España es uno de los países que más ha avanzado en las últimas décadas en los derechos del colectivo LGTBI. Por desgracia, la violencia contra estas personas todavía es una realidad que debemos combatir. Por esta razón, cada 17 de mayo se celebra el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia en conmemoración de la jornada en la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales.
Desde ese día de mayo de 1990 tan sólo han transcurrido 32 años. Puede parecer impactante que haya pasado tan poco tiempo, pero la situación general del mundo con respecto a los derechos de las personas homosexuales sigue siendo alarmante. Según Amnisitía Internacional, la homosexualidad puede ser motivo de pena muerte en 11 países del mundo, las relaciones consentidas entre personas del mismo sexo son ilegales en 70 países y, de ellos, la gran mayoría las castigan con penas de prisión.
De todas formas, no sólo es importante que las leyes y los estados avancen, sino también la sociedad. Incluso en España —que, según este artículo de EL ESPAÑOL, consiguió uno de los mejores datos de respeto a la comunidad LGTBI en Europa en una encuesta de ILGA-Europe, la Asociación de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex de Europa— los crímenes contra estas personas siguen teniendo lugar.
Los últimos que han tenido lugar han sido cuatro asesinatos en serie en Bilbao cometidos por un hombre que utilizaba apps de contactos entre personas homosexuales para robar sus datos bancarios y después matarlos. Además, en menos de dos meses se cumple el primer año desde el asesinato de Samuel Luiz en A Coruña tras una fuerte paliza durante la cual sus agresores le gritaron "maricón de mierda". Este caso fue uno de los más sonados en los medios nacionales durante el pasado verano.
No son psicópatas
¿Cuál es el origen de este odio que lleva a cometer estos crímenes brutales? EL ESPAÑOL ha consultado a varios psicólogos expertos y todos ellos coinciden en que estos delitos no pueden explicarse por patologías psicológicas individuales de los agresores. "No hace falta ser un psicópata para cometer esta clase de delitos", asegura Ramón Nogueras, psicólogo y autor del libro Por qué creemos en mierdas (Kailas, 2020).
Guillermo Fouce, profesor de Psicología Social en la Universidad Complutense de Madrid, describe a los autores de las agresiones físicas a homosexuales como personas influenciadas por los discursos de odio. "Estos discursos deslegitiman a la víctima y hacen que el agresor la considere inferior. No la trata como un ser humano porque considera que hay un fin superior que lo justifica: limpiar la sociedad. Esto pasa mucho en los movimientos terroristas".
De hecho, Fouce y Nogueras comparan estas dinámicas con algunas de la Alemania nazi. "¿Todos los nazis eran psicópatas? Investigaciones de psicólogos sociales buscaron responder qué porcentaje de la población estaría dispuesto a dar descargas eléctricas a alguien hasta matarlo o causarle grave daño. Si todos ellos fueran psicópatas serían un 1%, que es la cifra que hay en la población. El resultado alcanzó el 60%", cuenta Fouce.
Discursos influyentes
"Este tipo de violencia es un problema sistémico que tiene que ver con un planteamiento ideológico que es la LGTBI-fobia, que ocurre en todos los países y se sufre desde hace mucho tiempo", explica José Manuel Peris, asesor de temática LGTB en el Colegio de la Psicología de Madrid. "Esta ideología está reforzada porque algunos varones —que son la mayoría de quienes cometen estas agresiones— refuerzan su masculinidad agrediendo a estas personas".
Nogueras asegura que en la actualidad seguimos expuestos a mensajes de odio contra la comunidad LGTB: "Se dice que son un lobby, que tienen ventajas frente al resto o que dar una charla en el colegio puede hacer a tu hijo gay, lo que es ridículo. Esto genera un caldo de cultivo para que haya personas que en un momento agredan". De hecho, el psicólogo explica que no debemos patologizar a estos agresores porque de esta manera se niega este problema de la sociedad.
Las agresiones homófobas no sólo son los ataques físicos, aunque estos puedan llamar la atención de la gente en mayor medida. Además de los discursos de odio más evidentes, las canciones, los videojuegos o las intervenciones de personajes públicos en televisión pueden dar pie a la radicalización.
"En ningún caso estos mensajes son inocentes", asevera el profesor de Psicología Social. "Si pensamos que es normal reírse de un homosexual, es porque no merece el mismo respeto y lo estamos deshumanizando". Peris también advierte que "si la masculinidad se sigue construyendo de una manera tóxica, en grupos donde jóvenes intentan demostrar su hombría, la LGTBI-fobia no va a desaparecer".
Ni jóvenes ni homosexuales
En este sentido, los agresores de personas homosexuales más frecuentes son hombres menores de 30 años, según el Observatorio Madrileño de la LGTBfobia. Además, suelen actuar en grupos de varios integrantes. "La adolescencia es una época de mucha efervescencia y de búsqueda de identidad. Esto lo aprovechan otros agresores que se dedican a generar el discurso de odio. Se captan a propósito porque son más influenciables y, además, tienen más fuerza", explica Fouce.
Al tratar de explicar este tipo de violencia, algunas personas recurren a antiguas teorías que apuntan a que los agresores homófobos son, en realidad, homosexuales reprimidos. Los psicólogos coinciden en que esta teoría no explica la situación real y se trata de una simplificación a lo individual. Sobre esto se ha hablado en algunos medios con el nombre de homosexualidad egodistónica.
"Se refiere, básicamente, a una persona que es homosexual y lo lleva mal de una manera personal", explica Nogueras. "Es un término arcaico y que no representa la realidad: los homosexuales no se sienten mal consigo mismos, sino con la sociedad que les hace avergonzarse". Además, el psicólogo explica que es ridículo que un homosexual intente disimular su sexualidad agrediendo porque "este comportamiento no es típico de los heterosexuales".
Nogueras publicó esta semana un hilo en Twitter en referencia a esta teoría que surgió a partir de un estudio del año 1996. En este proyecto pusieron una película pornográfica heterosexual y otra homosexual a un grupo de hombres homófobos y otro de no homófobos y midieron su excitación con dispositivos que median el engrosamiento de sus penes durante el visionado. Los hombres homófobos tuvieron erecciones durante la proyección de la pornografía homosexual.
"De todas formas, este experimento no se ha replicado nuevamente ni se han obtenido resultados similares. Parte de un fallo metodológico, que es medir la excitación con el engrosamiento del pene, porque las erecciones se pueden tener por múltiples motivos", explica Nogueras. Esta teoría, además, reafirma el estigma contra la comunidad LGTB porque hace responsable a los homosexuales de la violencia que ellos mismos viven.
Cortar el odio
Además de su labor como docente, Fouce es presidente de la fundación Psicología Sin Fronteras donde ha tratado con agresores de este tipo. El trabajo con estos pacientes consiste en reconstruir la empatía y en destruir los discursos legitimadores. "Además de con educación, la homofobia debe combatirse aplicando la ley con contundencia, no sólo contra los agresores físicos, sino también contra quien difunde los discursos de odio", sentencia.
"Aunque cueste creerlo, estos agresores creen que sus acciones tienen consecuencias positivas: salen reforzados porque piensan que han hecho un favor a la sociedad. Por eso, la sociedad debe responder y salir en rechazo de estas acciones. Pasa lo mismo con la violencia de género, racista y otros crímenes de odio", explica Fouce. Por supuesto, otro de los aspectos fundamentales para prevenir esta violencia es la educación.
Si bien la violencia homófoba sólo puede explicarse por motivos sociales que la influyen, existen dos variables individuales que predisponen a cometerla. Por un lado, la psicopatía que, aunque se da en un porcentaje bajo, es factible; y por otro, la personalidad autoritaria. "La violencia se aprende y se reproduce; estos agresores asumen la autoridad de quien consideran por encima y la ejercen contra quienes creen inferiores. Hay evidencias de sobra". Por eso, es importante que la educación sea empática y combatir los discursos que legitiman el odio.