En el capítulo 3 de la segunda temporada de Paquita Salas, la actriz Lydia San José consigue un papel en la serie de Antena 3 El secreto de Puente Viejo. Es un rol pequeño, el de la florista Trinidad, y solo una frasecita. “Ya me barruntaba yo lo que aconteció en Otero, pero un número de la Guardia Civil acaba de referírmelo. Humberto y Evaristo han aparecido muertos en la presa esa de marras”.
Pero al personaje de Lydia la frase no le sale, y se queda en blanco, hasta que decide que dirá el texto a su manera. Pero una compañera, Sandra Cervera, le da un consejo. “Creo que todavía no te has dado cuenta en qué serie estás. Aquí tienes que decir el texto tal cual, porque si no no salimos hasta mañana. Puente Viejo tiene su propio idioma”.
Lydia se preocupa de su profesionalidad, y responde que ella lo que quiere es hacerlo bien, pero Sandra le recomienda por su propia experiencia: allí lo importante no es hacerlo bien o mal, sino de hacer la serie. Porque allí da igual quién esté delante de la cámara, porque el protagonista de Puente Viejo es Puente Viejo. “Entra ahí, di tu puta frase, y oye, pasamos a lo siguiente”, le recomienda.
Espacios con su propio idioma
Cada día, El Secreto de Puente Viejo compite en audiencia con Sálvame, y en realidad, ambos programas han demostrado que tienen mucho en común, para empezar, ese citado idioma que decía Sandra Cervera.
El secreto de Puente Viejo usa un lenguaje que nos traslada hasta inicios del siglo XX, y por tanto, todo lo que oímos son arcaísmos, en una forma que poco o nada tiene que ver con la habitual forma de expresarnos.
En Sálvame, por su parte, saben que tienen que hablar un lenguaje llano, en el que haya una voz más alta que otra. Si hace falta, se le puede meter patadas al diccionario, y a veces parece que esto hasta se premia. Y además, tienen sus propias palabras, como esos citados arcaísmos de Antena 3. Así, un prostíbulo es un bar de lucecitas, una prostituta es una anfitriona, una copa con alcohol es agua con misterio, y el mortero y el monedero es el órgano sexual de la mujer y del hombre, respectivamente.
Da igual el protagonista
Si en Puente Viejo el protagonista es Puente Viejo, en Sálvame lo es el propio Sálvame quien importa. Por Puente Viejo han pasado ya muchos actores durante los más de 1.900 capítulos emitidos. Algunos fueron episódicos y nunca más volvieron, otros llegaron, se hicieron con un papel fijo, y al final salieron de la producción, bien porque matasen a su personaje (Pepa, Angustias, Paquito, Isidro, Conrado...) o bien porque huye del pueblo, o desaparece con cualquier excusa. Pero la historia sigue.
Y en Sálvame, lo mismo. De hecho, el programa de corazón ha logrado algo que ningún otro programa puede, y es que el espectador se acostumbre a un baile enorme de presentadores. Uno sintoniza Telecinco a las cuatro y no sabe si ese día verá a Carlota Corredera, a Kiko Hernández, a Paz Padilla, o a Nuria Marín, la última incorporación. De hecho, hay días en los que de buenas a primeras se ha puesto al director David Valldeperas a presentar, y allí nadie se ha extrañado.
¿Cómo seria Pasapalabra si cada día tuviese un presentador? ¿O Gran Hermano? ¿O Tu cara me suena? Pero en la tarde de Telecinco es diferente. No importa si Jesús Manuel se va para siempre o se queda como colaborador, o si es de Chabelita o de María Jesús Ruiz de quien toca hablar. Sálvame es Sálvame por encima de quién lo presente y quién esté de colaborador. Y ese es su secreto.