William Walace en boca de Mel Gibson en Braveheart gritaba "Pueden quitarnos la vida, pero jamás nos quitarán la libertad". Hace un par de días, en una mañana gris en una ciudad tan romántica como París, la libertad fue acallada con los impactos procedentes de tres kalashnikov. Del sueño a la peor de las pesadillas. De repente se ha puesto tan serio el mundo que el humor se ha convertido en una profesión de alto riesgo.
De inmediato tras producirse la masacre, la televisión se ha convertido en testigo de primera línea con unas imágenes que duelen hasta en lo más profundo de nuestro ser. Los tristes acontecimientos de París han demostrado que desde un móvil, escondidos en una azotea el mundo ha podido ver en primera línea la barbarie, la locura y el fanatismo a la que puede llegar el ser humano.
Una de las primeras imágenes de violencia real emitidas por televisión fue la ejecución del Viet Cong capturado en Saigón en 1968
Hace muchos años, cuando la guerra de Vietnam ocupaba las cabeceras de los Telediarios, una imagen impactó a mis escasos ocho años: la polémica ejecución del Viet Cong capturado en Saigón allá por 1968. Unas instantáneas que recorrieron el mundo o la de aquella niña medio desnuda, abrasada por el napalm corriendo por una carretera, asustada sin saber adónde ir. Son imágenes del horror en primera línea.
Los tiempos pasan, pero las barbaridades no cesan. Todo lo contrario: crecen y crecen. Vivimos unos tiempos en los que no hay cadena que no te ofrezca una imagen de la llamada telerrealidad y, con ello, la polémica está servida. ¿Se deben o no ofrecer determinadas imágenes? Como decía Robert Capa, Eestamos ahí y tenemos la obligación de mostrar el horror".
En Apocalypse Now, Marlon Brando hablaba en palabras del coronel Kurtz del "horror, el horror" del que había sido testigo de igual modo la televisión ha estado al servicio de mostrar la verdad pero veces a un alto precio. Todos nos quedamos en abril de 1992 conmocionados con las imágenes que nos llegaban desde Los Ángeles.
Agresiones en directo en Los Ángeles en 1992
La imagen de ciudad idílica tantas veces retratada por el cine, la televisión, las revistas o las novelas se convirtió en una auténtica imagen del apocalipsis. ¿El motivo? Un jurado absolvió a cuatro policías -había imágenes en las que se les veía cometiendo el delito del que se les acusaba- de propinar una paliza al afroamericano Rodney King.
55 muertos, cientos de heridos, arrestos y daños a la propiedad de millones de dólares fue el balance de unas jornadas terribles de las que todavía los angelinos tienen pesadillas. Las imágenes de los informativos de aquellas terribles jornadas parecían sacadas de una película o serie apocalíptica ya que, mientras la Guardia Nacional -algo así como el Séptimo de caballería en las del Oeste- trataba de que las aguas volvieran a su cauce, un grupo de comerciantes asiáticos trataban de tomarse la justicia por su mano a golpe de revólver al ver sus negocios peligrar por culpa de pandilleros y gente de todo tipo y condición imponiendo la ley de la jungla.
Otra de las imágenes impactantes que el mundo pudo ver de este descontrol fue las ofrecidas desde un helicóptero de un canal de televisión en las que se veía como Reginald Denny, un chófer blanco como era agredido sin piedad por un grupo de afroamericanos. El hombre fue rescatado -todo el mundo lo vio por TV- por un vecino negro.
La telerrealidad está de moda pero, aunque no son santo de mi devoción los "grandes hermanos", "Gandías" y otros espacios de factura similar -con o sin Belén Esteban dentro- los prefiero a esas imágenes que en los últimos días han estado golpeando en lo más profundo de nuestro ser. Es periodismo en estado puro pero esa realidad duele, y mucho.