Una estratagema habitual entre quienes quieren introducir confusión en el debate sobre cómo frenar el cambio climático es la de mezclar, frecuentemente a sabiendas y con intención maliciosa, el tiempo meteorológico con el clima. Es algo, por ejemplo, que hace con fruición Donald Trump al proclamar que no habrá tanto calentamiento global si los temporales de origen ártico son cada vez más frecuentes en invierno, cuando en realidad ambos fenómenos están directamente relacionados.
De forma similar, el verano que comienza este viernes 21 de junio a las 17:54h (hora peninsular) lo hace en una situación meteorológica marcada por las bajas temperaturas para la época. El mes que encamina su recta final ha sido más frío de lo habitual para la época, o como dice Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet): "las temperaturas se han disparado, pero hacia abajo". No obstante, la tendencia climática es directamente opuesta: el calor está a la vuelta de la esquina.
No ha sido, efectivamente, una primavera habitual. Pero en materia climatológica, lo inusual tiende a ser la nueva norma. En contraste con un junio "extremadamente frío, con heladas" según destaca Del Campo en Teruel la noche del 12, la estación pasará a los registros este año como "cálida". El meteorólogo destaca el intenso episodio de calor -"que no ola", reprende benévolamente a la prensa- de mediados a finales del pasado marzo. A nivel global, ha sido el segundo periodo más cálido para esta época desde que existen registros, solo superado por marzo de 2016.
Como tiende a suceder con una frecuencia cada vez más seguida año tras año, la aridez viene de la mano de las temperaturas elevadas. La primavera ha sido "seca", pero de nuevo, ha conseguido descolocarnos también a este respecto. Y es que este abril, marcado por los temporales de Semana Santa y la 'gota fría', ha sido el más lluvioso desde 1965. En regiones como Murcia y en el Levante ha llegado a llover "más del doble de lo normal", lo que no ha llegado a paliar sin embargo una situación preocupante de "sequía".
Del Campo cita la máxima de un meteorólogo de la vieja escuela: "En España no sabe llover: o no llueve o cae todo de golpe". Así, la situación de sequía meteorológica se constata con una acumulación de lluvias inferior en un 15% a lo normal a estas alturas del año hidrológico, algo que contrasta con la humedad de 2018 que puso fin a la concatenación de meses secos que habían dejado a España al borde de la crisis hídrica. Hace un año, los embalses estaban al 72.88%; hoy, están al 58.52%.
Las regiones en las que menos ha llovido corresponden sobre todo al centro-oeste peninsular, donde "llevan sin precipitaciones desde abril". Del Campo pone un ejemplo en el propio corazón de Madrid: "La estación de Retiro no ha recogido ni una sola gota en todo mayo. Solo había pasado una vez antes, en 2015". Además, julio y agosto son meses de muy pocas precipitaciones. "Es difícil" que el verano que arranca sea más seco de lo que hemos vivido hasta ahora, precisa, pero incluso si las lluvias estivales abundasen, la situación no tendría visos de mejora hasta otoño.
Otro verano de calor extremo
La tendencia que apunta a un progresivo aumento de la duración y la severidad de los veranos a nivel planetario volverá a presentarse este año, con valores en torno a 0,5 grados por encima de la media de referencia. "Pues sí, eso es mucho", zanja Beatriz Hervella, portavoz de la Aemet que ha comparecido junto a Del Campo, ante el escepticismo de la sala de prensa. El verano de 2018 ya fue especialmente cálido y "solo" supuso un aumento de 0,6 ºC sobre la media en general.
Esto, sin embargo, es un promedio: en zonas concretas, como en Orense, Málaga, Zamora, León, Cáceres, Huelva o el sur de Castilla-La Mancha, se pueden esperar temperaturas que superen incluso en un grado el promedio de la serie de referencia 1981-2010. "Aún es pronto", matiza, para predecir la posibilidad de olas de calor, pero ofrece un dato de consuelo: sería una estación, con todo, menos calurosa que el "famoso verano de 2003", que tuvo una anomalía de 1,9 ºC por encima de los niveles normales.
Incendios "difíciles" de evitar
Con las altas temperaturas que se esperan este verano y la actual situación de sequía meteorológica, con julio y agosto habitualmente con escasas precipitaciones, la estación podría ser "difícil" en cuanto a incendios forestales se refiere, han coincidido en señalar Del Campo y Hervella.
El viento que habitualmente acompaña las tormentas con lluvias torrenciales será "determinante" como todos los veranos en la expansión y alcance de los fuegos que puedan originarse, ha explicado la portavoz, quien ha recordado además los abundantes incendios del pasado invierno, con cifras por encima de lo normal.