Las grandes audiencias de El Grand Prix del Verano son mucho más que un simple dato. Y es que, en una España tremendamente polarizada, que un programa de la televisión pública que apuesta por el hermanamiento entre pueblos obtenga unos datos así no deja de ser una gran noticia.
Anoche, mientras veía el concurso de Ramón García, leía un tuit en el que unos espectadores hablaban de que la curiosidad siempre les había llevado a comprobar qué partido político gobernaba en los pueblos que se enfrentaban. A un lado, Brión, gobernado por el PSOE. Al otro, Yepes, gobernado por el PP. Algo que también ocurría en el primer programa, con Alfácar gobernado por el PSOE y Colmenarejo por el PP.
Obviamente no es baladí que desde la televisión de todos se haya seguido apostando por 'enfrentar' a pueblos ideológicamente opuestos para demostrar que aún hay esperanza para que nuestras cenas de Navidad o de empresa dejen de ser un campo de batalla político.
Así, mientras unos se empeñan en enfrentar de forma diaria a los españoles, olvidándose de que hay más que nos une que nos separa, desde la televisión pública se está llevando a cabo una gran labor por reparar esos lazos aparentemente rotos, pero que solo hay que bajar a la calle para darse cuenta que no lo están.
Porque ahí está también el valor del programa de La 1, que en medio de una televisión despegada muchas veces de la realidad y de la calle, obsesionada muchas veces por parecerse a plataformas internacionales, El Grand Prix se revela como algo auténtico, sin necesidad de aparentar algo que no es.
Y ahí es donde radica parte de su éxito, porque como servicio público que es, refleja bien nuestra realidad, porque sigue siendo el programa del abuelo y del niño, de los de derechas y de los de izquierda, de los independentistas y los nacionalistas, de todas las diversidades. De esa España diversa que habló en las urnas el pasado 23 de julio.
"¿Tienes novia, novio?", preguntaba Ramón García a José San Martín, el capitán de Brión, con toda la naturalidad del mundo en un gesto que fue celebrado en redes sociales. Porque por muchos que algunos quieran meternos en un túnel del tiempo al pasado, España ya dejó atrás el blanco y negro.
Porque no hay dos Españas. Hay muchas. Esa es nuestra increíble riqueza. Y hay que entenderse entre unas y otras. Con nuestras diferencias, pero también con nuestras semejanzas. Y solo aquellos que lo entiendan, que aúnen a todas nuestras realidades, como pasa con El Gran Prix del Verano, alcanzarán el éxito. El éxito de gobernar a la audiencia. O simplemente de gobernar.