Lujo y elegancia corren a chorros por la Milla de Oro del barrio de Salamanca de Madrid, al menos a plena luz del día. El ambiente en la calle de Serrano y José Ortega y Gasset se vuelve algo menos chic cuando las tiendas de lujo echan el cierre. Por las amplias aceras del vecindario, uno de los más ricos de la capital, empiezan a desfilar cartones de embalajes y grandes bolsas negras fuera de su cubo cuando cae la noche. El problema: lo que los dependientes meten en las bolsas y en sus respectivos contenedores no es lo que tendrían que meter, ni desde la perspectiva del respeto al medio ambiente ni desde el punto de vista legal.
No es extraño encontrar plásticos y papeles en el contenedor equivocado, el gris (para restos y orgánico), como ha comprobado EL ESPAÑOL durante varias visitas. Basta con esperar a que caiga la noche, a que las personas amantes del lujo -o aquellas que quieren darse un capricho ocasional- hayan terminado de gastar, se despidan de los siempre amables dependientes de este tipo de comercio y se retiren a sus casas.
Dentro, los trabajadores no han terminado su jornada. Toca hacer caja, guardar las prendas que algún despistado se haya dejado en el probador... dejarlo todo perfectamente preparado para el día siguiente. Y, como no, recoger.
En la calle, en las aceras, el panorama cambia según el tipo de tienda. En las más lujosas -Loewe, Chanel y Prada- no hay contenedores ni siquiera por la noche. El exterior en tan impecable como el escaparate. ¿Qué hacen con sus residuos? Es posible que tengan cuartos dedicados específicamente a ello en el interior y que cumplan a la perfección con las normas. Lo dice por ejemplo Loewe en su código de sostenibilidad.
Pero no ocurre lo mismo con todas las marcas. Es el caso de Valentino, Bulgari o Dolce & Gabbana, entre otras. La inspección in situ deja claro que el reciclaje de sus residuos es un auténtico desastre, algo que choca de lleno con sus anunciadas políticas de sostenibilidad ambiental.
La última de estas firmas presume en su web del respeto por el medio ambiente como "un valor fundamental de la empresa" que asegura que persigue con "una conducta sostenible" y con el apoyo de "proyectos que combaten el cambio climático". Pero en cuanto a los residuos que genera la venta diaria de carísimos bolsos de lentejuelas y zapatos de tacón, las buenas intenciones no parecen pasar del papel.
Son las diez de la noche en la calle de Serrano de Madrid. No queda casi nadie por la calle y las tiendas han cerrado poco antes. A esta hora ya es legal sacar la basura a la calle. Pero nada es lo que debería ser.
En los contenedores de estas tiendas, o en las bolsas que depositan sobre la acera, se mezclan restos de envoltorios plásticos de las prendas, papeles e incluso perchas (que deberían ser entregadas en un punto limpio). Según la Ordenanza de Limpieza de los Espacios Públicos y Gestión de Residuos del Ayuntamiento de Madrid es obligatorio separar los residuos en el contenedor adecuado. Su incumplimiento está tipificado como una infracción leve. En 2019, se han levantado 76 actas de infracción. Este diario ha intentado contactar con algunas de las marcas más lujosas, pero todas cierran filas en torno a este asunto: prefiere no responder a las preguntas. Pidiendo absoluto respeto por su anonimato, un trabajador consultado afirma: "Solo reciclamos los cartones grandes. Yo lo haría con todo, pero no depende de nosotros".
El Consistorio, competente en la gestión de los residuos de la ciudad, ofrece un servicio especial de recogida de cartones en zonas comerciales. Un listado de calles comerciales de todos los distritos de la ciudad establece unos horarios -pueden ser diurnos o nocturnos- para la recepción de este tipo de residuos.
Entre ellas se incluyen las de esta distinguida zona de shopping. En Serrano, los camiones pasan todos los días de una a dos de la madrugada. En José Ortega y Gasset, de dos a tres. Los que deberían encontrarse los trabajadores de la limpieza son los cartones plegados; lo que se encuentran a diario en los cubos grises de marcas como Michael Kors, Versace o Roberto Verino son cartones de cajas de zapatos y embalajes mezclados.
Aunque puede que no encuentren gran cosa. Antes de la hora programada de recogida de cartones, este diario es testigo del trabajo de otro tipo de camiones. Sus ocupantes son personas -que, por supuesto, no se identifican- que confirman, eso sí, que no son del Ayuntamiento; recogen los cartones para después venderlos a papeleras en las afueras de la ciudad.
Los envases y plásticos (contenedor amarillo), de recogida en este distrito los martes, jueves, sábado y domingo, tampoco se salvan. Los residuos plásticos campan a sus anchas en el contenedor de restos (el de la tapa naranja) tanto un miércoles como un día de recogida selectiva.
No lo hacen mejor las marcas que venden ropa a precios más asequibles como Mango o Cortefiel, y aquellas de productos cosméticos como Sephora. No hay que olvidar que el sector textil es uno de los más contaminantes del mundo. La producción de ropa genera cerca del 10% ciento de las emisiones globales de carbono.
En su respuesta a este diario, Roberto Verino o Mango escurren el bulto hacia los que están a pie de calle. Las marcas no asumen responsabilidades y apuntan que son los jefes de tienda los encargados de transmitir al equipo la obligación de reciclar. Pero esto no va de pasarse la pelota de uno a otro, hay obligaciones que cumplir con la Unión Europea.
Como ocurre en estos elegantes comercios del barrio de Salamanca, España también suspende en reciclaje. Según los últimos datos de Eurostat, los españoles reciclan el 33,5% de los residuos urbanos que generan. Un mal dato si se quiere cumplir con la exigencia de la Unión Europea de reciclar el 55% de los residuos en 2025 y el 65% en 2035.
Mientras, la tasa de reciclaje municipal es del 46,4% en la UE. En una entrevista anterior con este periódico, Carlos Arribas, portavoz del área de residuos de Ecologistas en Acción, sentenció que en base a los datos actuales es "imposible" que España cumpla los objetivos comunitarios.
Con el reciclaje de vidrio, papel o plástico damos una segunda vida a estas materias primas. Así evitamos la extracción de nuevos recursos naturales. Y esto, ¿por qué es tan importante? Según estima la ONU, la población mundial será de 9.700 millones de personas en el año 2050. Con este volumen de población será imposible mantener el ritmo actual de consumo de los recursos naturales. Ante este panorama, los ambientalistas señalan que hay que caminar desde ya hacia una economía circular que busque reutilizar al máximo las materias primas.