Mantener los ojos abiertos a los acontecimientos que te rodean es una de las mejores maneras de encontrar una razón para la reflexión personal. Es asomarse al balcón de nuestra existencia y comprobar que las cosas que acontecen son todas merecedoras de un “punto y parte”. En esta ocasión ha sido la lectura del primer capítulo de la última Carta Encíclica del papa Francisco, “Fratelli Tutti”, la que ha despertado en mí una atención especial. En él, bajo el título “las sombras de un mundo cerrado”, hace un certero análisis del mundo actual víctima de unos “sueños que se rompen en pedazos”, “sin un proyecto para todos”, con una globalización sin rumbo, con agresividad sin pudor ni sabiduría en la información, etc… Es en esa primera parte cuando personalmente más me he visto reflejado al comprobar la coincidencia de mi personal opinión de la situación en la que nos encontramos con el análisis que hace.
Estamos en un momento en el que se van imponiendo ideologías que destruyen o “deconstruyen” la propia libertad humana desde cero, alentando una pérdida del sentido de la historia. Este “deconstruccionismo” reinante es una las mejores armas políticas que nuestros actuales gobernantes manejan a su antojo para convertir a los ciudadanos en personas vacías, desarraigados, desconfiados de todo, para que solo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Es frecuente escuchar a nuestros dirigentes políticos planes de reforma de la historia que pretenden reescribirla a su antojo y, sobre todo, partir de cero para hacerla más fácilmente manipulable. Para ellos los planes de estudios y leyes de memoria “desmemoriada” son instrumentos muy útiles para encontrar ciudadanos “disponibles” para incitarles a mirar exclusivamente el futuro que se les ofrece. Se rompen los sueños de generaciones enteras luchadoras de la libertad o la igualdad y se les inocula la desconfianza, la duda de lo acontecido en el pasado hasta llegar a su olvido. Solo se deja en pie la necesidad de consumir sin límites, del individualismo vacío con el fin de poder gobernar sin oposición.
Con todo este trabajo perfectamente calculado de estos manipuladores de la verdad, bajo el amparo de ideologías de progreso, vendedores de “tierras prometidas” y charlatanes de salón, se van estableciendo y tendiendo sombras sobre el hombre.
Para completar este trabajo de deconstrucción del ciudadano aparece la otra parte de la estrategia política manipuladora: el conflicto. Una vez vacía la persona, se la ofrecen los culpables de su abatimiento, chivos expiatorios a los que sacrificar. Se utiliza el viejo mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar para proporcionar un enemigo político al que se le niega el derecho a existir, a opinar, se le ridiculiza y se inventan bulos y sospechas de ellos para acabar “levantando muros” y cercarlos. No cabe la estrategia política y democrática de la confrontación de ideas para su discusión, su puesta en común o, incluso, aceptación de la parte de verdad que pueda tener el oponente. Son enemigos porque son culpables de todos los males y, por lo tanto, los malos. “La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz”. Es en este momento cuando la sociedad se va empobreciendo cada vez más, entra en un estado de “anorexia espiritual e intelectual” en el que cada vez más va dominando la ausencia de necesidad por el pensamiento crítico con tal de que les dejes sobrevivir a su antojo. En este estado de cosas, la sociedad se empobrece y triunfa la prepotencia del más fuerte, del que manda y controla todo, incluso la mente del ciudadano. Se potencian las descalificaciones, el debate se manipula llegando a un estado permanente de cuestionamiento y de confrontación. Ya se ha conseguido el objetivo: tener un ciudadano vacío, acrítico.
Este análisis reflexivo no es pura elucubración mental, es la narración de lo que viene aconteciendo en nuestra sociedad si ponemos un poco de atención y no nos dejamos envolver por las “sombras de este mundo cerrado” en contraposición a las bondades de un “mundo abierto”. Y como apoyo incondicional para toda esta estrategia destructiva y manipuladora nos encontramos con la falta de conciencia moral de sus promotores: gobernantes, políticos, asalariados del poder, incondicionales de sus ideas, sectarios de su ideología, predicadores de sus miserias, voceros de tertulias y medios de comunicación subvencionados.