El Embarcadero regresa este viernes a Movistar demostrando por qué ha sido la serie que mejor rendimiento ha tenido de la plataforma, golpeando al espectador y revolviéndole por dentro con una historia sobre el amor, la infidelidad, la sexualidad, las emociones.
La primera temporada finalizaba con el cliffhanger de los personajes de Alejandra (Verónica Sánchez) y Verónica (Irene Arcos) dando rienda suelta a su pasión, provocando en el espectador todo tipo de reflexiones. También la duda de si una historia así hubiera sido posible con dos hombres como protagonistas por aquello de la fragilidad masculina.
Quizá hubiera necesitado más de cuidado, pero creo que no es imposible
"Por supuesto. Pero se habría contado otra cosa. Es una serie cuyo vehículo es la mirada de dos mujeres, pero no es una serie para mujeres. De hecho una de las cosas que más me ha halagado es que hay mucho público masculino al que le ha llegado porque en realidad habla de emociones. La historia y la narrativa está por encima del género", explica a BLUPER Esther Martínez Lobato, autora de la ficción junto a Álex Pina.
"Y luego en la segunda temporada también damos más presencia a los vínculos masculinos y al desarrollo de los personajes de Óscar y de Conrado e incluso de Vincent. Parece que se da permiso a las mujeres para ser emocionales, pero no a los hombres. Los hombres deben ubicarse y que sean emocionales, emocionantes y que hablen de las propias cosas que les pasan. Creo que los hombres se abren, pero tienen menos marketing".
En el mismo sentido se muestra Álvaro Morte, el hombre del que han estado enamoradas ambas mujeres. "En la ficción ya nada es imposible. La cosa está en que haya más o menos maestría para que sea verosímil. Pero hubiera sido perfectamente posible. Quizá hubiera necesitado más de cuidado, pero creo que no es imposible. La cosa sería qué tipo de hombre se ponía ahí".
"En esta serie se ha intentado contar esto desde el punto de vista de las chicas no porque sea más fácil sino porque a la productora le interesa hacer personajes femeninos fuertes e importantes. Aquí también se ha querido contar cómo es la maternidad de una, la de la otra... Hay muchos más aspectos", continúa.
¿Buenos amigos?
Roberto Enríquez, sin embargo, va más allá. "Si esto hubiera sido a la inversa me da la sensación de que los guionistas lo hubieran podido llevar de tal manera que ocurriera lo mismo, pero de diferente manera. En el mejor de los casos estos dos tipos se acabarían convirtiendo en buenos amigos".
La sensualidad está más cerca del mundo de la mujer que del mundo del hombre
El actor que interpreta a Conrado cree que "ahora aceptamos la homosexualidad, pero el mundo de las mujeres desde hace siglos disfruta de algo que los hombres no: las mujeres se tocan, se besan, se agarran por la calle... En el mundo homosexual masculino, puede que haya un momento en la adolescencia cuando despierta la sexualidad en el que entras en contacto con otros chicos aunque no seas homosexual. Pero luego hay una especie de talón de acero".
"Por eso creo que la sensualidad está más cerca del mundo de la mujer que del mundo del hombre. Si dos mujeres son muy sobonas entre ellas, no hay ningún tipo de apelativo. Pero si lo hacen dos tíos te encuentras con un 'maricón'. Si eso se produjera tendría que ser muy sutil y elaborada", reflexiona.
No obstante, Irene Arcos piensa que "hasta hace bien poco la sexualidad de la mujer ha estado muy oculta, en función del hombre. Y ya ni te digo de la sexualidad entre mujeres. Y desde hace un tiempo hay un movimiento, un golpe en la mesa, las mujeres hablan de su sexualidad, del succionador de clítoris... Ahora estamos adquiriendo más protagonismo que hace que estas historias puedan encontrar su vía de escape".
El poliamor
Otra de las reflexiones que uno hace tras ver la serie es hasta qué punto uno puede llegar a entender el poliamor. "La serie no nos ha hecho cambiar la idea que teníamos sobre este tipo de relaciones, pero si te amplia visión. Aquí empatizas con todos los personajes, puedes entenderlos porque se crea ese miniuniverso en torno a todos", comenta Arcos.
"A mí me gusta mucho de esta profesión: te da amplitud de miras. Estás obligada a entender y sentir otros puntos de vista para poder interpretarlos, al final cuando has terminado se te ha quedado ese entendimiento de otras sensibilidades o realidades", añade Verónica Sánchez.
Sobre el papel mola mucho esto del poliamor, pero luego hay otros matices
"A mí no me ha hecho cambiar. Si hay algo que me gusta de la serie es que Verónica está celosa de lo que puede estar ocurriendo entre Alejandra y Conrado, se muestra vulnerable e incluso un poco mezquina. Creo que sobre el papel mola mucho esto del poliamor, pero luego hay otros matices que acaban enturbiándolo y no siendo tan claro. Creo que somos más egoístas", comenta por su parte Enríquez.
"No me ha hecho virar de la opinión que tenía anteriormente", insiste. "Además tengo experiencias propias y otras ajenas que en un principio puede que esté muy bien algo que salga fuera de lo convencional, pero luego hay otras consecuencias. Y entramos en los celos, los miedos... Nadie está libre de eso. Ni el que tenga la cabeza más libre", añade.
"A mí personalmente no me ha hecho cambiar mi idea. Pero sí que entiendes que estamos en el siglo XXI y que cada uno quiera al prójimo como quiera. Hace pocos años condenábamos a alguien por ser homosexual. Afortunadamente hemos pasado eso de largo. Y creo que tenemos que seguir rompiendo otras barreras que nos hemos puesto a nivel sociocultural. ¿Qué pasa si se ama de otra manera? La serie favorece esa apertura y el espectador puede disfrutar de ese debate", comenta Morte.