Esta semana la animación española se puso de luto. Claudio Biern Boyd, el creador de la productora audiovisual BRB Internacional, fallecía a los 83 años. El apodado Walt Disney español fue el responsable de series que marcaron la infancia de aquellos que ya peinan canas, como La vuelta al mundo de Willy Fog, D’Artacán y los tres mosqueperros o David el Gnomo. Sin olvidar a Ruy, el pequeño Cid, La llamada de los gnomos, Teo, Las mil y una américas o La banda de Mozart, entre otras tantas producciones.
Con su muerte, fue inevitable que en la televisión no se hiciese algún guiño a su memoria. En Sálvame, por ejemplo, disfrazaron a Rafa Mora de D’Artacán, y en Espejo Público escucharon las sintonías de algunas de algunos de estos dibujos animados, como por ejemplo, el de La vuelta al mundo de Willy Fog, que estaba interpretado por Mocedades. Y ahí, Susanna Griso quiso alzar la voz por el papel que tenía Romy, la pantera de la que se enamoraba el león protagonista.
“Esta canción no pasa ya ninguna prueba del algodón en igualdad. Todas estas series me siento a ver con mis hijos, y en esta canción, especialmente, la princesa solo quiere casarse, y solo aspira a estar con Willy Fog, pero es un reflejo de la época”, aseguró la presentadora.
Efectivamente, toda la canción nos habla de Willy Fog, un león al que le gusta apostar y que va a dar la vuelta al mundo, y se nos describe como un aventurero y gran señor. De Romy, el único personaje protagonista de la serie, nos decía que era “dulce y fiel, y vivo enamorada de él”.
Ese reflejo de la época, en realidad, no se encuentra solamente en la canción de La vuelta al mundo de Willy Fog, sino en prácticamente todas las series que hemos mencionado. Y es que los personajes femeninos brillaban por su ausencia, todas las historias estaban protagonizadas por hombres (o animales) masculinos. A ellos son a los que les pasaban las aventuras. Willy Fog tenía que recorrer el mundo en menos de 80 días. David, el gnomo, era reclamado en cualquier parte del mundo por su especial don para curar a los enfermos y los heridos. D’Artacán, junto a los otros tres mosqueperros, velaba por la corona francesa. Y las novias o esposas de todos ellos eran meros accesorios, que, con suerte, cuidaban del varón y le echaban una mano en un momento complicado.
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En el caso de Romy, ella era una princesa india, que iba a ser quemada viva junto al cadáver de su esposo en honor a la diosa Kali. Willy Fog y sus amigos la rescatan, y viaja con ellos para encontrar a sus parientes, pero termina enamorándose del apostador felino. No apareció hasta el episodio 9 de los 26 que tuvo la serie que adaptaba el texto de Julio Verne, y hasta entonces, los personajes femeninos que habían tenido relevancia en alguna de las tramas se contaban con una mano y sobraban dedos.
Muchos no lo recordarán, pero La vuelta al mundo de Willy Fog tuvo una secuela, llamada Hasta el centro de la Tierra: Willy Fog 2. Allí Romy ya apareció desde el principio, pero eso sí, se recordó ya en el primer episodio que fue rescatada de un sacrificio, y que de no ser por su hombre ella no estaría contándolo.
Si cantas la canción de D’Artacán y los tres Mosqueperros, que interpretaba el dúo Popitos, seguro que puedes recordar que “el amor de D’Artacán es para Julieta, él le ofrece su valor y su corazón”. En esta serie, basada en el clásico de Dumas, sí había más personajes femeninos, pero casi siempre con el rol de madre o esposa. El día que conoce a Juliette, el perro está discutiendo con el cochero de ella; la mujer aparece para establecer el orden y la paz, y muy servicial, se ofrece a limpiar el barro del espadachín, que ya se había puesto colorado ante su presencia. Eso sí, al menos, esta can se podía defender en algunas peleas en las que, en el último momento, entraba el protagonista para acabar con los malos y así salvar a la dama. “D’Artacán es capaz de combatir a un regimiento sin desfallecer, pero es incapaz de resistir un abrazo de su adorada Juliette sin desmayarse”, decía el narrador en uno de los episodios, dejando claro que puede ser más difícil enfrentarse a tu mujer que a los enemigos.
Y qué decir de Lisa, la mujer de David, el gnomo. Fiel seguidora de su marido, ella era la que se quedaba en casa ocupándose de los quehaceres y de cuidar a las mascotas mientras el médico se iba por ahí de viaje. A veces se quedaba preocupada, aguardando, y si su marido tardaba más de lo previsto, salía en su búsqueda; en una ocasión tuvo que disfrazarse de bruja para salvar a su marido de una trampa de los trolls -siempre me hizo gracia que en la serie no se usase el plural troles, sino trolls-.
En ocasiones, acompañaba a David en sus viajes, pero no siempre, y se dedicaba a quedarse en el palacio o donde correspondiese, de florero, mientras él curaba por aquí y por allá. En un episodio, David consigue su cometido como médico con éxito, y le dicen que qué quiere a cambio. El gnomo responde que nada, y Lisa entonces toma la palabra: ella sí quiere algo. Unos zapatos, para David, que los tiene rotos. Como curiosidad, el nombre de Lisa no se mencionaba en la sintonía inicial de la ficción.
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Por supuesto, he sintetizado estas tres series aclamadas de BRB Internacional en algunas anécdotas, pero sirven para hacerse una idea de qué poco se desarrollaban entonces los personajes femeninos. Al igual que sucedía, por ejemplo, en el universo Disney, o en tantos otros. Así que en el fondo, Susanna Griso sí que tenía algo de razón en su crítica humorística a Willy Fog. De hecho, tenía más de la que se estaba imaginando.