Ganar el Premio Nobel es la culminación de toda una carrera. No hay galardón más prestigioso en el mundo de la ciencia; de hecho, a la máxima distinción en un determinado campo se le suele calificar "el Nobel de Economía" o "el Nobel de las Matemáticas" para resaltar la importancia del premio.
Para algunos investigadores, sin embargo, el premio puede ser un regalo envenenado. Con más ojos pendientes de su trabajo, comienzan a verse las costuras: datos que no encajan, imágenes sospechosas, corta-pegas descarados. ¿Puede el premio acabar con la carrera de un investigador? Eso es lo que parece estar pasando.
En la misma semana en que se han anunciando los ganadores, Retraction Watch, medio que recoge investigaciones retractadas —aquellas que se retiran de una revista científica por no cumplir los estándares requeridos para su publicación—, se hacía eco de la última de ellas que afectaba a Gregg Semenza, reconocido con el galardón de Medicina o Fisiología en 2019. Es su décima retractación, la novena desde que recibió el Nobel. Y las sospechas se elevan sobre más de medio centenar.
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Semenza, que es director del programa vascular del Instituto de Ingeniería Celular de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore (EEUU), compartió el premio con William Kaelin Jr. y Peter J. Ratcliffe por el descubrimiento del mecanismo por el que las células responden a cambios en la disponibilidad de oxígeno.
Conocido como factor inducible por hipoxia o HIF-1, el hallazgo "puede conducir a nuevos tratamientos para la anemia, el cáncer y muchas otras enfermedades", según el comité de los Nobel. Los tres científicos hicieron sus descubrimientos esenciales por separado a lo largo de los años 90.
Semenza ya tuvo una primera retractación de un artículo en 2011. Estaba referida a un estudio sobre HIF-1 en células de leucemia publicado cuatro años antes. La razón fueron unas imágenes duplicadas o directamente falsificadas. En aquella ocasión, el investigador japonés Naoki Mori asumió toda la responsabilidad.
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El grueso de las retractaciones, sin embargo, ha ocurrido con posterioridad al Nobel: el año pasado fueron cuatro y este año va, de momento, la misma cantidad. Todas referidas, precisamente, al factor HIF-1 por el que recibió el Nobel, en estudios publicados entre 2009 y 2018.
No es el primer Nobel que ve cómo un artículo suyo es retractado, pero ninguno ha llegado a la decena. No solo eso: un artículo de Nature publicado hace un año apuntaba a 17 estudios sospechosos entre retractaciones, correcciones y 'expresiones de preocupación', una advertencia por parte de la publicación de que el artículo en cuestión puede contener errores.
Además, PubPeer, la web donde los investigadores advierten de dudas sobre cualquier trabajo —y que ha servido para hacer tambalearse carreras de científicos prominentes— ha puesto el ojo en más de medio centenar de artículos donde Semenza es la principal referencia. De hecho, este foro es donde se dio la voz de alarma de la mayoría de retractaciones.
Elisabeth Bik, investigadora especializada en rastrear malas prácticas en el uso de imágenes científicas, señalaba en el artículo de Nature que "el hecho de que haya múltiples estudios ahora retractados por manipulación de imágenes, y otros cuantos bajo investigación, sugiere una intención de engañar".
Imágenes manipuladas
La manipulación de imágenes es la piedra angular en la detección de mala praxis científica, al menos en biología. Muchas de las técnicas utilizadas se basan en la presencia o ausencia de proteínas u otras moléculas, ya sean 'pintadas' con tintes específicos, ya sea oscureciendo una banda reactiva que la delata.
La manipulación existe cuando, a la hora de demostrar su hipótesis, un investigador 'maquilla' las imágenes de sus resultados. Es lo que observó, por ejemplo, un neurólogo de la Universidad de Vanderbilt al analizar los estudios que conformaron la 'hipótesis amiloidea' del alzhéimer, la principal para explicar su origen y que, de ser completamente desmentida, podría explicar otra cosa: por qué han fracasado todos los fármacos que se han basado en ella.
"Parece que lo de las imágenes alteradas está muy de moda", valora Joaquín Sevilla, profesor de Física en la Universidad Pública de Navarra y coautor de Los males de la ciencia, un libro que da cuenta de los problemas que lastra la investigación científica actual.
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"Creo que es porque se detecta muy bien. No sería raro un nivel equivalente de 'marrullerías' en los datos reportados de otras disciplinas, solo que no es algo tan fácil de detectar", razona.
¿Pueden estas retractaciones suponer una amenaza de revocación del Premio Nobel? Bueno, eso es algo que nunca ha pasado. De hecho, cuando la política birmana Aung San Suu Kyi se puso de lado ante la matanza de la minoría rohinyá (musulmana) en su país cuando ella era formaba parte del Gobierno y muchas voces pidieron la retirada del Nobel de la Paz que le concedieron el 1991, la Fundación Nobel aclaró que no es posible revocar la distinción de acuerdo a sus estatutos.
"No se pueden realizar apelaciones contra la decisión del organismo que otorga los premios en relación con su concesión", señala el texto. "Ninguno de los comités en Estocolmo y Oslo ha considerado la revocación de un galardón una vez concedido".
Gradaciones de mala praxis
Sevilla considera que si los logros que dieron lugar al premio resultaran ser mentira sería necesario su retirada, "pero que se hayan 'recortado esquinas', como dicen los ingleses, en el camino a una verdad que lo es... La cosa es menos clara".
El físico explica que no todas las malas prácticas pueden caer en el mismo saco, "hay una gradación". Algunas, "aunque están mal, no merecen un reproche público enorme, y diferenciar unas de otras requiere mucho criterio fino".
¿Serviría la revocación del Nobel como una advertencia para aquellos investigadores que pretenden tomar atajos hacia la gloria? "No hay mayor acción contra la corrupción que la condena pública y transparente", apuntan desde la Oficina Española de Integridad en la Investigación, una asociación que vela por la ética de la investigación científica en nuestro país y asesora a aquellos investigadores que quieren combatir las malas praxis.
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"Sería un llamamiento a esas personas que pueden llegar a tener la tentación de realizar estas situaciones. Si lo haces, las consecuencias serían graves", razonan. "Ahora todo queda en noticias, pero no más allá, no se despide a nadie, no dimite [nadie], no hay un castigo de no participar en proyectos de fondos públicos… así, las tentaciones de muchos son evidentes, y el riesgo/beneficio les sale positivo".
Desde la Oficina explican que, tras una retractación, "debería haber un informe serio y transparente donde se dejara claro cuál ha sido la responsabilidad de cada autor en la mala praxis".
Llegado el caso, "habría que esperar que la ética e integridad del ganador del Nobel saliera a la luz y fuera él mismo el responsable de solicitar a la academia, al menos, la revisión de su título".
Aunque ni el propio Semenza ni la universidad en la que trabaja han dado explicaciones, las últimas retractaciones se han dado con el consentimiento del laureado.
Con todo, un Nobel no se concede así como así. Los hallazgos propios de un Nobel suelen haber sido reconocidos y replicados tiempo antes, obteniendo logros prácticos o sirviendo de base a numerosos equipos a lo largo del mundo, por lo que la credibilidad del científico podrá estar en entredicho pero, quizá, no tanto la del hallazgo. "Es casi imposible que los logros que justifican un Nobel resulten falsos", concluye Joaquín Sevilla.