Corría el año 1998 cuando unos niños que se encontraban jugando al baloncesto en Texas se percataron de la presencia de una curiosa roca diferente a cualquier que hubiesen visto antes. La roca resultó ser un meteorito con todos los ingredientes necesarios para la formación de vida e incluso podría proceder de un antiguo mundo oceánico, no muy diferente al nuestro. Aunque lo parezca, este no es un fragmento extraído del guión de una película de ciencia ficción, sino una historia muy real.Es más, el de Texas no fue el único meteorito hallado entonces, ya que otro muy similar, que viajó hasta la Tierra junto a él, fue encontrado cerca de Marruecos.
La importancia de estos dos meteoritos ha sido descubierta recientemente gracias a las investigaciones de Queenie Cha, del Johnson Space Center de la NASA, que se ayudó de los avanzados equipos de Rayos X del Laboratorio Nacional Lawrence Berkley, de California, para analizarlos.
De sus resultados, que han sido publicados en Science Advances, se extrae que ambos meteoritos, de unos 4.500 millones de años de antigüedad, contenían todos los ingredientes necesarios para la generación de vida, desde agua líquida hasta carbono, oxígeno, nitrógeno y los aminoácidos que componen las proteínas.
Esto no demuestra que haya vida extraterrestre, pero sí que plantea la posibilidad y anima a seguir buscándola.
De hecho, resulta inevitable pensar en Ceres, el planeta enano que en 2014 fue noticia por la emisión de vapores de agua, tan inusuales en un objeto de sus características. Por eso, los investigadores que han analizado estos dos meteoritos consideran que ambos podrían proceder de una vieja erupción volcánica de Ceres y que, en su viaje hasta la Tierra habrían colisionado con otros objetos espaciales, cargándose con toda la materia orgánica con la que finalmente aterrizaron.
Estos hallazgos emocionan a los especialistas y los amantes de la astronomía, ya que pueden aportar datos sobre el origen de nuestro propio planeta, pero también aportan luz para investigaciones futuras sobre la búsqueda de planetas habitables. Al fin y al cabo, resulta muy egoísta pensar que estemos solos en el universo.