Este lunes, El Grand Prix del Verano regresaba a TVE y tenía un reto muy importante por delante. Era un formato cuya vuelta los espectadores habían pedido una y otra vez en los últimos años, y que incluso se tanteó que renaciese a través de Twich gracias al impulso de Ibai Llanos. Volvió el Grand Prix de siempre, con Ramón García como maestro de ceremonias, con nuevas copresentadoras como Cristinini y Michelle Calvó, y actualizando pruebas.
La vuelta al ruedo de la famosa vaquilla, que ahora es un disfraz y no un animal de los de antaño, ha conseguido conectar con el espectador de una forma arrolladora. Firmó un 26,1% de cuota de pantalla y 2.572.000 espectadores de audiencia media. Su conocida sintonía, que todos sabemos tararear tras aquellas 10 temporadas que aguantó en pantalla entre 1996 y 2005 (diez, si sumamos aquella primigenia llamada Cuando calienta el sol) decía que “es El Grand Prix el programa del abuelo y del niño”. Y ha vuelto a serlo, según los datos de Kantar ofrecidos por consultoras. Entre los espectadores de 4 a 12 años marcó un 40,2%, de 13 a 24 años un 36% y de 25 a 44 años un 46.1%.
La cifra es espectacular, y más si tenemos en cuenta que no todo el mundo tiene ya la costumbre de sintonizar la televisión por la noche para ver un concurso familiar. Ni siquiera éxitos de esta temporada como Tu cara me suena han conseguido superar en 2023 el dato de esta primera entrega.
[El reto que supone el posible regreso del 'Grand Prix' a TVE para el efecto nostalgia]
Huelga decir que la nostalgia ha sido la clave para que funcione este programa, que hacía casi 20 años que no se veía en la televisión nacional. El Grand Prix, sus pueblos, su canción, sus pruebas, su logotipo, el propio Ramontxu nos han trasladado a otra época de nuestra vida, en la que cada entrega era un auténtico evento. Y esa magia ha conseguido resucitarse y trasladarse a una nueva generación de espectadores, unos niños que han conocido otro tipo de pantallas y consumos audiovisuales.
Haciendo un barrido por los comentarios de las redes sociales, no llovió a gusto de todos. La actualización del formato ha supuesto un rompimiento con algunos emblemas de su esencia primigenia, como la propia vaquilla, así como a la narrativa del evento, con Cristinini comentando, cual streamer, todo lo que sucede en el plató. Sin embargo, funcionó, y la gente no paró de comentar cómo les estaban lloviendo los recuerdos, cómo aquella magia que tenía la televisión de antaño puede seguir viva si se sabe hacer.
En los últimos años han sido muchísimos los concursos y series de televisión icónicos que han tenido una nueva vida, ya sea en el pago o en abierto. Pero no todos han tenido la misma acogida que este Grand Prix. De Los Hombres de Paco a ¡Allá tú!, pasando por Family Feud, El Precio Justo, Un paso adelante o Alta Tensión. Esto nos demuestra que la nostalgia no siempre es un valor al alza, y que si no se mima un producto (y se promociona de forma adecuada) los esfuerzos pueden ser en vano.
Cierto es que ya no se hacen tantos programas como Grand Prix, en el sentido de que solo hay que sentarse frente al televisor y disfrutar. Desde casa no tienes opción de participar como sucede con los concursos de cultura general. Las pruebas físicas son un deleite para la diversión, y no hay decisiones controvertidas que pueda tener un jurado o el público para decidir quién gana o quién pierde. Es todo bastante transparente.
Como sabemos, el reto en la actual televisión no es lograr un alto dato, sino mantenerlo. Y ahí es donde el Grand Prix tiene una importante jugada la próxima semana. Pero, en cualquier caso, después del gran dato de su estreno, mucho tendría que cambiar la cosa para que no cerrasen la temporada con una más que digna cuota de pantalla de media. Que no olvidemos que La 1 cerró junio por debajo del 10%, y Grand Prix ha superado esa cifra con creces.