Lo paranormal ha sido siempre una constante en todas las culturas. Es raro encontrar a una persona que no conozca, al menos, una historia de apariciones, objetos que se mueven solos, puertas que se cierran sin que nadie las empuje o manchas en la pared que simulan ser rostros de otras personas conocidas. Dentro de este ámbito se encuentra también la ouija, ese famoso ritual en el que, a través de un tablero con el abecedario y las palabras sí, no y adiós escritas, se puede conseguir la comunicación con los espíritus que dejan sus mensajes moviendo un vaso a través de las letras. Sin embargo, la ciencia lleva más de un siglo dando explicaciones naturales a esta práctica y a todo lo relacionado con el mundo del esoterismo.
Saúl Martínez-Horta, neuropsicólogo del hospital Sant Pau de Barcelona, asegura, en una llamada telefónica con este diario, que el cerebro humano puede desencadenar, incluso en condiciones normales, numerosos fenómenos que pueden parecernos sobrenaturales. Algunos pueden tener que ver con movimientos no conscientes (como la ouija), otros con la sensación de adivinar o predecir el futuro y, en otros casos, con visiones fantasmagóricas o con sentir la presencia de un fallecido.
El neuropsicólogo afirma que hay determinadas enfermedades del cerebro que pueden darle a estos hechos una magnitud inmensa. Sin embargo, también reconoce que, en condiciones de absoluta normalidad, ocurren simplemente porque el cerebro funciona así. “Cualquier persona puede haber experimentado fenómenos aparentemente paranormales que tienen una explicación científica bien conocida”, asegura el profesional.
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Cuando se realiza una ouija, los participantes pueden creer que el vaso se mueve solo cuando invocan a un difunto y que se quiere comunicar con ellos deletreando palabras, pero tiene una explicación mucho más mundana: el fenómeno ideomotor, explica Martínez-Horta. Es un evento psicológico en el que, sin que el sujeto sea consciente, una idea le provoca un movimiento. Las mismas personas que quieren invocar a ese supuesto espíritu son las que mueven el vaso, aunque no sean conscientes de ello.
Además del fenómeno ideomotor, también entra en juego lo que se conoce como el sentido de agencia, continúa el neuropsicólogo. Se trata de la conciencia subjetiva de cada individuo de controlar sus propias acciones. Para Martínez-Horta hay una “cuestión central”: si se registra lo que ocurre en la mente cuando se realiza un ritual como la ouija, se puede observar actividad cerebral en los participantes antes de que el vaso se mueva. “El cerebro manda la orden de movimiento, pero la persona no lo sabe”, amplía.
La sugestión también juega un papel fundamental, afirma Luis Gutiérrez, profesor titular de Psiquiatría en la Universidad de Granada (UGR). Si las personas que participan en este tipo de rituales están convencidas a priori de lo que va a ocurrir (que el vaso se mueva solo para deletrear palabras y formar un mensaje), creerán que ha ocurrido aunque sean ellos mismos quienes causan ese movimiento.
El psiquiatra sostiene que cuando alguien cree en este tipo de cosas es porque hay una predisposición y muchas veces una persona sugestionable es fácilmente manipulable. Además, en algunos casos se trata de personas que están pasando por una etapa de nerviosismo, estrés o tristeza, lo que les hace más susceptibles.
Martínez-Horta expone que la realidad es muy subjetiva y muchas veces las personas creen en los fenómenos paranormales porque les cuesta mucho asumir que no están viendo o experimentando las cosas tal y como llegan a sus sentidos. “Una parte del fenómeno se explica por el mero hecho de que las personas damos por cierto aquello que experimentamos”.
Por otro lado, continúa el neuropsicólogo, cuando no se sabe cómo justificar un fenómeno, “la explicación paranormal puede ser la mejor opción”, algo que ocurre desde hace cientos o miles de años. Por ejemplo, las civilizaciones que calificaban la lluvia como algo divino porque no entendían este fenómeno. Para él, este hecho tiene, incluso, un efecto “terapeútico”. “El ser humano necesita, en cierta medida, dotar de significado cosas, necesita creer”, asevera.
En este sentido, Gutiérrez está de acuerdo y añade que las personas que viven este tipo de experiencias pueden entrar en un estado disociativo y pensar que han visto cosas que realmente no han tenido lugar. “Todo lo que vemos no es tal como entra en nuestros sentidos”, añade.
Lo que está claro, subraya Martínez-Horta, es que las expectativas moldean las experiencias que tiene cada individuo. En el caso de la ouija, lo que le da forma es el contexto en el que sucede la creencia en ello el saber cuál es el comportamiento previsible del ritual, el tipo de mensaje que se le ha atribuido culturalmente a los espíritus. El neuropsicólogo sostiene que si se coge a dos personas que no saben lo que es este evento y que no tienen ninguna expectativa de que el vaso se vaya a mover, porque no saben lo que es, jamás se moverá.