Siempre se habla de la importancia de reducir el CO2 de la atmósfera, de controlar las emisiones y de las catástrofes que pueden tener lugar de no conseguir cumplir con los objetivos marcados a nivel internacional.
Pues bien, una nueva investigación dirigida por la Universidad de Bristol, en Reino Unido, ha conseguido demostrar que la disminución de la concentración de CO2 atmosférico desempeñó un papel importante en el paso del clima de la Tierra de un mundo cálido de invernadero a un mundo frío hace unos 34 millones de años. Esta transición podría invertirse en parte en los próximos siglos debido al aumento antropogénico del CO2.
Entre hace 40 y 34 millones de años, el clima de la Tierra sufrió una importante transición climática. Antes de hace 40 millones de años, durante el Eoceno, la Antártida estaba cubierta de frondosos bosques, pero hace 34 millones de años, en el Oligoceno, estos bosques habían sido sustituidos por gruesas capas de hielo continental, tal y como conocemos la Antártida en la actualidad.
La causa principal de esta transición es ampliamente debatida, y se dispone de poca información sobre cómo cambió el clima en tierra. Un equipo internacional dirigido por la doctora Vittoria Lauretano y el doctor David Naafs, de la Universidad de Bristol, utilizó fósiles moleculares conservados en carbones antiguos para reconstruir la temperatura terrestre a lo largo de esta transición.
El equipo utilizó un nuevo enfoque basado en la distribución de lípidos bacterianos conservados en antiguos depósitos de humedales. Se desarrolló en el marco del proyecto financiado por el ERC, The Greenhouse Earth System (TGRES), que también financió este estudio.
El investigador principal de TGRES y coautor del trabajo, Rich Pancost, de la Facultad de Química de la Universidad, explica que "estos compuestos constituían originalmente las membranas celulares de las bacterias que vivían en los antiguos humedales, y sus estructuras cambiaban ligeramente para ayudar a las bacterias a adaptarse a los cambios de temperatura y acidez". Asimismo, añade que estos compuestos pueden conservarse durante decenas de millones de años, "lo que nos permite reconstruir esas antiguas condiciones ambientales".
En este sentido, para reconstruir los cambios de temperatura en la transición de invernadero a invernadero, el equipo aplicó su nuevo enfoque a los depósitos de carbón de la cuenca de Gippsland, en el sureste de Australia. Estos extraordinarios depósitos abarcan más de 10 millones de años de historia de la Tierra y han sido ampliamente caracterizados por los colaboradores del estudio de la Universidad de Melbourne, la doctora Vera Korasidis y el profesor Malcolm Wallace.
Los nuevos datos muestran que las temperaturas terrestres se enfriaron junto a las oceánicas y en una magnitud similar, de unos 3ºC. Para explorar las causas de ese descenso de la temperatura, el equipo realizó simulaciones con modelos climáticos. Lo más importante es que sólo las simulaciones que incluían un descenso del CO2 atmosférico podían reproducir un enfriamiento coherente con los datos de temperatura reconstruidos a partir de los carbones.
Estos resultados proporcionan una prueba más de que el CO2 atmosférico desempeña un papel crucial en la conducción del clima de la Tierra, incluida la formación de la capa de hielo de la Antártida.