El 12 de abril de 1555, hace ahora 469 años, la primera reina de España, Juana I de Castilla, falleció en el Palacio Real de Tordesillas después de 46 años de encierro, ordenado primero por su padre, Fernando el Católico, y después por su hijo, Carlos I. Una reclusión basada en la acusación, utilizada por su padre y por su hijo para apartarla del trono, de que padecía una enfermedad mental, motivo por el cual se la conoció durante siglos con el apelativo de Juana la Loca.
 
La soberana había nacido en Toledo el 6 de noviembre de 1479 y fue la tercera hija de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Recibió la educación propia de la Corte de Isabel la Católica y, durante su infancia, presenció acontecimientos de primer nivel como la toma de Granada, en enero de 1492, que puso el broche final a la Reconquista, o la llegada de Cristóbal Colón y su anuncio del descubrimiento de América. 
 
El 21 de agosto de 1496, cuando aún no contaba con 17 años, embarcó en el puerto de Laredo con destino a Flandes para casarse con Felipe 'el Hermoso', en el marco de las alianzas matrimoniales impulsadas por los Reyes Católicos. La pareja estableció su Corte en la ciudad de Bruselas y allí nacieron sus primeros hijos: Leonor (1498), Carlos (1500) e Isabel (1501). 
 
A pesar de que el matrimonio había sido concertado, Juana se enamoró perdidamente de Felipe y su excesiva pasión alarmó a su marido que, además, no había dejado de tener amantes, algo que provocaba en Juana intensos arrebatos de celos. La futura soberana, entonces, cayó en un estado de profunda depresión, al que contribuyó el desarraigo que sentía al estar tan lejos de casa, y Felipe 'el Hermoso' optó por encerrarla en una de las habitaciones de palacio.
 
La muerte del príncipe Juan, de la princesa Isabel y de su hijo, el príncipe Miguel, convirtió a Juana en la princesa de Asturias y, por tanto, heredera al trono de España. El 25 de marzo de 1502 Juana y Felipe llegaron a España para ser proclamados príncipes de Asturias pero 'el Hermoso' regresó a Países Bajos en diciembre de ese mismo año y Juana, desolada por la separación, comenzó a dar los primeros signos de desequilibrio mental, por lo que Isabel la Católica la ordenó permanecer en el Castillo de la Mota, en el municipio vallisoletano de Medina del Campo.
 
En marzo de 1503 regresó a los Países Bajos pero la muerte de Isabel la Católica, el 26 de noviembre de 1504, hizo que se convirtiera en la nueva reina de Castilla. Con todo, la desconfianza en el estado mental de Juana llevó a que se acordase que gobernase en Castilla su marido y en Aragón su padre, Fernando el Católico. Tras la muerte de Felipe el Hermoso en 1506, Fernando recuperó la regencia de Castilla, en manos del príncipe Carlos. 
 
La demencia de la reina Juana se fue agravando y permaneció recluida en el Palacio Real de Tordesillas desde 1509 hasta su muerte, en 1555. Un total de 46 años. En 1516 falleció Fernando el Católico y Carlos V fue nombrado rey de Castilla y Aragón, por lo que Juana no llegó a suceder a su padre al frente de la Corona aragonesa, aunque las Cortes castellanas nunca llegaron a declararle incapaz y no se le retiró el título de reina. Además, Bernardo de Sandoval y Rojas fue nombrado gobernador de Tordesillas y guardián de la reina, cargos que ostentó hasta 1535, cuando fue sucedido por su hijo Luis.
 
Durante la Guerra de las Comunidades de Castilla, en el año 1520, la figura de la reina Juana volvió a cobrar relevancia ya que los líderes comuneros que se habían rebelado contra Carlos V trataron de ponerla de su parte. La Santa Junta de los Comuneros, que se reunió en Ávila, aseguró que su único objetivo era el servicio de la reina Juana y el presidente del Consejo de Castilla trató de obtener de Juana, sin éxito, su firma para varias provisiones contra los rebeldes comuneros.
 
Después de que los comuneros tomasen Tordesillas, el 29 de agosto de 1520, la reina recibió a sus representantes, aunque se negó a intervenir de forma directa en la guerra y no firmó ningún documento de apoyo a ningún bando. En diciembre de 1520, el ejército de Carlos V recuperó el municipio vallisoletano y, desde entonces hasta su muerte, permaneció recluida Juana en el Palacio Real de Tordesillas, incapacitada por esa supuesta enfermedad mental. 
 
Hacia el final de su vida, a su familia comenzó a preocuparle que el alma de la reina se encontrase en peligro. Se negaba a comer, no se peinaba, no se aseaba ni se vestía y se negaba de forma obstinada a oír misa. El 12 de abril de 1555, finalmente, hace ahora 469 años, falleció en Tordesillas la primera reina de España y su cuerpo fue depositado en el convento de Santa Clara, ubicado en el municipio, aunque sus restos serían trasladados en 1573 a la capilla real de la Catedral de Granada.

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