga Arroyo, explica por su parte que caminar por la playa "puede tener un excelente efecto terapéutico", pero que hacerlo en la arena seca tiene más riesgo. Así, sería más recomendable caminar por la parte mojada tanto para personas mayores de 60 años como para aquellos que tengan alguna afección en la espalda.
El mejor suelo de la playa
Para evitar las lesiones que menciona León, se recomienda que busquemos el terreno más parecido al suelo normal, de la calle o de una casa. Es decir, la mejor opción para caminar en la playa es la porción de arena mojada que se encuentra cerca de la orilla. Es una superficie más compacta y dura, lo que permite moverse realizando un esfuerzo menor. De todas formas, es importante ubicarse en la zona más horizontal y menos inclinada. Además, mientras nos encontremos en contacto con la arena, es mejor hacerlo descalzos que con zapatillas. Los paseos, además, no deben ser demasiado largos porque nuestros pies no están hechos para andar descalzos durante mucho tiempo y podemos manifestar una fascitis plantar.
León recuerda que, las personas que han atravesado un cirugía en las articulaciones del tobillo, las rodillas o la cadera deben comenzar andando sobre una superficie plana y, por tanto, es mejor que se abstengan de dar paseos por la playa. Si su pronóstico mejora después de la rehabilitación, estos pacientes podrán comenzar a desplazarse en diferentes tipos de terrenos.
"Sin embargo, andar dentro del agua puede resultar muy beneficioso. El paciente debe de avanzar haciendo fuerza contra la corriente y, de esta manera, puede mejorar el tono de sus músculos. Es como recibir un masaje con compresión", destaca el traumatólogo.
Tumbarse a la bartola
Además de dar paseítos por la playa, otra actividad típica del verano es tumbarse a tomar el sol. En el caso de hacerlo sobre una toalla y para evitar que la espalda se resienta, Arroyo recomienda tumbarse con las rodillas recogidas, para evitar que se produzca hiperlordosis, que es el aumento de la curvatura de la columna vertebral.
Otra opción es colocarse un cojín debajo de las rodillas o, por supuesto, sentarse en una silla, donde la postura ideal sería con las caderas y las rodillas a 90 grados, que debe ser también el ángulo entre el respaldo y el asiento.
Así, la especialista en medicina de rehabilitación aboga contra el uso -al menos a largo plazo- de las hamacas y, en el caso de optar por tumbonas, reclama que la loneta no sea excesivamente blanda, que esté tensa.
Se opte por lo que se opte, y como ocurre con cualquier otra actividad sedentaria, la médica tiene claro que, cada dos horas, la persona debe levantarse y darse un paseo, "sobre todo la gente mayor".
Por último, la experta advierte contra un problema que afecta también a la salud de la espalda y los huesos, que es el uso de chanclas de dedo y otro tipo de calzado "que no sujeta el retropie". "Las peores consecuencias de estos periodos de descanso en la playa las vemos en la patología tobillo / pie", concluye.
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