"Hoy, en la discoteca, me han pinchado en el muslo. En cuanto me he dado cuenta, he ido corriendo al portero, el cual, ayudándome, me ha sentado en el sofá. A los diez minutos, me he desplomado, quedándome semiinconsciente". Este es el relato que escribía por redes sociales Miriam Alba, una de las varias jóvenes que, en los últimos días, ha denunciado ser víctima de sumisión química a través de un pinchazo.
El mismo suceso sonaba a principios de junio de este año en Francia y Reino Unido, después de que varias personas alertaran de haber recibido un pinchazo mientras estaban en algún local de ocio. Los testimonios eran similares entre ellos; casi todos reportaban haber experimentado después síntomas como mareo, náuseas y/o cefalea.
En España, hasta la fecha, se han registrado, al menos, 17 denuncias similares en Cataluña y otras 14 entre Navarra, País Vasco e islas Baleares. Al igual que expusiera Miriam Alba en redes sociales, para todas se está empleando el término sumisión química. No obstante, para entender lo que hay detrás, primero hay que comprender lo que es este fenómeno.
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"En lenguaje coloquial podemos decir que la sumisión química es la utilización de agentes químicos para manipular la voluntad de las personas y cometer un delito". Quien habla es María Teresa Martín Acero, subdirectora de Enfermería del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, centro pionero en el tratamiento de víctimas de esta tropelía. Entre los delitos que comenta la experta, se reportan el robo, el secuestro y, el más sonado mediáticamente, la violación.
Según las cifras que desvelaba recientemente EL ESPAÑOL, en estos últimos tres años se contabilizaron en el Sistema Estadístico de Criminalidad (SEC) 162 agresiones sexuales perpetradas mediante sumisión química. En 2021, los casos fueron 64.
Una realidad mayor
No obstante, la realidad puede ser mucho mayor. "Nosotros, en el Clínico San Carlos, tuvimos en ese año 96 casos de sumisión química, teniendo en cuenta que, aproximadamente, el 30% cursan agresión sexual, me parecen pocos casos los que se señala, aunque se pueden explicar porque no todo el mundo denuncia", relata Martín Acero, que también es la presidenta de la Comisión contra la Violencia del Hospital.
En estos momentos, todos los casos que se están notificando coinciden con el perfil tipo de víctimas de agresión sexual mediante sumisión química: mujer joven que disfruta de una noche de ocio. "La mujer es el perfil mayoritario, aunque últimamente vemos muchos casos de hombres", matiza la enfermera.
Sin embargo, más allá de las coincidencias del perfil y del modus operandi, los expertos piden prudencia a la hora de catalogar el fenómeno 'pinchazos en discotecas' como sumisión química. "Yo lo identifico más como salvajismo o con agresiones", sentencia Juan Armengol, urgenciólogo y presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) de Madrid.
El testimonio del personal de urgencias en estos casos es de vital importancia, ya que son los encargados de identificar y tratar a las víctimas de sumisión química. Armengol explica su postura, en tanto en cuanto, "un agresor que quiere cometer un delito, lo último que se plantea es inyectar, eso alerta a la víctima". Efectivamente, cuando todas las denunciantes notaron el pinchazo, pudieron pedir ayuda.
"No obstante", puntualiza el experto, "con la jeringa lo que hacen es provocar una lesión, que tiene varias implicaciones, empezando porque no sabemos si está contaminada, con el potencial riesgo de provocar enfermedades contagiosas". De ahí la definición del experto. Juan Carlos Miranda, enfermero de urgencias, también muestra su preocupación por la posible propagación de afecciones "que son muy graves", como la hepatitis B, C o el VIH. "Por algo así se puede fastidiar mucho la vida a una persona", lamenta el facultativo.
Sin evidencias claras
Energy Control, programa estatal de la ONG Bienestar y Desarrollo para la prevención e información de drogas en espacios de ocio, manifiesta su escepticismo a la hora de considerar este fenómeno como sumisión química. Así lo han expresado a través de un comunicado: "No existen evidencias claras de las sustancias utilizadas bajo esta modalidad y sí algunas dudas sobre que la administración de sustancias psicoactivas sea posible a través de este método".
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Aquí es donde se plantean, más allá de la alerta a la víctima, los otros quid de la cuestión. Por un lado, está el hecho de que, para conseguir un efecto de sumisión química, la aguja debe ser de gran calibre. Si su tamaño es pequeño, se requiere de más tiempo para inyectar la sustancia. "Para hacer algo así, se necesita tiempo", precisa Armengol.
Si es cierto, como puntualiza Martín Acero, que con un "pinchazo rápido" se puede introducir una pequeña cantidad. Ésta no provocaría un estado de sumisión, pero sí sensación de somnolencia, adormecimiento de extremidades y/o desorientación, lo cual, unido a si se ha ingerido alcohol (que funciona como un potenciador) y una posible sugestión ante el pinchazo, puede dar un cuadro clínico preocupante.
La profesional puntualiza que el pinchazo suele ser intramuscular y confiesa que en su hospital ya han visto un caso con esas características. "Cualquiera en Internet puede ver cómo pinchar", aclara Miranda, que además advierte de que este es otro de los peligros del asunto: "Otra cosa es que lo haga bien o no".
El dilema —y es aquí donde entra en juego el otro quid— es que, hasta el momento, sólo se han hallado sustancias en una de las denunciantes, una menor que se encontraba en las fiestas del barrio gijonés de Montevil y que, tras las pruebas, dio positivo en MDMA (éxtasis).
En Francia y Reino Unido ocurría lo mismo, no se encontraban sustancias en las víctimas de pinchazos. En las pocas que sí se logró se descubrió éxtasis líquido.
Sustancia sin descubrir
"Para llegar a la sumisión química existen muchas sustancias", indica Esperanza López Hidalgo, médico forense en la Unidad de Valoración Integral de Violencia de Género (Uvivg) del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses (IML) de Málaga.
Si bien, en el caso de los pinchazos, ni ella ni ninguno de los expertos consultados puede hablar al 100% sobre la sustancia que se estaría usando. "Hay que ser muy cuidadosos con este asunto. Primero debería confirmarse con las investigaciones y ser detectada en sangre y orina, aunque es cierto que hay muchas drogas que no se conocen hasta pasado un tiempo".
Autora de la Guía informativa para jóvenes y adolescentes de sumisión química, de entre todas las sustancias utilizadas para este método, la profesional destaca una: el alcohol. Una gran ingesta etílica puede conducir a un estado de sumisión.
Como se ha señalado antes, el alcohol también aumenta los efectos de otras sustancias, como puede ser la ketamina. "Este es un fármaco que se emplea por sus propiedades anestésicas, ya que tiene un efecto sedante rápido y, además, la persona normalmente no termina de perder la conciencia del todo", detalla Miranda. A muchos les sonará esta sustancia porque era la utilizada —combinada con MDMA— por las famosas estafadoras de Wall Street para drogar a los hombres a los que luego robaban.
Por raro que parezca, la sustancia que no es tan habitual —y sobre la que se ha especulado mucho con el tema de los pinchazos— es la escopolamina, aka burundanga. Así lo confirma Juan Armengol: "Aunque tenga más fama, en una investigación que hicimos junto con el Instituto Nacional de Toxicología, sólo encontramos un caso". Publicada en la Revista Española de Medicina Legal, de 292 casos analizados con sospecha de sumisión química, sólo se encontró uno y fue un joven de 34 años contra el que se cometió un delito contra la propiedad.
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"Desde mi opinión personal, puede ser que existan casos en los que se haya inyectado algún tipo de sustancia para la sumisión química y que después haya salido algún grupo de imitadores que simplemente estén pinchando a las personas sin tener ningún fármaco", opina Miranda, que quiere dejar claro que, aunque no se llegue a inocular nada, sólo la idea de pinchar a saber con qué cosa y de qué manera ya es "un delito contra la salud pública".
Cunde el pánico
Su hipótesis concuerda con lo que expresaba en rueda de prensa al respecto la consejera de Igualdad del País Vasco, Beatriz Artolazabal: "En este momento, el miedo es la gran amenaza, porque se está comprobando que no se está inculcando ninguna droga a las mujeres tras los pinchazos".
"Yo no hago más que darle vueltas", apunta Martín Acero, que lleva años tratando con el drama de la sumisión química. "Normalmente, el agresor actúa con sustancias solubles en medio acuoso y de acción rápida bajo los efectos del alcohol, porque prevé que la víctima irá al baño al sentirse mareada y ahí actúa. Si pinchas, ya estás alertando".
De momento, todos los expertos piden tiempo para ver cómo evoluciona este fenómeno. Asimismo, quieren que cale un mensaje: que no venza el alarmismo, existen protocolos especiales y específicos en todos los centros de salud para atender casos como estos. Como reflexiona Martín Acero: "Si la hipótesis del miedo es cierta, no podemos dejar que cunda el pánico. Entonces los agresores habrán ganado".