La muerte de Jesús Quintero ha conmovido a los amantes de la televisión. Con su marcha, el recordado comunicador ha dejado un gran vacío en el medio y ha despertado la nostalgia de quienes se tendrán que conformar con revisitar sus míticas entrevistas en el archivo audiovisual.
La nostalgia surgida de esta pérdida ha llevado a muchos espectadores a criticar que no se dé cabida en la actualidad a formatos como los que hacía 'el loco de la colina'. Y es cierto, se echan de menos en televisión entrevistas profundas y sosegadas, sin la presión del titular ni del reloj. Pero, en un medio que vive de su audiencia, ¿realmente tiene cabida el estilo de Quintero?
Criticar la televisión actual como si fuese un ente impermeable a los cambios sociales y a los gustos colectivos es una postura simplista, injusta y nada ajustada a la realidad. Los ciclos televisivos no los marca otro que el público, y no hay mejor prueba de ello que el giro de timón que se ha producido en el último año con el liderazgo en abierto, cuando a Telecinco ha dejado de funcionarle su modelo de realities y entretenimiento 'rosa', cediendo ante una Antena 3 que ha apostado por un contenido más familiar y heterogéneo.
Estos constantes cambios en la historia de la televisión son primordiales para entender que lo que triunfó en el pasado no necesariamente tiene que hacerlo en el presente. Si bien es indiscutible que Jesús Quintero fue un auténtico pionero y maestro en el género de la entrevista televisiva, no es menos cierto que el comportamiento de la audiencia actual refleja que programas como Ratones Coloraos o El loco de la colina no tendrían ningún tipo de repercusión en las parrillas hoy en día.
Mientras la muerte de Quintero hace aflorar a los puritanos que se aferran al argumento de que cualquier tiempo pasado fue mejor, los datos demuestran que al público le interesa poco o nada ver una entrevista en profundidad en la televisión lineal. Que se lo digan si no a María Casado, que en su entrevista a Pedro Ruiz en Las tres puertas rompía a llorar al confesar que le preocupaba el futuro del programa.
El formato cerró su primera temporada con un escaso 6% de cuota y, afortunadamente, se ha ganado una segunda oportunidad, esta vez en La 2, donde un contenido así puede tener mucha más cabida y menos presión por la audiencia. Pero, ¿habría tenido tanta piedad una televisión privada que vive de los ingresos publicitarios?
¡No seamos hipócritas! La audiencia actual le otorga un 6% a María Casado y casi un 30% a Joaquín Sánchez. Sin hacer comparaciones ni juicios de valor sobre el producto del futbolista, hay que reconocer que el mandato del público es claro y la televisión lineal no parece espacio para la reflexión o la conversación pausada.
En una época de hiperconectividad y sobreestímulo, la televisión se ha convertido más que nunca en un método de distensión y acompañamiento, por lo que la exigencia de ritmo por parte del público es cada vez mayor.
¿Significa esto que se deban despreciar los formatos lentos? Evidentemente, no. Pero lo que no se puede hacer como espectador es reclamar que se emita un contenido al que luego no se le va a dar respaldo. Salvo RTVE por su obligación de servicio público, las cadenas son empresas y funcionan como tal, por lo que es necesario reconocer que el estilo de Jesús Quintero tiene un importantísimo valor histórico y periodístico, pero como producto televisivo, tristemente, está obsoleto.