Un viernes más, El Desafío arrancaba sus emisiones esta noche con uno de sus retos que se desarrollan en las alturas. Mónica Cruz y Adrián Lastra debían enfrentarse a la que Roberto Leal ha calificado como la prueba estrella de esta temporada, el puente. Los concursantes deben memorizar en 40 segundos qué peldaños de dos puentes son los seguros y cuáles ceden al posarse encima de ellos; algo que puede recordar a muchos espectadores a El juego del calamar.
Mónica, en los ensayos, lo pasó mal. En este mismo programa ya había explicado sus problemas con el vértigo, y cómo llegó a tener ganas de vomitar cuando tuvo que enfrentarse al circuito sobre bidones suspendidos en el aire. “El miedo me va comiendo”, se lamentaba en el vídeo de presentación. Un miedo que le bloqueaba y le impedía recordar los peldaños que debía pisar y cuáles evitar.
Los peldaños son de cristal, transparentes, y muestran el suelo que hay debajo. “Miro para abajo y ya, me caigo”, afirmaba la hermana de Mónica Cruz, también en los ensayos, donde llegó a sollozar por ese miedo que le bloquea. “Subes ahí y se te paraliza el mundo”, detallaba.
Mónica fue la primera en enfrentarse a la prueba. El coach del concurso le dio el mapa de peldaños buenos y malos, y comenzó a memorizarlo, diciendo el número de los que eran seguros en voz baja primero, y en alta después. Roberto Leal, el presentador de El Desafío, explicó además que se había modificado la prueba respecto a otros días para ayudar a la actriz en su desempeño. Así, los peldaños no eran transparentes, sino oscuros, para que no viese el suelo, que era algo que le desconcentraba.
Tras subirse al puente el cronómetro comenzó a avanzar. Tiene que llegar al final, y no solo eso: debe conseguir un tiempo mejor que Adrián. Sin embargo, los nervios causaron una mala pasada a Mónica, que no conseguía ni siquiera dar un primer paso. Pasó el primer minuto y seguía clavada en el inicio del recorrido.
“Es que no puedo. Ayer lo hice, y me da mucha rabia, pero no sé qué me pasa hoy”, decía, sin evitar mostrar la emoción. Además, no había conseguido memorizar el trayecto, y el miedo a que el suelo se abra bajo sus pies le bloqueaba, según sus explicaciones. “Salta uno, tírate a uno”, le recomendaba Chenoa, quien tampoco lo pasa bien en alturas. Tras casi tres minutos, y las lágrimas saltadas en los ojos, Cruz decidía abandonar el reto. “No he sido capaz de memorizar, y si no memorizas, no tienes las narices de tirar para adelante”, se justificó a Roberto Leal, ya en el suelo.