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Son varios los platos típicos que conforman la gastronomía salmantina. Sin lugar a dudas, algunos de los más representativos y en los que piensa todo el mundo son el hornazo y el farinato. 

Sin embargo, la cocina charra es mucho más que esto. Tanto es así, que hasta cuenta con platos propios de los meses más fríos del año, como es el caso de las patatas meneás.

Una receta con mucha historia que encanta por varios motivos. En primer lugar, porque está exquisita, pero también porque es muy fácil de preparar y porque es una comida muy característica de la zona, aunque también se relacione con las míticas patatas revolconas, características de Ávila. 

Son prácticamente lo mismo, pero cada provincia ha querido hacerlas suyas a su manera y con una denominación propia. 

Cabe destacar que las patatas meneás conforman uno de los platos a los que más recurrían los campesinos de la provincia durante los meses de frío, teniendo en cuenta que este les proporcionaba la energía necesaria para afrontar con fuerza y ganas sus largas jornadas laborales, de ahí su origen humilde. 

Hoy es considerada una de las comidas estrella de la ciudad y provincia, ya que, aunque en antiguamente estaba concebido como un plato típico del otoño y el invierno, por servirse muy caliente con el fin de paliar las bajas temperaturas propias de esta época del año, actualmente se puede encontrar todos los meses del año en un gran número de bares y restaurantes de la ciudad, y también de la provincia, fundamentalmente, de Ciudad Rodrigo. 

En estos, sirven las patatas como plato principal, como acompañamiento e incluso como tapa, siendo en estos momentos una de las más típicas de la provincia salmantina en su conjunto. 

Pero ¿qué tienen de especial estas patatas? La clave está en sus ingredientes y también en un paso de su elaboración. 

Receta y elaboración

Las patatas meneás se elaboran con patatas, pimentón dulce, aceite de oliva, ajo, sal y, por supuesto, torreznos, preferiblemente ibéricos, siendo estos los que coronan esta deliciosa comida. 

Lo primero que hay que hacer es cocinar las patatas (cuatro medianas), previamente cocidas y peladas, con un sofrito de aceite virgen extra (cuatro cucharadas), ajo (seis dientes), pimentón (una cucharadita) y sal (una cucharadita).

Tras ello hay que ir "meneándolo" todo, de ahí su nombre, hasta lograr una mezcla homogénea con la textura de un puré, aunque más consistente de lo habitual. 

Así, para lograr la textura deseada, se puede añadir un poco de agua de la cocción de las patatas mientras se va aplastando la mezcla. 

El siguiente y último paso es, por tanto, colocar pequeños trozos de torreznos fritos, que aportan a la elaboración un sabor exquisito y ese toque necesario para convertirlo en un plato de 10, con un preciado contraste entre la textura suave de la patata "meneá" con el crujiente del torrezno. 

Entonces, ya solo queda lo mejor, comer y disfrutar de estas deliciosas patatas que, por lo general, suelen servirse en pequeñas cazuelitas de barro. 

Es, sin lugar a dudas, todo un manjar culinario, digno hasta para los paladares más exigentes y selectivos, e imprescindible en la gran mayoría de las mesas de Salamanca. ¿Te lo vas a perder?