Chatear con desconocidos a través de las redes sociales, apostar dinero en internet o sufrir ciberacoso en la red son realidades cada vez más frecuentes entre los niños y adolescentes de Castilla y León. Si bien la tecnología les proporciona una herramienta muy útil en el ámbito educativo o personal, su omnipresencia ha modificado el estilo de vida de la sociedad en general, aunque para los jóvenes también conlleva algunos riesgos a los que, en muchas ocasiones, los progenitores no saben hacer frente.
Las aplicaciones, las redes sociales o los videojuegos forman parte del día a día de los más jóvenes, y el uso del móvil y la tecnología está generalizado en los menores de edad, que se conectan a internet para divertirse o para relacionarse con otras personas, algo que no necesariamente es malo, pero habitualmente, desconocen las situaciones de riesgo. Sin embargo, los niños están familiarizados con la tecnología prácticamente desde que nacen, y muchos progenitores utilizan el teléfono móvil como entretenimiento para sus hijos, en sustitución de otros juegos más tradicionales o del tiempo de ocio en familia.
Según el Informe sobre el Impacto de la Tecnología en la Adolescencia, elaborado por Unicef con datos relativos a las diferentes comunidades autónomas, de media los niños tienen su primer móvil a los once años. Sin embargo, muchas plataformas a las que se puede acceder desde estos dispositivos no son legales por debajo de los 14 años, y eso es algo que, en muchas ocasiones, los progenitores desconocen. Tal como explica David Cortejoso, secretario del Colegio Oficial de Psicología de Castilla y León, "no es un problema de edad, sino de capacidad: cuándo un niño está capacitado para tener un móvil y cuándo los padres lo están. Estar capacitado significa que los padres sepan los riesgos que tiene un móvil para su hijo y le hayan hablado de ello, que hayan puesto normas, que haya un control parental..."
Pese a ello, el informe de Unicef señala que solo el 14,6% de los padres y madres en Castilla y León ponen límites a los contenidos a los que pueden acceder sus hijos en la red, y el 27% limitan las horas que estos pueden estar frente a las pantallas. La supervisión, pese a ser escasa, es esencial porque "si no acompañamos a nuestros hijos en ese quehacer de la era digital, se pueden meter donde quieran", señala María Eugenia García Rincón, presidenta del Comité Autonómico de Unicef en Castilla y León, que no solo habla como miembro de la asociación, sino también como madre.
Sin embargo, los propios progenitores, en muchas ocasiones, influyen a sus hijos en el uso de la tecnología con sus propios hábitos: un 34% de los adultos utiliza el móvil durante las comidas, y también es habitual usarlo en momentos de ocio en familia. Por ello, la presidenta del Comité Autonómico de Unicef en Castilla y León insiste: "es necesario que los padres y madres hagan un uso responsable de la tecnología y sean ejemplo para sus hijos".
En este sentido, Unicef ha lanzado la campaña #SuMayorInfluencer, que pretende "que los padres y madres seamos como amigos, acompañar desde el cariño, asesorarles desde la protección y aprender de ellos", explica García.
El objetivo de la ONG no es demonizar la tecnología, sino que "queremos aportar las opiniones y la percepción de los adolescentes sobre sus experiencias y relaciones, qué sienten cuando se conectan a internet", tal como explica García. Las redes sociales suelen ser las plataformas en las que los adolescentes pasan más tiempo cuando están frente a una pantalla. Whatsapp, YouTube e Instagram son las que más utilizan, y algunos de ellos tienen incluso más de un perfil en la misma red social, uno en el que tienen a sus familiares como contactos y otro adicional.
Pese a que los jóvenes se ven motivados por emociones positivas cuando acceden a internet, "uno de los problemas más importantes del que estamos viendo las consecuencias en psicología es el abuso de las nuevas tecnologías, pasan demasiadas horas y eso tiene repercusiones en su vida familiar, en el ámbito académico, en sus relaciones sociales, abandonan deportes, empiezan con problemas de sobrepeso o mala alimentación, descuidan o alteran la calidad de su sueño por estar más tiempo conectados...", explica el psicólogo David Cortejoso.
En internet, los menores están expuestos a situaciones de ciberbullying, chantaje, sextorsión o acceso a contenidos inapropiados, lo cual implica un riesgo "de que caigan en comunidades peligrosas online, grupos de personas que se dedican a promover ideas o conductas nocivas en las que luego caen y reproducen", señala Cortejoso; y prácticas cada vez más extendidas, como el grooming, una nueva forma de pederastia en la red; o el sexting. Así, cuatro de cada diez menores afirman haber recibido mensajes de contenido sexual, a veces proposiciones por parte de adultos, y un 6% reconoce haberlos enviado a otras personas.
Sin embargo, uno de cada dos dice conectarse para no sentirse solo, algo provocado a veces por la falta de acompañamiento familiar. Pero "los padres tienen que darles alternativas de ocio, hacer un esfuerzo por la salud mental y por la educación de los menores, no podemos estar relegando el entretenimiento de nuestros hijos a una pantalla. De forma puntual no pasa nada, pero cuando se hace de forma reiterada es cuando se puede producir un problema", señala el psicólogo.
Uno de cada tres menores ha entrado en páginas de contenido pornográfico, y el 18% afirma haber quedado con personas que ha conocido a través de las redes sociales. En este sentido, uno de los peligros es la dark web, en la que los jóvenes "pueden entrar en contacto con desconocidos y están más expuestos al grooming o al acoso sexual sin dejar ningún rastro", explica María Eugenia García.
En internet, además, es común acosar y sufrir acoso al mismo tiempo. Todo ello puede afectar a la salud mental de los menores, a su autoestima, a su estado de ánimo o a las ganas de ir al instituto.
Apuestas y videojuegos
Otro problema que preocupa en relación con los menores es el de las apuestas deportivas a través de internet y el póker online. De media, cuando los jóvenes apuestan dinero, la cantidad es de unos diez euros, aunque a veces la cifra asciende a los 30 euros.
Para otros menores, los videojuegos son el principal canal de ocio, si bien no siempre escogen juegos apropiados para su edad según el código PEGI, desconocido para algunos progenitores que compran videojuegos a sus hijos sin orientarse por la edad recomendada. Estos contenidos "son el entorno donde los padres más relajan la supervisión y la educación digital, no se están dando cuenta de que hoy en día son verdaderas redes sociales donde pasa absolutamente de todo, juegan con gente que no conocen, se comunican a través del chat, los utilizan para practicar ciberbullying o pueden contactar con ellos acosadores sexuales que saben que en estos hay menores de edad", explica el psicólogo David Cortejoso.
En los videojuegos, además, pueden aparecer contenidos como "escenas machistas, denigrantes, violentas, sexuales, drogas, muerte... Y aunque sepan diferenciar entre un videojuego y la realidad, lo que les está inculcando en su educación y en su desarrollo no es nada bueno", agrega Cortejoso.
Los mismos tipos de riesgos
Según Unicef, pese a las dificultades de conectividad en algunas zonas rurales, no hay grandes diferencias entre los adolescentes de los pueblos y los de las ciudades en Castilla y León en cuanto al uso de internet y las redes sociales, y ambos están expuestos a los mismos tipos de riesgos. A todos ellos les genera un impacto emocional, de convivencia, de salud y de bienestar, y reduce el tiempo que le dedican a otras actividades apropiadas para su correcto desarrollo, como la lectura o el ejercicio físico. Por ello, "debe haber un equilibrio entre las relaciones de los menores dentro y fuera de las pantallas", apunta García.
No se trata, sin embargo, de eliminar la tecnología, que es una herramienta muy útil y necesaria en diferentes ámbitos, "el acceso equitativo a los recursos tecnológicos es indispensable", según García, y son muchas las desventajas para el pequeño porcentaje de adolescentes que está excluido de esta, pero sí de darle un lugar que permita satisfacer las necesidades de los menores. Por ello, "queremos favorecer mecanismos de protección para los niños", a través de las familias, de los centros educativos, de las instituciones o de la propia industria tecnológica.
De cara a las familias, Unicef hace algunas recomendaciones, como planificar la llegada del primer móvil y configurar en este la privacidad y las herramientas de control parental, así como acompañar a los menores desde el primer momento en que tienen un dispositivo de este tipo. Los padres y madres deben también "conocer los riesgos de las redes sociales y entender las motivaciones de los niños y adolescentes para utilizarlas", así como enseñarles fuentes fiables de información y cómo verificarla.
Otra medida que propone la organización por parte de las familias es la de establecer normas de uso, como "poner fin al teléfono por la noche o encima de la mesa en las comidas", indica García. Unas normas que no son solo para los niños y adolescentes, sino que es esencial que "los mayores también sepan respetarlas", añade. En cuanto a los videojuegos, los progenitores "deben estar pendientes de las clasificaciones de edad y saber a cuál juega cada niño". En este sentido, "se pide ayuda a la industria tecnológica, cuyo rol es fundamental para garantizar la protección de los adolescentes", agrega la presidenta del Comité Autonómico de Unicef en Castilla y León.
En palabras del psicólogo David Cortejoso, "los padres tienen que conocer estos problemas desde que los niños son pequeños, trabajar la confianza, el diálogo, dar un buen ejemplo y darles alternativas de ocio". Además, es importante que conozcan la tecnología o los contenidos a los que acceden sus hijos a través de esta para poder educarles en su buen uso.
Por otra parte, el sistema educativo es clave en el buen uso de la tecnología por parte de los menores de edad. Además, tiene en su mano "informar a los niños, porque no se les puede presionar, pero sí poner toda la realidad encima de la mesa, que les expliquen lo que es el ciberacoso o la huella digital: nunca puedes borrar algo que está en internet", apunta García.
Sin embargo, los propios centros educativos no disponen, en muchas ocasiones, de la formación necesaria para sobrellevar los riesgos derivados del mal uso de las nuevas tecnologías por parte de sus alumnos. A los colegios "se les ha dado internet, pizarras digitales, tablets, se están sustituyendo los libros por libros digitales, pero no se les está educando ni a los centros ni a los profesionales de la educación de los problemas de las nuevas tecnologías", señala el psicólogo.
Desde las instituciones, es vital la creación de políticas más contundentes para proteger los derechos y la imagen de los menores de edad en las redes sociales y que "generen medidas y mecanismos de protección a los derechos del niño", según Unicef. En el entorno digital, "lo que pedimos es que concreten las medidas que van a tomar y que se traduzcan en acciones y planes de actuación".