En First Dates, en muchas ocasiones, el programa ha unido a dos personas que se conocían previamente, ya fuese porque vivían en la misma ciudad, o porque se siguiesen a través de las redes sociales. Este martes, sin embargo, ha sucedido algo en esta línea, pero completamente diferente a lo visto hasta ahora.
La joven Nerea acudió al programa a buscar el amor, y notó que una voz le era familiar. Se trataba de Rogelio, al que le gusta que le llamen Roge, y que es su propio padre. Llevaban dos meses sin hablar, y por eso, ninguno sabía que el otro iba a ir a First Dates a buscar el amor, cada uno con su cita. Ante las cámaras, las rencillas entre ellos desaparecieron, y se fundieron en un abrazo.
Eso sí, la situación fue, por momentos, embarazosa. Y es que Nerea cenó con Salva, un chico al que le gusta mucho los abrazos, y que trabaja como estríper. Por eso, se quitó la ropa al son de la música para su acompañante, mientras el padre de ella contemplaba la escena desde otra parte del restaurante más televisivo.
Por su parte, Roge se presentaba como un seguidor acérrimo de First Dates. Se divorció hace seis años, y para él el físico o la edad de su amada no es importante. “Yo miro la persona”, aseguraba ante las cámaras del programa.
Para Roge, la organización eligió a Rosa, una mujer afincada en Barcelona pero que tiene orígenes andaluces, y que disfruta yendo al Rocío o bajando a comer al sevillano barrio de Triana. A primera vista, el padre de Nerea sí sintió interés en su compañera, pero ella se encontró con un hombre que no llamaba su atención.
Al hablar de amor, Roge tenía claro que no quería una relación solo de fin de semana, que anhelaba cariño y convivencia, y reconoció que solo había estado con su mujer. Ahí chocó con su compañera, que no tiene interés en la convivencia, pues cree que destruye todo.
También hubo lugar para las confidencias más íntimas. “Me llaman el Miguel Ángel del sexo”, reconoció en ese sentido Roge, que se presentaba como alguien muy cariñoso. Ese apodo sería por hacer las cosas con delicadeza y tranquilidad, como el artista italiano del Renacimiento. Al final de la cena, Rosa tuvo claro que no querría una segunda cita, porque no le gustaban ciertos hábitos como el tabaco, o que bebiera vino con la comida, y valoró que le faltaba un poco de vida.