Erroll Garner fue un pianista bajito que, en una época de gigantes como Thelonious Monk, se veía obligado a sentarse sobre guías de teléfono para tocar. Garner murió precozmente de cáncer a los 53 años, así que resulta bello que su obra más conocida, la balada Misty, sirviera el pasado mes de octubre para salvar a Carlos Aguilera de otro cáncer.
Sus imágenes semi-reclinado sobre la mesa de operaciones, tocando el saxo mientras un equipo de más de 15 personas le extirpaba un tumor cerebral, dieron la vuelta al mundo. Era la primera vez en Europa que se hacía una operación similar, y habría sido la primera del globo de haber ocurrido tres meses antes.
"La verdad es que en ese momento no sentía ningún tipo de dolor, estaba más tranquilo de lo que podía imaginar", recuerda Aguilera para EL ESPAÑOL. "Traté de disfrutar del momento y ponerles las cosas fáciles".
Lo cierto es que la intervención resultó un éxito. Aunque tuvo que superar una pequeña crisis que lo dejó sin poder hablar tres días después de salir de quirófano, ya hace casi un mes que el paciente, con una cicatriz semicircular en la cabeza como recuerdo, puede volver a tocar su instrumento. "En la primera visita tras la operación vi las fotos, los vídeos... no me lo podía ni imaginar, yo sentía el cuerpo pero no sabía lo que me estaban haciendo en la cabeza".
El mérito principal es del equipo médico y la colaboración del paciente, pero la música escogida, el jazz, tuvo un rol que no es menor. Varios estudios han analizado el efecto de esta música en los circuitos neuronales, entre ellos uno reciente publicado en Scientific Reports. Malinda McPherson, investigadora en Harvard y una de las autoras principales, cuenta a este periódico que "hay varias características del jazz que lo convierten en un objeto de estudio excelente" en trabajos relacionados con el cerebro. "Por ejemplo, esta música puede darse en una escala corta de tiempo, lo que es clave para replicarla dentro del laboratorio".
En inglés se conoce al quirófano como operating theater, y para Aguilera realmente fue como un teatro. Anestesiado localmente de frente para arriba y cubierto por un telón de plástico, era detrás, en los camerinos, donde los cirujanos tiraban de los hilos mientras él actuaba sobre el escenario. Esto no es una licencia poética. Como explica a EL ESPAÑOL Guillermo Ibáñez, el neurocirujano principal, "en la fase de mapeo, cuando él estaba tocando, nosotros estimulábamos la corteza auditiva primaria y automáticamente él interpretaba otro tono, que no podía identificar, se le iban las notas, perdía totalmente la referencia y dejaba de tocar".
Cuando un músico toca, la corteza auditiva primaria de su cerebro, situada sobre el lóbulo temporal, interactúa con la corteza motora en un circuito cerrado muy complejo. Al alterar este circuito en quirófano para comprobar si el área estaba afectada, Aguilera podía buscar un Sol Séptima para interpretar Misty y no encontrar el tono.
Concierto para quirófano
Cuando a este joven saxofonista que se gana la vida triangulando entre la banda municipal de Málaga, una orquesta y un cuarteto, le detectaron el tumor en una resonancia, la posibilidad de operarle mientras tocaba surgió pronto. "Vimos que no le servía un mapeo cerebral estándar, porque el tumor que tenía en el lado izquierdo era muy grande y afectaba a zonas delicadas", dice Ibáñez.
En el pasado, se ha mantenido a pacientes despiertos y hablando mientras les extraían un tumor cerebral, para controlar bien el área del lenguaje. Pero en el caso del malagueño, "no nos bastaba con tener controlada el área del lenguaje, sino que necesitábamos vigilar otras como la parte con que interpretamos los sonidos", revela el neurocirujano que le operó.
La operación, que duró 12 horas, comenzó con Aguilera leyendo e interpretando láminas mientras los cirujanos estimulaban las distintas áreas para delimitar las zonas críticas. En un momento dado le mostraron una vaca y dijo que era una cabra. "Una parafasia, cambió procesos semánticamente relacionados", explica Ibáñez. Una vez identificadas, comenzaron a extirparle el tumor.
La icónica estampa del saxofonista tocando rodeado de médicos ocurrió, según el protagonista, "hacia el final de la operación, creo que era para comprobar que habían eliminado todo lo que tenían que eliminar".
¿Por qué Misty?
La elección de la pieza, conocido estándar del jazz que luego han adaptado Johnny Mathis, Ella Fitzgerald, Frank Sinatra o Etta James, tiene su explicación en que los médicos le pidieron una pieza que pudiera tocar casi de memoria. "El lenguaje musical es extraordinariamente complejo, interfieren muchas áreas diferentes de ambos hemisferios", explica Ibáñez, "lo que nos interesaba no era que improvisara sobre la marcha, sino que tocara piezas estructuradas y que conociera bien".
De ese modo, los cirujanos podían detectar si, de aparecer algún fallo, éste estaba relacionado con la operación y no con el hecho de que estuviera tocando una pieza excesivamente compleja y que supone un mayor esfuerzo cognitivo.
Según explica McPherson, "cuando se realizan experimentos científicos es importante establecer controles y límites apropiados, y aunque los músicos de jazz están entrenados para ser creativos e improvisar, es posible restringirles sin entorpecer su creatividad". En sus estudios, suelen pedirles que toquen en una nota o con un rango tonal específico, con sólo una mano, "y aún así son capaces de tocar creativamente", dice la científica estadounidense.
Además del estándar de Garner, el paciente interpretó un tema del crooner canadiense Michael Bublé. "Eran temas más o menos fáciles y me traían buenos recuerdos", apunta.
Como dejó dicho Charlie Parker, también saxofonista, "si no vives la música, ésta no saldrá de tu cuerno". Y en aquel quirófano, la música salió.