Cada año aumenta el número de españoles que hacen su maleta por la llamada "fuga de cerebros". Habiendo estudiado en países como Austria o Alemania, ¿quién elegiría España como destino para continuar su carrera investigadora? Pues sí, hay alguien, y esa es la física Eleonora Viezzer (Viena, 1986). La profesora de la Universidad de Sevilla reconoce que "aún está asimilándolo todo". Y es que el pasado lunes fue una de las galardonadas de los premios de la Fundación Princesa de Girona (FPdGi). Una edición que fue noticia por ser el primer año en el que ningún hombre recibía este reconocimiento. Para Viezzer es "un honor formar parte de esta edición, es un paso adelante para potenciar el rol de la mujer en el mundo de la ciencia".
El premio Princesa de Girona se suma a la larga lista de reconocimientos que ha recibido esta física nacida en Viena, crecida en Venecia, y de padre italiano y madre filipina. Con cuatro idiomas en su haber, no se planteó siquiera dedicarse a la traducción. A diferencia del común de los mortales, a Viezzer le "gustaba mucho estudiar en el colegio Física, Matemáticas y Química".
Aunque ella también tuvo ese momento de "lo dejo todo" en la universidad. Vivió el síndrome del 'príncipe destronado': de las buenas notas en el instituto a la cruda realidad universitaria. Pero no lo hizo, no lo dejó todo. Y ahora está aquí, en España, donde dice que ha "alcanzado hitos que de haberse quedado en Alemania no hubiera conseguido". Antes de realizar la entrevista se encuentra reunida con su grupo de investigación, igual que hace unos tres meses. Sin embargo, en esta ocasión no le van a comunicar que ha recibido ningún premio.
-En primer lugar, enhorabuena por su reciente premio. ¿Dónde se encontraba cuando se lo comunicaron?
-Me enteré a finales de abril. Estaba en una reunión y recibí una llamada. Pensé que sería de alguna empresa que te vende algo. Vi el horario y me chocó porque eran las diez. Pensé que igual sí era algo importante. Me salí de la reunión, cogí el teléfono y era Ingrid [Aznar], de la Fundación Princesa de Girona, contándome que me habían dado el premio a la Investigación Científica 2022. Mi grupo de investigación estaba supercontento. Siempre lo digo, en la investigación uno no trabaja solo. Es un premio para el equipo.
-Y fuera de su grupo, ¿a quién se lo contó primero?
-A mi madre. Sí, la primera fue mi madre.
-¿Qué piensa cuando ve que sigue siendo noticia que entre las premiadas solo haya mujeres?
-Es increíble que siga siendo noticia porque estamos en 2022. En la sociedad las mujeres somos el 50%. Pero en la ciencia no tenemos ese mismo porcentaje todavía. Nos queda un largo camino hasta llegar allí. Para mí ha sido un orgullo formar parte de la primera edición en la que todas somos mujeres. Además, he conocido a las otras cuatro premiadas y son ídolos a seguir.
Creo que es muy importante desmitificar el papel de la mujer como científica. Las investigadoras no somos personas raras. Eso lo tienen que ver las niñas, que tenemos una vida normal, que ellas también lo van a conseguir. Van a ser las líderes, las próximas investigadoras del futuro. Tenemos que enseñarles que la ciencia nos va a ayudar a hacer un mundo mejor. En mi caso, proporcionar una fuente de energía para resolver el problema energético mundial.
-¿Diría entonces que estos premios son machistas?
-No, no son machistas para nada. Aún no tenemos el 50% de mujeres en el mundo de la investigación. Por tanto, pedir un 50% de premiadas no me parece lógico. Vamos a llegar allí en algún momento, de eso estoy convencida. El problema está en los niveles más básicos, en las edades más pequeñas. Lo importante es encontrar algo que te apasione. Sea la Ciencia, la Enfermería o la Medicina. Que no nos diga nadie que no podemos por el hecho de ser chicas.
-¿Alguna vez se lo han dicho a usted?
-Sí, aún me encuentro comentarios machistas. Ya menos. Pero a mí también me han llegado a decir "igual no vales mucho para la física porque eres mujer". Compañeros que hace algunos años igual te dicen que lo que había conseguido era por ser mujer. Yo lo he recibido porque he trabajado lo mismo… O más, porque siendo mujer en el mundo de la Ciencia hay que pelear el doble.
En mi caso, por ejemplo, estudiamos 100 personas, de las cuales 8 éramos mujeres, y la mitad de estas estudió magisterio. Cuando estudié en Alemania había algunas asignaturas en las que yo estaba sola. Yo no me fijé en eso. Ahora que lo pienso, sí que es verdad que tenemos que cambiar esto. Obviamente es mejor si somos más.
-¿Sus padres también pensaron que tenían una hija rara?
-No, para nada. Mi madre siempre me apoyó en todo, me decía "si esto es lo que tú quieres, adelante". Al principio me dijo que estudiara Medicina. Me gustaba, pero cuando vi que no podía con la sangre, pensé que no era lo mío. Mucha gente me recomendó que podía ser traductora. Mi padre hablaba italiano conmigo y mi madre, alemán. En el colegio tenía inglés y francés. Pensé que no me beneficiaba mucho más si lo estudiaba. Y como me gustaba mucho la Física, la Matemáticas, la Química.
-Como a todo el mundo entonces... ¿No te costaba estudiarlas?
-No, sí que me iba bien. Pero obviamente tenía que estudiar mucho. También influía que me gustaban mucho los experimentos y que estaba con mis amigas.
-¿Por qué cree que siguen siendo asignaturas que se les atraganta a los estudiantes?
-Creo que es algo que no se da solo a nivel español. Igual hay que pensar un poco en reformar la enseñanza porque no se trata solo de que aprendan, sino de que se enganchen. No a todo el mundo le va a interesar la Física o las Matemáticas, claro. Algunos estudios hablan de que en los próximos 10 o 20 años el mercado laboral va a necesitar muchas más personas que hayan estudiado Física, Matemáticas, Tecnología o Ingeniería. También hay que cambiar como sociedad y dejar de pensar "uf, qué duro es esto, qué trabajo me cuesta".
-¿En algún momento pensó eso, que lo abandonaba todo?
-Sí, claro. Tenía claro lo que me gustaba, pero no sabía a lo que me quería dedicar. En el último año de instituto mi profesora de Física nos llevó a mi amiga y a mí a un curso de invierno en la Facultad de Física de la Universidad de Innsbruck (Austria). Nos enseñaron los experimentos que realizaban y, en definitiva, su trabajo diario. Nos ayudó tanto que terminamos estudiando Física y Matemáticas.
-Ahí conociste la parte bonita. Pero, ¿y "la fea"?.
-Exacto, en aquellos cursos conocí la parte bonita. La fea fue durante mi primer año de carrera. Estudié física con mi amiga Catalina. A las dos nos fue muy bien en el colegio. No así en la universidad, el primer año fue durísimo. Creo que lo es en todo, no solo Física. Vivimos un cambio brutal. Cada vez que hacíamos un examen pensábamos "madre mía, dónde nos hemos metido". A nosotras nos daba mucha cosa decirles a nuestros padres que habíamos suspendido. El primer suspenso.
-El primer suspenso de la carrera. Y, ¿de tu vida?
-Claro, antes había tenido la suerte de aprobarlo todo.
-Pero conseguiste aguantar.
-Conseguí aguantar, sí. Y eso que nos llegamos a decir "si sacamos otro suspenso, lo dejamos". Y ese suspenso nunca llegó, menos mal.
-Después de que no llegara su segundo suspenso, ¿volvió a pensar en el abandono?
-Sí. Cuando estaba escribiendo la tesis me planteé si entrar en el mundo laboral. Pero al final me quedé. Y no me arrepiento.
-¿En qué proyectos se encuentra investigando ahora?
-El objetivo de mi línea de investigación es encontrar una fuente de energía, más en concreto, la fusión nuclear. Esta es considerada como el Santo Grial de las nuevas energías porque se trata de una fuente de energía limpia, segura e inagotable. Lo que estamos intentando ahora es construir un pequeño sol en la Tierra. Aunque para conseguir esto necesitamos unas temperaturas muy elevadas, más altas que en el Sol.
-¿Se atreve a darnos una fecha en la que vayamos a ver un sol en la Tierra?
-Bueno, con la financiación adecuada lo podríamos tener mucho antes. Ahora mismo, pensamos tenerlo listo para la próxima década. Aunque hay un gran interés desde el sector privado, donde se aventuran a sacarlo en esta década. Sin duda, hay que invertir mucho más en la ciencia para conseguirlo antes.
-En estas investigaciones, ¿el sector privado también le lleva la delantera al público?
-Sí, exacto.
-Se ve que no conocía el caso de España y su "fuga de cerebros". ¿Por qué decidió venir aquí para continuar su carrera como investigadora?
-Sí, lo mismo dicen en Italia. Hay una fuga importante, pero creo que es más importante que vuelvan esas mentes brillantes que se han ido. Y además, dar la posibilidad a las mentes brillantes de fuera para que estudien en España. Creo que las dos cosas son igual de importantes.
¿Que por qué decidí venirme a España? Durante mi estancia en Garching, me estaba planteando algunas opciones hasta que tuve la suerte de recibir la beca Juan de la Cierva del actual Ministerio de Ciencias e Innovación [entonces Ministerio de Ciencia y Competitividad] y una beca Marie Sklodowska Curie de la Unión Europea. Mi llegada a España, a la Universidad de Sevilla, me ha abierto las puertas al mundo académico. Compaginar docencia e investigación es importante.
-¿No da clases por cumplir con esas horas de docencia para poder seguir investigando?
-No, no, qué va. ¡Lo estoy disfrutando al máximo! Cuando estás en clase y al final te dicen "Eli, por fin lo he entendido". Momentos como este suponen el 200% de satisfacción para mí como profesora.
-Lleva seis años en España, ¿diría que se dedican los esfuerzos necesarios para apostar por una ciencia de calidad?
-A ver, tengo condiciones muy buenas. Si no, no me habría mudado siquiera. Aquí tengo un equipo que es muy potente. Pero claro, hay que invertir mucho más en la ciencia. En general, no estoy hablando solamente de la fusión nuclear. Lo hemos vivido durante estos dos últimos años: la ciencia y la investigación son pilares fundamentales de nuestra sociedad.
-Tras su paso por países como Austria o Alemania, que quizás se encuentran en la Champions League de la fusión nuclear. ¿En qué división colocaría a España?
-El cambio de Alemania a España no ha sido nada fácil. En cuanto a mi investigación, no me ha costado nada. En España tenemos un muy buen equipo. Y no solo hablo del que construimos en Sevilla, también de los que hay en Madrid o Barcelona. Todos son grupos de fusión nuclear muy potentes.
-¿Se ve entonces continuando su carrera como investigadora aquí?
-Totalmente, totalmente. Y también te digo, igual no hubiera conseguido lo mismo de haberme quedado en Alemania. Por ejemplo, en España he recibido muchos proyectos, como la ERC Starting Grant. Eso sí que es ganar la Champions League en el mundo de la investigación. Es una beca muy importante. Y sinceramente creo que si me hubiera quedado en Alemania, no hubiera podido conseguirla.
-¿Es cuestión de que aquí no nos creemos lo que tenemos?
-Sí. Y hay que empezar a creérselo porque aquí hay muchísimo talento.
-¿Qué piensa cuando últimamente escucha que "el cambio climático no existe, que es un invento de Bill Gate"?
-No tengo palabras para alguien que a día de hoy dice algo así. Es evidente. Y no solo el cambio climático, también si hablamos de energía, lo vemos claramente con la guerra en Ucrania. Es nuestra responsabilidad que no dependamos tanto del gas ruso.
-¿Hasta qué punto influye la guerra en Ucrania en el desarrollo de la fusión nuclear?
-En primer lugar, hay que invertir en la investigación si no queremos depender de uno o dos países que tengan todos los recursos. Realmente invertir en investigación es barato. La guerra de Ucrania nos hace ver que en la Unión Europea muchos países dependen del gas de Rusia. Y claro, ¿a dónde llegamos con esto? Pues a que solo un país tenga todo el poder. Y eso no puede ser. En el caso de la fusión nuclear no es un solo país el que tiene esta materia prima, tendríamos suficiente para todo el mundo durante miles de años.
-¿Estamos a tiempo de resolver este problema energético en el mundo?
-Sí, sí. Estoy muy convencida de que nuestra generación es la que va a conseguir resolverlo. Más que nada, porque si no, no me hubiera dedicado a la fusión nuclear.
-¿Una generación posterior a la suya sería tarde?
-Sí, claro. Los combustibles fósiles se van a gastar durante las próximas décadas. Si pensamos solo en nosotros, genial, porque nosotros tenemos el carbón suficiente. Pero para la próxima generación no. Ya está siendo un problema porque tenemos que gestionar esta demanda energética del mundo, en la que cada vez necesitamos más energía. Y por supuesto que con los combustibles fósiles no seríamos capaces de hacerle frente.