18 años después de su última etapa en TVE, el Grand Prix está triunfando de nuevo. Por supuesto, el concurso presentado por Ramón García ha sabido volver trayendo parte del espíritu nostálgico combinándolo con nuevos elementos, como Wilbur, el dinosaurio Nico o cómo la vaquilla se ha convertido en otro tipo de mascota del formato (más adecuada a los tiempos actuales). Además, están Michelle Calvó y Cristinini como copresentadoras.
Mientras que la canaria ejerce una labor similar a la que tenía Mar Regueras, el caso de Cristinini es diferente. Influencer y YouTuber de repercusión internacional (su cuenta de Twitch alcanza los 3 millones de suscriptores y más de 92 millones de visualizaciones, que la convierten en el noveno streamer hispanohablante más seguido del mundo y la cuarta dentro de las mujeres streamers), la tarraconense ha sabido abrirse un hueco en la televisión tradicional
Además de haber sido presentadora y reportera de The Gaming House y presentar programas para Meristation y Movistar eSports; ha sido colaboradora de Zapeando en laSexta y recientemente se le pudo ver como conductora del reality Time Zone en HBO Max.
Streamer que representa a una generación actual que visualiza contenidos de una manera muy diferente a como se hacía tradicionalmente en el Grand Prix durante su etapa dorada en los 90 y a inicios de los 2000; Cristinini tiene una labor mucho más importante de lo que aparenta. Y es que uno de los factores que ha hecho que el concurso de TVE haya sabido conectar con el público actual es que ha sabido encontrar un equilibrio entre el pasado y el presente.
Las presentaciones de cada prueba del Grand Prix son mostradas como si de videojuegos se tratasen. Al fin y al cabo, la esencia del formato no se diferencia mucho del estilo de videojuegos como Mario Party o Wii Sports. Dado que, justamente, la especialidad de Cristinini son los videojuegos (industria cultural que, afortunadamente, ha ido revalorizándose con el paso del tiempo; en parte, gracias a la labor de streamers como la tarraconense), era lógico que la comunicadora ejerciese el puesto de copresentadora.
Lo que ha llamado la atención es que se ha traído su universo al Grand Prix. La tarraconense narra cada prueba desde una habitación que emula la de sus conexiones en directo en Twitch o YouTube. De hecho, sus narraciones evitan que el público sólo vea a una serie de participantes intentan ganar cada prueba, haciendo más ameno el visionado.
Ahora bien, su labor no ha estado exenta de polémica. Algo que han criticado muchos usuarios en redes sociales es que sus comentarios terminan 'molestando' el ver cada prueba. Por otro lado, algo que también han valorado los internautas es que, con cada entrega, la streamer ha ido perfilando mejor su labor, comentando cada jugada con mejor atino, incluso con dosis de humor.
Un ejemplo del poder intergeneracional del 'Grand Prix'
En la primera semifinal, Cristinini demostró tener mucha química con Ramón García, dado que ambos se respondían a las jugadas, haciendo que la labor de la streamer sea más orgánica. Sus narraciones tienen el reto no sólo de hacer más amenas las pruebas, sino de encontrar ese equilibrio entre el humor más blanco (se trata de un programa familiar) con cierto toque travieso. Y, ciertamente, es meritorio que la tarraconense haya aceptado este desafío.
Como sucede con Wilbur, alivio cómico pensado para el público más infantil y que ha demostrado unas habilidades para las acrobacias que recuerdan su pasado como gimnasta artístico; la labor de Cristinini está pensada para el público adolescente y veinteañero. Esto vuelve a recordar la vocación de público masivo del Grand Prix y el complicado equilibrio que ha conseguido encontrar.
"Al final, es lo que comento siempre. Creo que, como a lo mejor partimos de sitios distintos [televisión y streaming], pero queremos ir al mismo lugar: que es entretener al espectador y disfrutar con lo que hacemos. Es un poco lo común que tenemos ambos mundos. Pero, creo que más que nosotros hayamos influido, considero que ha sido más la propia sociedad la que lo ha hecho", explicaba en una entrevista para Bluper a mediados de julio de este año.
De ahí, que se mantenga también el espíritu del programa del abuelo y del niño. Al final, cada elemento está pensando para conquistar a una parte del público. Por ello, aunque haya una parte del público que no haya entendido la labor de Cristinini, otro sí que ha captado a quién busca dirigirse. Y eso es lo que hace que el Grand Prix logre ser un programa de masas en pleno siglo XXI.