De entre todos los animales de la naturaleza solo a uno se le conoce como 'el mejor amigo del hombre'. El ser humano ha domesticado una treintena de especies pero solo una de ellas ha desarrollado un vínculo tan intenso que busca 'entendernos'. Un estudio nos acerca a los secretos de nuestra relación con los perros y apunta a un único gen como responsable de que sea tan especial.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Azabu, en Japón, comandado por el veterinario Miho Nagasawa, quería profundizar en el origen de ese vínculo. El perro fue el primer animal en ser domesticado, hace más de 10.000 años. Sin embargo, hay otro hito posterior, un cambio que dio lugar a las más de 400 razas de perro modernas, si bien no está claro cómo se produjo.
Para este paso adelante hacía falta algo más, una comunicación más profunda. No se trataba de ir cruzando lobos más mansos y sociales y 'adaptarlos' al ser humano, sino de que el animal observara al humano e interpretara sus gestos.
Esto es lo que hace al perro único entre todos los animales, incluyendo parientes más cercanos como los primates: nos 'entienden'. "El perro mira a los ojos para entender lo que queremos", explica Lluís Ferrer, catedrático del Departamento de Medicina y Cirugía Animal de la Universidad Autónoma de Barcelona. "Hay un caso, publicado en Science en 2004, de un border collie que entendía hasta 800 palabras humanas", recuerda. "¿Y cuántas palabras de un perro podemos entender nosotros?"
Nagasawa y sus colaboradores buscaban comprobar si hubo un cambio genético que favoreciera esa intensidad de la relación. Buscaban varios candidatos, genes que expresan hormonas reguladoras del comportamiento, como la oxitocina, que se relaciona con el vínculo madre-hiijo, o el cortisol, que tiene más que ver con el estrés y el comportamiento de evitación.
Mirar los gestos humanos
Como no hay forma de viajar en el tiempo para tomar un perro del pasado y comprobar la profundidad de ese vínculo, los investigadores plantearon un curioso experimento. Con 624 perros de diferentes razas, dividieron aquellas más antiguas o cercanas al lobo, como los huskys siberianos o los akita, de otras más modernas como el terrier o el bichón.
A ambos grupos les plantearon dos pruebas. En una, los investigadores ponían al revés dos cuencos, uno de ellos con comida, y el perro tenía que adivinar dónde estaba esta a través de pistas como la mirada, señalar con el dedo o golpecitos en el propio comedero, para medir el entendimiento de los gestos y la comunicación. En esta prueba apenas hubo diferencias entre los dos grupos.
En la siguiente prueba, los animales tenían que abrir un contenedor para conseguir la comida. Aquí los investigadores observaron que las razas modernas les miraban más en busca de pistas, sugiriendo un mayor vínculo comunicativo.
Una vez comprobada esta diferencia, buscaron si había una base genética para ello. Tenían cuatro gentes candidatos, relacionados con comportamientos sociales en humanos, y uno de ellos hizo bingo. Se trataba de dos mutaciones en el gen del receptor de la melanocortina 2, abreviado MC2R, implicado en la producción de cortisol, hormona relacionada con la respuesta al estrés.
Los autores del estudio sostienen que una reducción de los niveles de cortisol pudo facilitar las capacidades sociales y cognitivas de los perros al reducir su respuesta de miedo hacia los humanos. Sin embargo, esta explicación no les convence del todo y creen que la oxitocina también juega un papel.
Domesticación extrema
El catedrático Lluís Ferrer ve interesante este estudio porque es una explicación a la "fuerza inicial que puede iniciar el proceso de domesticación". Después de todo, solo se ha domesticado al lobo una vez, "no es tan fácil cogerlo y hacer un perro, no lo hemos vuelto a hacer".
Este factor da también una pista sobre por qué el perro es "el caso de domesticación más extremo. Algunas especies simplemente no nos tienen miedo y aceptan convivir con nosotros, como el gato, pero no tienen esa relación tan intensa, esa interconexión".
También ofrece otra clave sobre por qué muchos animales no se han dejado domesticar. "Cebras, zorros, pumas… Puedes acostumbrar a un animal a vivir contigo, a que no tenga miedo, pero esto no va a ser un rasgo que transmita a sus descendientes".
Óscar Cortés, del Departamento de Producción Animal de la Facultad de Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, recuerda que hay muchos factores implicados en la domesticación de un animal.
"A principios de sigo, Jared Diamond, de la Universidad de California, describía seis aspectos clave en la domesticación de mamíferos". Estos son la adaptación a la dieta que el ser humano pueda aportar, un crecimiento de duración determinada, el aspecto agradable, la adaptación a la vida en cautividad, el seguimiento de una jerarquía y la tendencia al pánico y reacciones violentas ante la presencia de depredadores en sitios cerrados.
Sin embargo, "hay especies de mamíferos que cumplen cinco de las seis características pero no han sido domesticadas". Después de todo, el número de especies de animales domésticos es muy inferior al de especies no domesticadas.
Por esta razón, el veterinario no cree que el hallazgo de este gen pueda servir para domesticar 'genéticamente' especies hasta ahora indómitas y que pudieran ser de utilidad al hombre. "El proceso de domesticación es muy complejo como para que sea explicado exclusivamente por la acción de uno o muy pocos genes y que hagan referencia exclusivamente a aspectos concretos del comportamiento".
No son solo animales mansos
No se trata únicamente de conseguir animales más calmados sino también cambios a nivel reproductivo –"las especies domésticas son más precoces sexualmente hablando que sus ancestros salvajes"– o el nivel de tolerancia hacia las enfermedades humanas, entre otros.
"El fin de la domesticación no fue que los animales fueran más mansos pero era necesario para obtener lo que nos ha dado la domesticación de los animales, es decir, alimento, lana, piel, compañía…", resume.
Por su parte, Lluís Ferrer considera que hay que entender mucho más sobre la evolución genética paralela a la domesticación para plantear algo así. Es más, recuerda una teoría alternativa, la de la protodomesticación, que implica que no solo somos nosotros los que elegimos a las especies para que nos acompañen sino que fueron ellas las que nos buscaron.
"Hay gente que opina que fueron los lobos los que quisieron domesticarse, el paso inicial lo habrían dado ellos". Se trata de una curiosidad hacia los humanos que, por ejemplo, no la tienen nuestros parientes más cercanos, los primates, que, además, "tienen un comportamiento más individual" para poder ser domesticados.
"Lo vemos todo centrado en los humanos, pero no tiene por qué ser así", sostiene. Después de todo, han sido los perros los que se han esforzado por 'aprender' el lenguaje humano observando nuestros rasgos, mientras que nosotros no hemos avanzado tanto en sentido contrario. "Que me hicieran un test de olfato a mí, a ver lo listo que puedo ser en comparación con un perro", concluye con humor.