Valladolid ha estado vinculada casi desde su fundación a una impronta palaciega y cortesana y a un fuerte vínculo con las Casas Reales, primero de Castilla y después de España. De hecho, en 1208 Valladolid adquirió el título de ciudad cortesana por decisión del entonces rey Alfonso VIII de Castilla y en 1255 recibió el Fuero Real por parte de Alfonso X 'El Sabio'.
Los vínculos de Valladolid con la monarquía no acabarían ahí. En 1217, Fernando III 'El Santo' fue proclamado rey de Castilla en la Plaza Mayor y la reina regente María de Molina estableció allí su residencia en el año 1300. Un camino que conduciría a que tres siglos después, en 1601, la capital del Imperio Español llegase a instalarse en Valladolid durante cinco años. La fuerte presencia de las Casas Reales en la ciudad llevó a que esta fuera, además, testigo del nacimiento de algunos importantes monarcas que marcaron el devenir histórico castellano y español.
Enrique I de Castilla (1204-1217)
El rey Enrique I de Castilla nació en Valladolid el 14 de abril de 1204. Hijo de Alfonso VIII y Leonor de Inglaterra, subió al trono siendo todavía menor de edad, en 1214, con solo 10 años, tras la muerte de su padre y quedó bajo la regencia de su hermana Berenguela.
Su reinado se vio agitado por la rivalidad entre la regente y el magnate castellano Álvaro Núñez de Lara hasta que murió en el Palacio Episcopal de Palencia en 1217, con tan solo 13 años, a causa de un accidente tras ser herido con una piedra en la cabeza por otro niño, con el que se encontraba jugando. Su fallecimiento dejó planteado el problema sucesorio, que se resolvería con la renuncia de Berenguela a sus derechos en favor de su hijo, el futuro Fernando III.
Sancho IV de Castilla (1258-1295)
El rey Sancho IV de Castilla nació en Valladolid el 12 de mayo de 1258. Hijo segundo y sucesor de Alfonso X, se casó en 1282 con María Alfonso de Meneses, conocida como María de Molina, nacida también en la ciudad castellana.
A la muerte de su hermano mayor, el infante Fernando de la Cerda, en 1275, se hizo proclamar heredero de la corona frente a los derechos de los hijos de aquel, los infantes de la Cerda. Alfonso X se inclinó por sus nietos, y Sancho se sublevó contra su padre con el auxilio de las hermandades castellanas y de las órdenes militares.
Muerto Alfonso X, en 1284, se hizo proclamar rey tras aplastar una débil resistencia en su contra. Buscó reforzar su posición mediante una alianza con Pedro III de Aragón, en 1285, y en abril de ese año los benimerines -tropas de un Imperio bereber situado en el norte del actual Marruecos- desembarcaron en Tarifa y llegaron a las puertas de Sevilla. Esto condujo a Sancho IV a firmar un tratado de paz con el emir benimerín, Abu Yusuf.
En la corte, la nobleza se había escindido en dos partidos: los aragonesistas, capitaneados por Lope Díaz de Haro, y los partidarios de un acercamiento a Francia, encabezados por Juan Núñez de Lara. El encumbramiento de Lope le indispuso con gran parte de los magnates y con la reina María de Molina, lo que provocó su caída y muerte en 1288, a manos del propio rey, y la firma en Lyon ese mismo año de un acuerdo franco-castellano.
En respuesta a este tratado, Alfonso III de Aragón se lanzó a la lucha en defensa de los derechos de los infantes y el sucesor de Alfonso III, Jaime II, concertó un tratado de paz en Monteagudo en 1291 con Sancho IV. Un pacto que dejó al castellano libertad de acción para dedicarse a la obra de la reconquista.
Apoyado por las flotas aragonesa y genovesa, tomó Tarifa en octubre de 1292 y logró rechazar una nueva invasión de los benimerines en 1294. Murió solo un año después en Toledo.
Enrique IV de Castilla (1425-1474)
El rey Enrique IV de Castilla nació el 5 de enero de 1425 en Valladolid en la desaparecida Casa de las Aldabas de la actual calle Teresa Gil. Hijo y sucesor del rey Juan II, que falleció en la ciudad del Pisuerga, participó desde 1440 en las luchas nobiliarias castellanas, unas veces en favor y otras en contra de Álvaro de Luna.
Se casó con Blanca de Navarra, a la que luego repudiaría por estéril, y con Juana de Portugal, de la que tuvo en 1462 una hija, Juana, cuya paternidad se atribuyó a Beltrán de la Cierva, privado del rey. Débil de carácter, no supo hacer frente a la nobleza, que declaró abiertamente la ilegitimidad de Juana, a la que malévolamente se llamaba La Beltraneja, depuso en efigie al rey en la Farsa de Ávila de 1465 y proclamó sucesor a su hermano Alfonso.
Pese a su indecisión, esas provocaciones le obligaron a presentar batalla y los rebeldes fueron vencidos en Olmedo en 1467, aunque sin resultado práctico. Muerto Alfonso, en 1468, Enrique IV se avino por el tratado de Toros de Guisando a reconocer como heredera a la infanta Isabel, pero revocó su decisión ante la boda de esta con Fernando de Aragón –celebrada en 1469 en el Palacio de los Vivero de Valladolid– y declaró en 1470 como hija legítima a Juana La Beltraneja. Murió en 1474, a los 49 años, sin dejar resuelta explícitamente su sucesión.
Felipe II (1527-1598)
El rey Felipe II de España, hijo de Carlos I y de Isabel de Portugal, nació en Valladolid, concretamente en el Palacio de los Pimentel, y fue bautizado en el convento vallisoletano de San Pablo. Convencido del origen divino de su poder, su política estuvo inspirada en dos principios básicos: defensa de la fé católica y constante preocupación por ser justo.
La obsesión por actuar conforme a sus principios fue motivo de constantes escrúpulos y dudas, y dio lugar a que confesores y juntas de teólogos desempeñaran un importante papel en el gobierno del Estado. Desconfiado e irresoluto, apartó del poder a los consejeros de excesiva personalidad y antes de tomar cualquier decisión la estudiaba detenidamente, lo que supuso la proliferación de Consejos y una burocracia desorbitada.
Felipe II dio siempre muestras de un férreo sentido del deber, pues se sentía responsable de sus actos ante Dios y sus súbditos. Entró muy pronto en contacto con los asuntos de Estado, pues en 1543 actuó como regente de los reinos hispánicos. Ese mismo año se casó con María de Portugal, un matrimonio celebrado con vistas a alcanzar la unidad peninsular. En 1546 fue nombrado duque de Milán y en 1554, viudo de su primera esposa, se casó con María I Tudor, reina de Inglaterra, para conseguir la unión de España e Inglaterra y, de esta manera, dar una mayor cohesión a sus Estados, aunque sus proyectos se verían frustrados por la muerte de la reina en 1558.
En 1556 había heredado ya todas las posesiones de Carlos V, excepto las de la Casa de Austria en Alemania y el título imperial. El reinado de Felipe II se inició con un nuevo estallido de la rivalidad franco-española y en 1556 se reanudó la lucha, llegando los españoles a la victoria en San Quintín en 1557. Finalmente, España y Francia firmaron la paz de Cateau-Cambrésis, en 1559, que reconocía la hegemonía española en Europa.
Fruto de esa nueva amistad, llegó el casamiento de Felipe con Isabel de Valois, hija de Enrique II. Preocupado el rey por los progresos del protestantismo, impulsó la reanudación del Concilio de Trento, entre 1562 y 1563, que sentó las bases doctrinales y el espíritu militante de la Contrarreforma, y se esforzó por todos los medios en preservar sus reinos de la herejía, usando como arma la Santa Inquisición.
Bajo su mandato se dio también una oleada de hostilidad contra la población morisca y ordenó a Juan de Austria su represión en las Alpujarras, mientras se esforzaba por unir a los países católicos contra el peligro turco y berberisco en el Mediterráneo. En 1571 la escuadra de la Liga Santa obtuvo una brillante victoria naval en Lepanto, solo un año después de que Felipe contrajera de nuevo matrimonio, esta vez con Ana de Austria.
En 1580 obtuvo uno de sus principales éxitos políticos al conseguir incorporar a sus territorios Portugal y su inmensio imperio y, posteriormente, apoyó económica y militarmente a la Santa Liga frnacesa, continúo sus campañas en los Países Bajos y se decidió a emprender una expedición contra Inglaterra por la ayuda que prestaba a los rebeldes holandeses. El fracaso de la Armada Invencible y el nombramiento de Enrique de Borbón, jefe de los calvinistas, como sucesor al trono de Francia, aumentaron sus dificultades.
En sus últimos años de reinado, Felipe II realizó un gran esfuerzo militar y económico que resultó estéril, ya que tuvo que aceptar la entronización de los Borbones en Francia, reconocer la independencia de las Provincias Unidas y admitir la hegemonía en el mar de Inglaterra. Para los reinos hispánicos, las consecuencias de al política imperialista fueron muy graves y el desgaste humano y económico, fruto del constante aumento de los tributos, unidos a las bancarrotas estatales, desencadenaron el proceso de decadencia que se agudizaría durante el siglo siguiente. Felipe II murió en 1598 en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Felipe IV (1605-1665)
El rey Felipe IV de España nació el 8 de abril de 1605 en el Palacio Real de Valladolid, en un momento en el que la ciudad castellana ostentaba la capitalidad de España. Al igual que su abuelo, Felipe II, sería bautizado en el convento de San Pablo. Hijo de Felipe III y Margarita de Austria, aunque más inteligente y enérgico que su padre, mostró la misma indolencia y desinterés por los asuntos de gobierno.
El conde-duque de Olivares, encargado de su educación desde que tenía 10 años, supo ganarse su confianza y, desde su advenimiento al trono, en 1621, puso el poder de facto en sus manos. En 1615 se le concertó matrimonio con Isabel de Borbón, hija de Enrique IV, el cual se consumaría en 1620. Olivares reemplazó a la camarilla palaciega y usufructuó el poder sin ninguna interferencia por parte del monarca hasta 1643.
El valido intentó dar una nueva dirección al Estado, recuperar el prestigio perdido durante el reinado anterior y restablecer la hegemonía de España y del catolicismo en Europa. La participación española en la Guerra de Sucesión de Mantua (1628-1631) hizo aparecer el peligro de una guerra generalizada contra Francia y la victoria española en Nördlingen, en 1634, decidió a los franceses a declarar la guerra al año siguiente. La acción conjunta franco-holandesa en los Países Bajos llevó a la pérdida de importantes plazas mientras otro ejército francés ocupaba la región pirenaica.
Las medidas centralizadoras de Olivares, desembocaron en un levantamiento en Cataluña en 1640 que se mantendría hasta 1652. A su vez, Portugal se levantó en diciembre de 1640 y al año siguiente se descubrió una conspiración secesionista en Andalucía. Los problemas internos agravaron las dificultades y Olivares dimitió en enero de 1643. Felipe IV nombró a Luis de Haro ministro universal y, tras la derrota de Rocroi en 1643, el nuevo privado optó por las negociaciones para evitar más pérdidas.
En la Paz de Westfalia de 1648 se reconoció la independencia de Holanda, pero continuó la guerra con Francia hasta el tratado de los Pirineos de 1659, que supuso la pérdida de Artois, el Rosellón y parte de la Cerdaña. En los últimos años, todos los esfuerzos de Felipe IV se dirigieron a la recuperación de Portugal, que no llegó a lograrse gracias al apoyo de Inglaterra y Francia a ese país. Murió en 1665 en Madrid y fue enterrado en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Valladolid, tumba de reyes
La provincia de Valladolid también fue testigo durante varios siglos, por ese vínculo real e imperial, de como se apagaba la vida de algunos importantes monarcas, tanto de Castilla como de España, que no nacieron en la ciudad castellana pero que vivieron sus últimos momentos en ella.
Juan II de Castilla (1405-1454)
Juan II de Castilla había nacido en 1405 en la localidad zamorana de Toro. Hijo y sucesor de Enrique III, durante su minoría de edad actuaron como regentes su madre, Catalina de Lancaster, hasta su muerte en 1418, y su tío, el infante don Fernando de Antequera, hasta ser nombrado rey de Aragón en 1412.
Comenzó a reinar en 1419 y su reinado se caracterizó por las rivalidades entre el condestable don Álvaro de Luna y los infantes de Aragón, y por el desarrollo de una cultura prerrenacentista. Falleció en la ciudad de Valladolid el 22 de julio de 1454, donde nacería su hijo y sucesor Enrique IV. Fue sepultado en el convento de San Pablo de la ciudad aunque sería trasladado después a la Cartuja de Miraflores de Burgos.
Isabel La Católica (1451-1504)
Isabel de Castilla nació el 22 de abril de 1451 en Madrigal de las Altas Torres, en la provincia de Ávila. Hija de Juan II de Castilla y de Isabel de Portugal, en 1468 su hermano Enrique IV, presionado por una parte de la nobleza, la reconoció como heredera de Castilla. Al año siguiente se casó secretamente con Fernando de Aragón en el Palacio de los Vivero de Valladolid.
El casamiento con el entonces príncipe aragonés obedecía a las necesidades de la corona aragonesa, por una parte, y, por otra, a que Isabel consideraba a Fernando como el mejor apoyo para su ascensión al trono y para fortalecer la autoridad real. En el contrato matrimonial, oficializado en la Concordia de Segovia de 1475, Fernando se comprometía a vivir en Castilla y a luchar por la causa de su esposa, aceptando una posición secundaria.
En 1474, a la muerte de Enrique IV, Isabel fue proclamada reina de Castilla, aunque una parte de la nobleza reconoció a Juana La Beltraneja, lo que condujo a una guerra civil. Fernando asumió el mando militar del partido isabelino y, después de la decisiva victoria de Toro en 1476, la reina se esforzó en someter los núcleos rebeldes de Andalucía y Extremadura, mientras Fernando derrotaba a los portugueses en Albuera en 1479.
Desde ese momento la reina tuvo una activa participación en el restablecimiento de la autoridad real y en la Guerra de Granada, sobre todo a partir de 1486. Supo asimilar el espíritu religioso castellano, del que impregnó su actividad política, e impulsó la reforma de la Iglesia, implantando la Inquisición en 1478, promulgó la expulsión de los judíos y apoyó la contundente política de Cisneros frente a los musulmanes de Granada.
Ese mismo espíritu de cruzada la convirtió en el principal sostén de la guerra contra los musulmanes en el norte de África e intervino en la decisión de autorizar la empresa de Cristobal Colón, que conduciría al descubrimiento del continente americano. Durante los últimos días de su vida, amargada por las desgracias de sus hijos, fallecidos tempranamente, abandonó progresivamente su participación en los asuntos de gobierno. Falleció el 26 de noviembre de 1504 en la localidad vallisoletana de Medina del Campo.
Juana I de Castilla (1479-1555)
Hija de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, nació en Toledo en noviembre de 1479 y se casó con Felipe el Hermoso, hijo de Maximiliano de Asutria, en 1495. Muertos sus hermanos Juan e Isabel, en 1497 y 1498, y el hijo de esta, Miguel, en 1500, quedó como heredera de Castilla y Aragón. En 1503 comenzó a dar pruebas de su enajenación mental y empezó a recibir el apodo de Juana La Loca.
Muerta Isabel, en 1504, se planteó el problema de la sucesión en Castilla y en la Concordia de Salamanca, en 1505, se acordó el gobierno conjunto de Felipe, Fernando de Aragón y Juana. Por la Concordia de Villafáfila, en 1506, Fernando se retiró a Aragón, Felipe fue proclamado rey, y se declaró la incapacidad de la reina debido a su locura.
A la muerte de Fernando el Católico, en 1516, el hijo de Juana, Carlos, tomó el título de rey, pero en los documentos debía figurar en primer lugar el nombre de su madre. El levantamiento comunero de 1520 y 1521 la reconoció como soberana en la lucha contra Carlos V. Murió en la localidad vallisoletana de Tordesillas el Viernes Santo de 1555 tras haber permanecido confinada casi medio siglo.