En su primer día en las cocinas de MasterChef 8, Saray nos conquistó con su historia personal. La de una joven gitana que ha tenido que enfrentarse a muchos reveses en la vida por su condición de transexual. Su identidad de género no era comprendida por toda su familia, e incluso no le dejaban ver a sus sobrinos “como si yo tuviera una enfermedad”. Aunque tenía el apoyo de su madre, otras relaciones no eran todavía fluidas, relataba emocionada, con lágrimas en los ojos.
Como dijo su compañera Luna, Saray, que es trabajadora social, tenía todo para “haber ayudado a mucha gente y haber sido un icono” en la lucha por la integración, tanto del colectivo gitano como de las mujeres transexuales en el mercado laboral. Pero las formas no le han acompañado.
Ha sido una concursante molesta y vaga, con tendencia al conflicto. Lo mismo desafiaba a su compañero José Mari y le atacaba por su aspecto (“haré caso a la capitana, no a ti, con el moño ese”) que se enfrentaba al jurado.
Se burlaba de Jordi Cruz, de Pepe Rodríguez y de Samantha Vallejo-Nájera cuando le criticaban sus platos, y decía que igual ella no tenía un paladar tan refinado. No quería escuchar lo malo que tenían que decirle, parecía no querer aprender. Hasta se vanagloriaba de echarle mal de ojo a los jueces, y les deseaba que se partieran una pierna. Eso cuando no simulaba clavar un cuchillo a Jordi por la espalda.
Simuló clavar un cuchillo a Jordi, y aseguró haber hecho mal de ojo a los jueces
Lo de este cuarto programa fue de traca. Si algo hemos aprendido en las numerosas ediciones de MasterChef de anónimos, famosos y niños es que hay que aprovechar el tiempo al máximo, y que hay que respetar el producto. En un solo programa, Saray se pasó ambas normas por el flequillo.
En la primera prueba, de 90 minutos, ella aprovechó 40. ¿La razón? Que había decidido cocinar un batido y unas galletas, y que estas se hacen muy pronto. Que a ella le habían pedido un postre que le recordase a su infancia, y que no se iba a poner a cocinar “un caballo de chocolate con nata”.
Los jueces podían haberle hecho probar la perdiz cruda
Su actitud desafiante le valió un delantal negro, y ella dijo que eso era una injusticia. Jordi Cruz le invitó a tirar la toalla e irse del concurso, pero Saray no fue capaz. Decía que quería irse, pero allí seguía, pese a tener las puertas abiertas.
En la prueba de exteriores pidió perdón por su talante, pero en la prueba de eliminación volvió a lucirse. Entregó una perdiz cruda, con plumas y todo, y con unos tomatitos por encima. Alegaba que le habían dado poco tiempo, y que le daba “repugnancia” el producto.
Los jueces podrían haber sido crueles, y haberle instado a probar el plato, tal como ocurre cuando se entrega una mala elaboración. Sin embargo, ya se limitaron a decirle que su paso por el programa había sido simplemente un error. “Nos hemos equivocado terriblemente contigo, es la vez que más nos hemos equivocado a la hora de dejar entrar a alguien por esa puerta en ocho años”. Con esas palabras despedía Jordi Cruz a la concursante Saray en la cuarta entrega de MasterChef.
Todo un acierto de casting
Saray ha sido una mala cocinera, una pésima aspirante. Pero ¿realmente ha sido un error? En absoluto. Ha sido todo un acierto del casting. Ha generado ruido desde el primer día, por su historia personal primero, y por su mal carácter después. De hecho, el programa en los últimos tiempos genera más comentario por lo conflictivo que son los aspirantes que por los buenos platos que se entregan.
Incluso su expulsión no ha podido ocurrir en un día más apropiado. En la cuarta entrega se cocinó para el equipo de La casa de papel, algo que ha sido señalado como publicidad encubierta por parte de algunos trabajadores de RTVE. Sin embargo, se habla más de Saray, de sus desplantes, de su perdiz cruda. De cómo ella, que ha deseado que un miembro del jurado se parta una pierna, abandona las cocinas creyendo que nunca ha faltado el respeto a nadie.
Hoy se habla de su perdiz cruda, y no de la presunta publicidad encubierta de 'La casa de papel'
Hay que destacar que, aparentemente, a Saray le gusta la fama y el medio televisivo. Ya la vimos en 2017 buscar el amor en Casados a primera vista, donde se dio el sí quiero con el gaditano Jesuli, del que se terminó divorciando. No obstante, Saray caló entre los espectadores y regresó a la siguiente temporada para comentar el programa en las redes sociales.
Después le llegó el turno de MasterChef, y quién sabe lo próximo que le espera. Lo mismo sueña con ir a Supervivientes, y sin duda, daría grandes momentos (y peleas) en Honduras, cuando un coco puede ser el desencadenante de una pelea sonada. No sería nada raro, ya vimos a otro aspirante como José Luis concursar y hasta ganar. Además, así Saray tendría pleno de cadenas, pasando por talents y realities de Atresmedia, Televisión Española y Mediaset.