Las bolsas de algodón, llamadas tote bags, pueden parecer la mejor opción a las bolsas de plástico que contaminan los océanos, pero lo cierto es que no se trata de una opción tan sostenible. Estos sacos, que no en pocas ocasiones presumen de ser un producto ecológico, se han convertido en el souvenir estrella de muchas ferias o eventos oficiales y empresariales, y se reparten a diestro y siniestro. Tanto es así que hasta la Cumbre del Clima de la ONU que se celebró el pasado diciembre en Madrid, COP25, tuvo la suya. También se venden como churros en mercadillos alternativos y en tiendas hípster con mensajes provocativos o proclamas feministas.
No es complicado que con el tiempo estos bolsos de tela se vayan apilando en el armario sin encontrar ningún táper que transportar hasta la oficina o sin verduras que trasladar del súper a casa. Así las cosas, se rompe una de las premisas de la sostenibilidad por excelencia: reutilizar y no adquirir productos nuevos que no son necesarios. Tal ha sido el auge de estos saquitos de tela que el Ministerio de Medio Ambiente y Alimentación de Dinamarca se propuso medir su impacto ambiental frente al de las bolsas de plástico.
En primer lugar, hay que señalar que el estudio no tiene en cuenta la contaminación oceánica por plásticos, un problema ambiental enorme al que contribuyen las bolsas de plástico no biodegradables que tardan cientos de años en desaparecer. En el caso de Europa, son el sexto plástico de un solo uso que más se localiza en las playas, según la Comisión Europea.
Dicho esto, el análisis concluye que las tote bags tienen una huella ambiental mayor que las bolsas de plástico si se tienen en cuenta factores como el agua que se emplea para su fabricación, la energía, el uso de pesticidas o las emisiones de dióxido de carbono. Así, de todas las bolsas de la compra evaluadas en el estudio— desde papel hasta de plástico reciclado— las bolsas de algodón fueron las peor paradas: deben reutilizarse miles de veces para tener la misma huella ambiental que una de plástico.
Los investigadores del estudio estimaron cuántos usos de una bolsa de papel o de tela son necesarios para igualar el "impacto medioambiental acumulado" (emisiones, gasto de agua o gasto de energía) de las de plástico. En el caso de las de polipropileno son necesarios 35 usos, 84 si se trata de bolsas de tereftalato de polietileno reciclado, 35 si son de poliéster, 43 si son de papel, 20.000 las de algodón orgánico (fabricado sin pesticidas ni fertilizantes químicos) y 7.100 las de algodón convencional.
El problema no es el material
La diferencia entre el algodón orgánico y el convencional se debe a que la tasa de rendimiento medio del primero es un 30% inferior al del convencional, por lo que se asumió en el estudio que se requiere un 30% más de recursos para que crezca la misma cantidad. El informe también parte de que el algodón no se puede reciclar, ya que existe muy poca infraestructura para este fin.
Este tipo de estudios, llamados de evaluación del "ciclo de vida" del producto, analizan los efectos colaterales del proceso desde la extracción de la materia prima necesaria para hacer la bolsa hasta la forma en que se usan y en que se desechan. En este sentido, las bolsas de plástico parecen ser "más verdes" que las de algodón, ya que requiere mucha agua y fertilizantes para crecer. Entonces, ¿es una mala decisión cambiar las bolsas de plástico por las de tela?
No, pero sobre todo, ante este tipo de investigaciones hay que evitar tomar decisiones preciadas. La conclusión principal es que todos nuestros hábitos de consumo tienen consecuencias negativas para el medio ambiente, ya sea para los océanos por la contaminación por plásticos, como para el suelo por el uso de pesticidas para la producción de algodón. El problema de fondo no es tanto una cuestión de materiales. Por ejemplo, en el caso de las bolsas de papel biodegradables pueden parecer otros tan graves como la deforestación. Por tanto, la cuestión clave en este asunto es el ritmo de consumo desenfrenado y la cultura de usar y tirar.
Por eso, la opción más sostenible siempre serán aquella que permita la reutilización de un producto durante años, una opción viable con las bolsas de algodón. Aunque el impacto ambiental de su fabricación es alto puede utilizarse durante un largo periodo de tiempo sin necesidad de adquirir una nueva.
Dicho todo esto, el consejo más eficaz: haya lo que haya ahora en el armario de casa, ya sea un montón de bolsas de algodón o un revoltijo de bolsas de plástico, no hay que tirarlas. Lo más sostenible es usarlas hasta que se desmoronen o utilizarlas como bolsas de basura una vez que ya no sirva para nada más. Y por último, que comprar una nueva sea siempre la última opción.