La Tierra, el planeta azul, es un lugar extraño en el Universo: se trata de un planeta con agua abundante y el único que sepamos hasta ahora que alberga seres vivos. La vida y este elemento tienen una fuerte relación y, por eso, los científicos buscan otro planeta que comparta este rasgo. Sin embargo, el agua se guarda todavía muchos misterios para la Humanidad y uno de los más importantes es saber de dónde viene. Los científicos no tienen claro cómo llego tal masa de agua hasta nuestro planeta.
Sin embargo, durante décadas de investigación se han formulado algunas teorías y una de las más aceptadas es que el agua llegó en meteoritos que impactaron contra el planeta cuando se estaba todavía formando. Pero ¡ojo! porque un nuevo estudio publicado en la revista Nature ha alertado de que es probable que esta teoría esté equivocada y que el agua no llegara por el impacto de estos gigantescos pedruscos. Para ello, la profesora Megan Newcombe de la Universidad de Maryland y su equipo han estudiado acondritas que llevan flotando en el espacio desde la creación del sistema solar, hace 4,5 mil millones de años.
Las acondritas son meteoritos derretidos que chocaron contra la Tierra hace miles de millones de años después de separarse de al menos cinco planetesimales, que son objetos que chocaron para formar los planetas de nuestro sistema solar. En un proceso conocido como fusión, muchos de estos planetesimales se calentaron por la descomposición de elementos radiactivos al principio de la formación del sistema solar, lo que provocó que se separaran en capas con una corteza, un manto y un núcleo.
[El agua sobre la Tierra es más antigua que el Sol: el hallazgo astronómico que lo demuestra]
En este sentido, este estudio científico ha sido el primero que ha medido los volátiles de estas rocas. Para ello, el estudiante de geología Liam Peterson usó una microsonda electrónica para medir sus niveles de magnesio, hierro, calcio y silicio y luego se unió a Newcombe en el Laboratorio de la Tierra y los Planetas de la Carnegie Institution for Science para medir su contenido de agua con un instrumento de espectrometría de masa de iones secundarios.
Rocas sin agua
"El desafío de analizar agua en materiales extremadamente secos es que cualquier agua terrestre en la superficie de la muestra o dentro del instrumento de medición puede detectarse fácilmente, lo que altera los resultados", explica Conel Alexander, coautor del estudio y científico de la Carnegie Institution for Science. Por tanto, para evitar que los resultados estuvieran contaminados los investigadores sometieron las muestras a un horno de vacío a baja temperatura para eliminar el agua superficial.
"Tuve que dejar las muestras bajo una especie de aspiradora de muy alta calidad durante más de un mes para extraer suficiente agua terrestre", recuerda Newcombe. Algunas de las acondritas que estudiaron procedían del sistema solar interior, donde está la Tierra y que es una zona que ha sido cálida y seca. Otras muestras más raras provienen de otras zonas más apartadas y heladas de nuestro sistema planetario. Las teorías más aceptadas hasta la fecha sostenían que el agua podía haber llegado desde esa zona más apartada, aunque todavía no se sabe en qué cuerpos podía haber estado contenida.
Después de analizar las muestras de siete acondritas, los investigadores descubrieron que el agua comprendía menos de dos millonésimas partes de su masa. "Sabíamos que muchos objetos del sistema solar exterior estaban diferenciados, pero asumimos por su procedencia que debían contener mucha agua", cuenta Sune Nielsen, coautor del estudio y geólogo de la Institución Oceanográfica Woods Hole. "Nuestro artículo muestra que este definitivamente no es el caso. Tan pronto como los meteoritos se derriten, no queda agua".
[El planeta enano que sería el origen del agua en la Tierra]
Esto significa que el calentamiento y la fusión de los planetesimales conduce a una pérdida de agua casi total, independientemente de dónde se originaron estos planetesimales en el sistema solar y con cuánta agua comenzaron. Newcombe y sus coautores descubrieron que, al contrario de lo que se piensa, no todos los objetos del sistema solar exterior son ricos en agua. Esto los llevó a concluir que el agua probablemente llegó a la Tierra a través de meteoritos sin derretir o condríticos.