La llegada del verano de 2023 vino acompañada de la primera ola de calor en los últimos días de junio, con récords que superaron los 44ºC de máxima en el cuadrante suroeste peninsular. El paso a julio ha traído un contraste de temperaturas bajas para la época y salpicadas de tormentas en la mitad norte, mientras el sur ha seguido en alerta por calor. Esta situación anómala llega a su fin con el comienzo a partir del domingo del segundo gran episodio cálido de esta estación, que puede llegar a prolongarse considerablemente a lo largo de esta semana.
Según recordaba Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), las olas de calor solo se certifican a posteriori, cuando se ha comprobado que, en un mínimo del 10% de las estaciones y durante un mínimo de tres días, las temperaturas registradas están por encima del percentil del 95% de la serie histórica. Sin embargo, los modernos métodos de predicción permiten anticipar que estamos a las puertas de la que sería la segunda ola de calor oficial de este verano al cumplir con los "umbrales de intensidad, extensión y duración".
Así, a partir de este domingo, Aemet pone en aviso por un "ascenso generalizado" de las temperaturas, que podrán alcanzar los 44 grados de máxima durante el episodio, afectando a toda la Península y Baleares, excluído el Cantábrico. Es una ligera rebaja sobre las primeras predicciones meteorológicas que hablaban de más de 45ºC. Sin embargo, no nos libraremos de las noches muy calurosas, con valores de entre 21 y 24 grados, bordeando las 'noches ecuatoriales'. Por el día, se llegará a los 38ºC en gran parte del centro y sur, extendiéndose los 40ºC en el Valle del Guadalquivir.
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Si durante este episodio no se prevé que se vayan a batir récords absolutos de temperaturas máximas diarias, sí hay un detalle particularmente preocupante en la predicción: será "probablemente larga". Efectivamente: el hecho de que los veranos más cálidos en España y el resto de Europa Occidental se hayan estado concentrando en la última década, según confirmaba el Sistema de Vigilancia Copernicus, no tiene solo que ver con los picos de extremos que se superan año tras año, sino con que las olas de calor son cada vez más duraderas.
Así, según la serie histórica que maneja Aemet y arranca en 1975, en los años setenta se registraba una única ola de calor en verano, de tres a cuatro días de duración. A partir de los ochenta, se vuelve más frecuente que sean dos olas, lo que aumenta hasta doce los días de calor extremo. Antes de que termine el siglo XX, el verano de 1991 entra en los anales meteorológicos por registrar cuatro olas de calor, prolongadas a lo largo de 23 días.
La primera década del siglo XXI ya apuntaba a alteraciones en la tendencia: el verano de 2003 sólo registró dos olas de calor en España, pero entre ambas sumaron 20 días. Se calcula que 35.000 personas murieron en toda Europa. Sin embargo, es a partir de 2015 cuando se amplía el fenómeno. 2017 tiene el máximo de olas de calor registradas, cinco. Pero si atendemos a días de ola de calor, el hito es muy reciente. El pasado verano de 2022, oficialmente el más caluroso, registró 41 días en tres olas de calor en 43 provincias, lo que también supone un récord de extensión.
Si comparamos 1975 con 2022, los días de ola de calor se han multiplicado por diez en el plazo del último medio siglo. Las circunstancias no son tampoco halagüeñas para el verano de 2023: la temperatura del agua oceánica -un factor clave que determina los fenómenos extremos en España- está en máximos históricos; el fenómeno de 'El Niño' que tiende a exacerbar el calentamiento ya ha comenzado; y Copernicus confirma que el pasado mes de junio fue el más cálido jamás registrado en el mundo, una tendencia que ha dado muestras de prolongarse en julio.
Más olas y más largas
Peio Oria, delegado territorial de AEMET en Navarra, identificaba en un artículo la tipología de ola de calor que más ha aumentado en las últimas décadas: un "marcado transporte de aire seco y cálido desde el norte de África", cuando "la dorsal térmica con forma de campana", empujada por bajas presiones en el Atlántico, "invade el suroeste del continente europeo". Esto es lo que está sucediendo ahora, explica Samuel Biener, climatólogo de Meteored: el 'domo de calor' que ha provocado noches a casi 40ºC en Argelia asciende 'empujado' por una borrasca en las Islas Británicas.
"La ola de calor va a venir dada por las ondulaciones de la corriente en chorro", explica el experto. "Una de esas ondulaciones genera una borrasca que impulsa esa masa de aire tan cálido. Se ha modificado la circulación atmosférica en latitudes medias, y eso hace que los fenómenos atmosféricos sean más extremos y duren más en el tiempo. En verano, nos afecta la zona ascendente de estas ondulaciones, que es el lado del calor. Pero también se traduce en más descuelgues de vaguadas o DANAs que aumentan las precipitaciones tormentosas".
Las consecuencias de las olas de calor prolongadas son cada vez más cruentas: las altas temperaturas fueron responsables de un total de 5.876 muertes en España según el sistema de monitorización MoMo del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII). "Habría que empezar a revisar ya el concepto del ola de calor", reflexiona el climatólogo. "Ahora se toman como referencia los meses de julio y agosto, pero en los últimos años hemos tenido grandes episodios en junio y septiembre. E incluso este año en mayo. Estos fenómenos son más frecuentes y potentes, y se cumplen las proyecciones, esta tendencia seguirá intensificándose en las próximas en las próximas décadas".