El actor Miguel Bernadeau fue el primer invitado de esta semana de enero de El Hormiguero. El hijo de Ana Duato ha acudido al programa para promocionar El Zorro, serie que se estrena el 25 de enero en la plataforma Prime Video. Un proyecto para el que Bernardeau ha tenido que pelear duro, pues no le llamaron directamente. “Hice siete pruebas, siete castings”, reconocía el joven artista, que también ha participado en series como Élite y Todo lo otro.
Bernardeau contaba así que le llamaron para hacer la prueba, y que estando de camino le llamaron para decirle que su abuelo pasaba por un bache de salud. “Llego despistado y hago la peor prueba de mi vida”, aseguraba. Por eso, llamó a su representante y pidió volver a hacer una prueba. Un dato que sorprendió a Pablo Motos, pues no sabía que esto fuese posible.
La conversación entre ambos continuó con buen ritmo, y, como es habitual, El Hormiguero realizó una pausa publicitaria en la que se emitieron cuatro anuncios. Al regresar, Pablo Motos no estaba, sorprendentemente, en su puesto. Las hormigas preguntaron entonces que dónde se encontraba, y el valenciano, que se había quitado su clásica chaqueta oscura, entraba por el mismo lado en el que se encontraba Miguel Bernardeau.
“Estoy, estoy, ya estoy de vuelta”, se justificaba el presentador del magacín nocturno, que estaba sudando. “Me ha dado un golpe de calor, pero ya estoy bien”, le explicaba al invitado. “Me ha dado una bajada de azúcar o algo así. Me habéis puesto Coca-Cola. Perdón”, decía después, consciente de que no puede decir nombres de marcas comerciales. Pablo continuó entonces la entrevista con naturalidad, aunque el calor que había pasado le hizo que no volviese a utilizar la chaqueta que tanto le caracteriza.
Tras hablar sobre la serie, Miguel Bernardeau jugó con las hormigas a un juego con un grupo de surferos, a los que debía identificar por su voz. Y más tarde se intentó dar la tarjeta del programa, pero no conseguían dar con un teléfono que respondiese. “¡No coge nadie el teléfono en España”, bromeaban desde la mesa. “La gente no cogen el número oculto”, lamentaban también. Tras varios intentos hablaron con un hombre, que colgó. Sin embargo, le dieron una nueva oportunidad y le llamaron de nuevo, pero colgó una vez más. Tras marcar un nuevo número, una mujer llamada Beatriz, de Madrid, se llevó los 3.000 euros.